El concepto de brecha digital se refiere a cualquier tipo de distribución desigual en el acceso, uso, o apropiación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales, tratándose no solamente de un asunto de tecnologías, sino también de aspectos sociales que tienen impacto en múltiples dimensiones de la vida humana y que en el caso particular de lo económico se convierten en un lastre para su crecimiento.
¿Por qué las Brechas Digitales afectan el crecimiento económico?
Cuando se trata del concepto de Brecha Digital, es importante abordar múltiples dimensiones, tanto académicas como técnicas, toda vez que no nos referimos a un fenómeno particular, sino de la sumatoria de consecuencias y asimetrías derivadas de los procesos de implementación tecnológica, en comunidades y grupos sociales.
Para Benjamin M. Compaine, autor del libro The Digital Divide, el concepto de “brecha digital” se refiere a la división percibida “entre aquellos que tienen acceso a las tecnologías de la información y la comunicación contemporáneas y aquellos que no”[1] razón por la cual aquellos que no tienen este acceso, terminan quedándose en una evidente desventaja económica y social respecto de los demás.
En términos prácticos, en el momento histórico actual, se reconoce socialmente como factor determinante para medir la brecha digital: “La falta de acceso a Internet”, ya sea por la ausencia de conectividad, la mala calidad de esta o por el desconocimiento en su uso[2], siendo estos tipos de brechas, posiblemente las más estudiadas y analizadas hasta ahora.
Para entender el impacto y las dimensiones, resulta de mucha utilidad el recientemente publicado reporte 2020 de Datareportal en asocio con Statistas, Globalwebindex: GSMA, “We Are Social” y Hootsuite”, que evidenció como a nivel global, 4.500 millones de personas tienen acceso a Internet, lo que constituye un 59% de la población mundial, con un factor de proporción equivalente a un “59/41”[3], es decir que alrededor de 3.200 millones de personas no tienen acceso a Internet en el mundo.
El mismo estudio afirma que los mejores indicadores se los lleva Europa como continente en su conjunto con un relación 90/10, aunque si reducimos la muestra exclusivamente a Europa Occidental la cifra sube a un 93/7. En el caso de América del Norte la proporción es 87/13[4].
En América del Sur, alrededor de 120 millones de personas no cuentan con acceso a Internet en la región y 302 millones aproximadamente, si lo tienen. Con un acceso del 70% y una proporción equivalente al 70/30[5]. La cifra de centro américa y el caribe es similar con una relación de 67/33.
Si bien a simple vista las cifras de Latinoamérica no parecieran ser tan desalentadoras como las de África (27/73) [6], existen otras variables decisivas y que no son tenidas en cuenta en muchos de los informes y de las estadísticas: El ancho de banda[7] que en términos simples se traduce en velocidad de conexión[8].
Transformación e Interrupción Digital
Si bien la conectividad juega un rol preponderante al momento de analizarse el fenómeno de la Brecha Digital, un factor posterior y quizás mucho más complejo de intervenir es el de los usos y apropiaciones, una capa de mayor complejidad.
Para Andréas Kaplan, en el texto Transformación e interrupción digital[9], afirma que la transformación digital es el cambio referido a la aplicación e implementación práctica de tecnologías digitales en todos los aspectos de la sociedad humana, siendo la tercera fase de la digitalización de las tecnologías de información y comunicación, es decir el tercer nivel de implementación de la digitalización. La digitalización, desde la perspectiva social, como ha ocurrido desde la aparición de la computadora hasta nuestros días, ha experimentado de forma sistemática, incluso redundante y en algunos pocos casos lineal, un ciclo que se compone de tres elementos: la competencia digital, el uso digital y la transformación.
El primer elemento se refiere al proceso de alfabetización digital, es decir la adquisición por parte de los ciudadanos de las competencias suficientes para comprender y dimensionar los recursos digitales. Es un proceso que, aunque apoyado en cierta forma en los sistemas formales de educación, se dio orgánicamente, jalonada por la novedad y la necesidad de adaptar las tecnologías nacientes, por lo que se desarrolló una clara cultura de la autodidáctica.
El segundo elemento, el uso digital, como su nombre lo indica, se refiere a la aplicación del conocimiento para el aprovechamiento de los recursos digitales disponibles, el cual impactó aún más claramente a múltiples sectores, revelando la tecnología como un “facilitador” tanto de la vida cotidiana como de los sectores educativo, productivo, gobiernos, administrativo, entre otros. Este elemento, a pesar de hacerse ubicuo y de influir de manera definitiva en muchos aspectos de la vida, seguía apareciendo como algo “complementario”.
El tercer elemento, es el de la transformación digital, que a través de la innovación y la creatividad genera nuevos usos, obteniendo mejores y novedosos resultados, respecto de los esquemas tradicionales de aprovechamiento de las tecnologías digitales[10]. Las tecnologías y usos digitales dejan de ser complementarios y se convierten en la columna vertebral de innumerables procesos, e incluso son el proceso mismo.
Brecha Digital y Rezago Económico
El reciente informe del Banco Mundial Efecto viral: COVID-19 y la transformación acelerada del empleo en América Latina y el Caribe[11] hace un particular énfasis en la importancia que tiene ampliar drásticamente el acceso a Internet y la penetración de la telefonía inteligente, en los entornos laborales, sin importar si son rurales o urbanos, dejando claro que este es un factor determinante para el crecimiento económico a nivel global, resaltando que la significativa brecha digital en América Latina, en lugar de promover la igualdad tiende a exacerbar las inequidades y por consiguiente se convierte en un lastre para el desarrollo económico[12].
“Cerrar esa brecha, promover la creación de capital humano y abrir oportunidades en el mercado laboral del futuro a la enorme masa de trabajadores que hoy integran la economía informal, fuertemente golpeada por la pandemia, son desafíos impostergables para garantizar el desarrollo y crecimiento económico en toda la región[13]”.
Carlos Felipe Jaramillo, quién es vicepresidente del Banco Mundial para la región de América Latina y el Caribe, en un artículo recientemente publicado en el diario El País de España[14], afirmó que las políticas económicas de la región deben ir acompañadas no solamente de incentivos fiscales, laborales y monetarios, sino también de una decidida inversión de los gobiernos en el terreno de la inclusión digital:
“Para aprovechar las oportunidades de crecimiento que hay en muchos sectores de la economía, será necesario promover la innovación, mejorar la productividad y, sobre todo, dar un fuerte impulso a la inclusión digital. Las ventas a través de plataformas de comercio electrónico, los servicios en línea y la supervivencia de miles y miles de pequeñas y medianas empresas durante la etapa de distanciamiento social fueron posibles gracias al acceso a Internet en millones de hogares”. Carlos Felipe Jaramillo[15]
Es por lo anterior que la disminución de la brecha digital no es un asunto que competa exclusivamente a los gobiernos, sino que debe ser una responsabilidad compartida multisectorial, que incorpore la voluntad y compromiso de organismos multilaterales, empresa privada y por supuesto de los gobiernos.
En Conclusión, el fenómeno de la brecha digital no solo constituye un problema social muy significativo en todo el mundo, sino que tiene también impacto en la economía, convirtiéndose en un lastre que no permite el crecimiento económico en América Latina, razón por la cual se requiere de una decidida inversión económica por parte de los gobiernos, no solamente en temas de redes e infraestructura sino también de capacitación y formación.
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