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Boris Johnson, un año de hitos y sueños frustrados

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Londres – El primer ministro británico, Boris Johnson, ha vivido un año de emociones fuertes desde su acceso al poder el 24 de julio de 2019, en el que su rotundo triunfo en las urnas y la ejecución del Brexit se han combinado con polémicas en el Gobierno, críticas a su gestión, su sexto hijo y un roce con la muerte tras contagiarse de COVID-19.

Doce meses después de sustituir a Theresa May, primero en unos comicios internos, Johnson, el dirigente conservador más popular en décadas, se encuentra ahora en un posición debilitada, con el líder laborista, Keir Starmer, acechándolo en las encuestas por su manejo de la crisis sanitaria, la negociación con la Unión Europea (UE) y la aparente disfunción dentro del Ejecutivo.

De un pico del 63 % de aprobación ciudadana tras su hospitalización el 5 de abril con el nuevo virus, el político del pelo rubio tiene en julio un apoyo del 39 %, y su Gobierno pasó de un 52 % al inicio del confinamiento el 23 de marzo a un 32 % en la actualidad.

ASCENSO COMO PRIMER MINISTRO

Cuando May fue forzada a dimitir al no conseguir el apoyo del Parlamento a su acuerdo de salida de la UE, Johnson, que había sido su ministro de Exteriores, la relevó al vencer en unas elecciones primarias con un 66 % del voto de la base conservadora.

El 24 de julio de 2019 heredó el cargo de primer ministro y líder conservador con una menguada mayoría parlamentaria, lo que le llevó a impulsar dudosas tácticas para cumplir su promesa de lograr un Brexit duro o ruptura total con el bloque.

El 28 de agosto pidió a la reina Isabel II que aplazara las sesiones parlamentarias, a fin de eludir una moción de censura de la oposición o los intentos de los diputados proeuropeos de detener una retirada abrupta.

El 24 de septiembre, el Tribunal Supremo declaró ilegal esa suspensión del Parlamento durante cinco semanas, que impedía a los parlamentarios ejercer su labor ante la por entonces segunda fecha programada del Brexit, el 31 de octubre de 2019.

Tras reanudarse las sesiones, Johnson logró renegociar con la UE un tratado de salida, parecido al de May pero con otras condiciones para Irlanda del Norte, que continuaría armonizada con el mercado único para evitar una frontera física en la isla de Irlanda.

Obligado por un Parlamento europeísta, tuvo que pedir otra prórroga de la fecha de retirada hasta la definitiva del 31 de enero de 2020 y, con el apoyo de la oposición una vez eliminada la amenaza de un Brexit no negociado, pudo finalmente convocar elecciones anticipadas.

HISTÓRICA MAYORÍA ABSOLUTA

Con el lema «Ejecutemos el Brexit», Johnson ganó por mayoría absoluta los comicios del pasado 12 de diciembre, donde conquistó el voto laborista favorable a la salida de la UE, lo que causó la caída de su némesis, el socialista Jeremy Corbyn.

Convertido en todopoderoso primer ministro (PM, en inglés) y aconsejado por Dominic Cummings, estratega de la campaña del Brexit, impulsó medidas populistas para satisfacer a los nuevos votantes del norte de Inglaterra y erigirse como un líder capaz de inspirar la renovación del país.

Sin embargo, con la llegada del coronavirus al Reino Unido el pasado enero, los sueños de Johnson, gran admirador de su predecesor Winston Churchill, se vieron frustrados por la urgencia de combatir la pandemia y posteriormente reconstruir la economía.

LAS PESADILLAS DEL VIRUS Y LA UE

Tras satisfacer su ambición de formalizar el Brexit el 31 de enero de 2020, el nuevo Gobierno británico se vio pronto absorbido en atención y recursos por la emergencia sanitaria, que ha situado al Reino Unido como primer país de Europa y tercero del mundo más castigado por la COVID-19.

Instalado en el liderazgo laborista desde el 4 de abril, Starmer, ex fiscal del Estado, ha acusado al Ejecutivo de lentitud en ordenar el confinamiento; escasez de equipamiento de protección en el sector sanitario; fallos en el sistema de detección y rastreo de contagios y numerosas capitulaciones, como la postergada reapertura de las escuelas.

La gran promesa de Johnson de invertir en el norte inglés para afianzar su nueva base electoral ha quedado en suspenso cuando el país afronta una recesión histórica, con un déficit inédito y una contracción de la economía prevista este año de más del 14 %.

Paralelamente, las negociaciones con la UE para un futuro acuerdo comercial, suspendidas durante semanas, se han retomado cara a cara este julio con «diferencias persistentes» en asuntos clave como la pesca, la equivalencia normativa para garantizar una competencia justa y la supervisión jurídica del eventual tratado.

Después de que Johnson rechazara prorrogar el periodo de transición, que acaba el 31 de diciembre, el Reino Unido se encamina a una posible ruptura con la UE sin pacto bilateral, lo que, si bien complace a muchos conservadores, puede abonar las dudas sobre su competencia como jefe del Gobierno.

A la sensación de que carece de habilidad o proyecto político contribuye la influencia que ejerce Cummings, al que defendió contra viento y marea cuando se supo que en marzo había violado las normas del encierro que él mismo había diseñado.

ALEGRÍAS Y DRAMAS EN LA VIDA PERSONAL

En la época en que su principal asesor se saltó el confinamiento, el propio Johnson, de 56 años, enfermó de COVID-19 y el 5 de abril ingresó en un hospital, del que salió una semana más tarde tras pasar tres días en cuidados intensivos al borde de la muerte, según admitió después.

Al mismo tiempo, su novia, Carrie Symonds, de 32 años, con quien vive en la residencia oficial de Downing Street, esperaba el primer hijo de ambos y sexto del primer ministro, que tiene cuatro con su segunda esposa, Marina Wheeler – de la que se divorció el pasado febrero – y otra hija de una relación extramatrimonial.

Wilfred Lawrie Nicholas Johnson nació el 29 de abril, dos días después de que su padre se reincorporara al trabajo al término de su convalecencia, una noticia alegre en un año de altibajos que es solo el principio de su mandato.

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