Tegucigalpa – Considerada una de las regiones más propensa a los desastres en el mundo, como efecto del cambio climático, dos décadas después, América Central enfrenta la fuerza de dos meteoros, uno que ya dejó daños incuantificables en el istmo, con más fuerza en Honduras, Nicaragua y Guatemala, y otro que está por entrar a sus aguas en el Caribe, con pronósticos aún reservados al advertirse de fuertes vientos, marejadas ciclónicas y desastres. Todo ello, en menos de dos semanas.
–En la historia centroamericana, algunos de los ciclones que han devastado el istmo son el Trifinio en 1934, el Fifí en 1974, Juana en 1988, César en 1996 y Mitch en 1998.
El primer meteoro se conoció como Eta y en el caso de Honduras, sus daños son incalculables, las operaciones de rescate continúan y por ahora, las autoridades registran más de un centenar de muertes, con al menos cerca de dos millones de personas afectadas. Eta dejó destrozos por casi todo el país y no han terminado las labores humanitarias cuando la población se apresta a recibir otro meteoro igual de potente que el anterior: el huracán Iota.
En Guatemala, el paso de Eta causó deslaves e inundaciones y se registran también más de un centenar de muertes, en las seis zonas donde la presencia del fenómeno natural, convertido ya en depresión tropical, dejó enormes cantidades de agua que causaron el desborde de ríos y anegaciones.
En tanto en Nicaragua, la zona más afectada por el lado de la Mosquitia nicaragüense, oficialmente se reportan dos decesos y más de cinco mil personas damnificadas. Pero Eta también afectó Costa Rica y Panamá. Las proyecciones preliminares de los cuerpos rescatistas, las autoridades y organismos no gubernamentales de cooperación estiman un poco más de tres millones de personas afectadas a lo largo de la región centroamericana.
Eta ingresó a Centroamérica como huracán por la Mosquitia nicaragüense y posteriormente se degradó a tormenta y después depresión tropical, pero sus bandas de agua fueron tan potentes que alcanzaron casi toda la región centroamericana.
La llegada del Iota
Ahora, la alerta del Centro Nacional de Huracanes de Miami y otros institutos especializados en meteorología, han puesto de nuevo en el ojo de otro huracán a la región centroamericana, con énfasis en Honduras y Nicaragua. Ese nuevo fenómeno de la naturaleza es el huracán Iota, que se espera ingrese a territorio centroamericano a partir del lunes. Es el huracán número 13 de la temporada ciclónica de 2020 que se forma en el atlántico.
El Centro de Huracanes advirtió que se espera que Iota traiga vientos “potencialmente catastróficos, una marejada ciclónica potencialmente mortal e impactos de lluvia a Centroamérica”. La región se encuentra otra vez en alerta roja.
En Honduras, no han terminado de limpiar los escombros de los desastres dejado por Eta, cuando la gente—aún impactada por los efectos—otra vez tiene que ser evacuada, la instalación de albergues se duplica, la alerta es a nivel nacional ya que, de acuerdo a la trayectoria del fenómeno, éste no dejará parte del país indemne a su paso. Las autoridades han alertado a los pobladores de Tegucigalpa, la capital, y el sur del país, hacia donde los efectos de Eta fueron menores, pero Iota no podría ser tan benevolente. La vulnerabilidad del país sale a flote, como hace 22 años ocurrió con el paso del devastador huracán Mitch.
En la historia centroamericana, algunos de los ciclones que han devastado el istmo son el Trifinio en 1934, el Fifí en 1974, Juana en 1988, César en 1996 y Mitch en 1998. Una de las mayores catástrofes de la región fue la provocada por el Huracán Mitch, en octubre de 1998. Las pérdidas por el desastre del Mitch fueron equivalentes al 30% del producto interno bruto -PIB- de la región, estiman reportes oficiales.
El año 2005 se caracterizó por una fuerte temporada de huracanes a nivel global, que afectó a la región, siendo severos los daños del huracán Stan para Guatemala y El Salvador. Las tormentas Beta y Gamma afectaron a Nicaragua y Honduras respectivamente. En conjunto estos fenómenos han superado en daños materiales al huracán Mitch. Se estima una pérdida de $3,500 millones para Centro América y México y pérdida de 1620 vidas, la mayor parte de ellas en Guatemala (1500).
La segunda más vulnerable
Pero los estudios indican que la región se enfrenta cada vez más a los efectos del cambio climático, conocido como la variación global del clima de la Tierra. Esta variación se debe a causas naturales y a la acción del hombre y se produce sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc., a muy diversas escalas de tiempo.
América Central, según informes del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), es una de las regiones más propensas a sufrir desastres en el mundo; los huracanes, terremotos, sequías, inundaciones y las erupciones volcánicas, constituyen las principales amenazas. Los ciclones y los terremotos han sido y son las amenazas más letales en Centroamérica.
Sin embargo, es indudable que las sequías no sólo han tenido un grave impacto en las economías sino una letalidad muy alta en los casos más extremos. Menos frecuentes han sido las erupciones volcánicas, aunque algunas de ellas de gran impacto regional y de alta letalidad, señalan en sus reportes esos organismos multilaterales de crédito.
“El clima no es el mismo. No es de hace 25, 50 o 100 años. Y se nota. Ha sido una transformación sutil que cada vez se hace más evidente y grave, porque seguimos sin cambiar las prácticas que lo provocan. El clima está en crisis”, señaló Astrid Puentes, abogada y codirectora de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA), en el marco del foro del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre emergencias sanitarias y cambio climático, dirigido a periodistas del triángulo norte centroamericano.
“El clima puede cambiar, claro, puede ser un cambio positivo o negativo. Pero de lo que estamos hablando es de una crisis. Una crisis del clima que se puede medir desde los impactos que está teniendo sobre la vida de las personas”, añadió.
Cada vez más frecuentes
El tema de la crisis climática y sus consecuencias fue colocado por los científicos a inicios de los años setenta, al alertar sobre los cambios en la temperatura del planeta, señala la experta de AIDA.
Desde entonces, agregó, las lluvias se han vuelto más intensas, los inviernos son cada vez más severos, hay sequías e incendios que lo consumen todo durante los veranos extremadamente cálidos y las tormentas y huracanes son cada vez más frecuentes. Hasta el aire que respiramos se ha calentado.
Toda la región Centroamericana y del Caribe está sujeta a los efectos de los huracanes y tormentas tropicales que se presentan entre los meses de agosto a noviembre, con mayor frecuencia en el Mar Caribe y esporádicamente en el Pacífico. Honduras, donde cada 5,5 años se produce un desastre de gran envergadura a consecuencia de los huracanes y Nicaragua, son los más amenazados
Un informe del Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (Cepredenac), algunos de los factores de vulnerabilidad asociados al cambio climático y los fenómenos naturales son: La concentración en zonas de riesgo de grupos sociales muy vulnerables con una baja capacidad económica para absorber el impacto de los desastres y recuperarse de sus efectos; el inapropiado uso de la tierra y los asentamientos humanos en áreas propensas a amenazas como laderas de ríos y humedales, combinado con condiciones de vida, frágiles e inseguras, con escasa infraestructura social y de servicios
También, el empobrecimiento de las zonas rurales y el incremento progresivo de los niveles de amenaza a través de los procesos de degradación ambiental; una débil capacidad de reducción y gestión del riesgo dentro de los procesos de desarrollo por parte de instituciones públicas y privadas y de los gobiernos nacionales y locales.
Otro factor adicional que condiciona la ocurrencia de desastres es el empobrecimiento rural que caracteriza a importantes franjas de la población centroamericana, cuyas condiciones de vida se han visto deterioradas y dependen de complejas estrategias de subsistencia como la emigración estacional.
También, inciden, el proceso acelerado de urbanización sin adecuadas medidas de gestión ambiental, suficientes dotaciones de infraestructuras de drenaje fluvial, doméstico o industrial e insuficientes sistemas de distribución de agua potable. A ello se suma, la marginación económica y las pobres condiciones de empleo, educación y salud, las cuales constituyen componentes importantes de una vulnerabilidad social aguda, señala la Cepredenac.
Hoy, la región centroamericana se prepara para un nuevo embate de la naturaleza, donde la llegada de los ciclones ya no espera de cinco años a dos décadas, pues en menos de dos semanas, dos meteoros generan angustia, zozobra e incertidumbre en la mayoría de sus habitantes, que deben, acostumbrarse a convivir con los efectos que el cambio climático está generando de mano de la naturaleza. (PD)