Tegucigalpa – La «baleada», platillo que antes de popularizarse con ese nombre ya era parte de la dieta de obreros de las bananeras en el norte de Honduras, no ha escapado de los cambios y ahora van desde una sencilla tortilla de harina de trigo con frijoles fritos y queso rallado, hasta las «megabaleadas» que llevan «de todo».
Una «baleada sencilla», siempre doblada, lleva frijoles fritos, queso rallado y mantequilla, o solamente uno de los dos lácteos.
Pero dependiendo el gusto del comensal, también hay puestos callejeros, pequeños y grandes restaurantes de comidas rápidas en las que el menú de la «baleada» ofrece, entre otras guarniciones, huevo revuelto, chorizo, carne de cerdo frita, de res o pollo.
No faltan los que le añaden aguacate, quesillo, plátano maduro frito, encurtido con cebolla, guacamole, rodajas de chile jalapeño o alguna salsa. Así han surgido la «hiperbaleada», «megabaleada», «superbaleada» o la «chuchibaleada», emulando al sushi japonés.
En Tegucigalpa han proliferado puestos de «baleada» en calles y bulevares, algunos bajo una carpa, paraguas o al aire libre.
Para Viviana Coello, los primeros «ingredientes» para preparar sus «baledas», platillo de pobres y ricos, son «amor y dedicación».
Las «baleadas» de Coello, como en la mayoría de negocios, van desde «la sencilla» hasta las «con todo», esta última a un coste de 35 lempiras (1,4 dólares) porque «es como un desayuno completo».
Coello recordó que hacer la tortilla de harina es fácil y que sus ingredientes son harina de trigo, agua, sal y manteca vegetal. La masa, cortada en pequeñas bolas se deja reposar por varios minutos antes de estirarlas, en algunos casos con la ayuda de un utensilio circular de metal o madera, o simplemente a mano.
El negocio de Coello está situado frente a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah) y, según explicó, por la «alta demanda», todos los días preparan 250 libras (113,6 kilos) de harina para hacer unas 1.700 «baleadas», que se venden entre las 06:00 y las 17:00 horas locales (12:00 a 23:00 GMT).
Coello invitó a nacionales y extranjeros a que visiten su puesto de «baleadas», porque «son buenas» y es el platillo «que nos caracteriza a los hondureños en el mundo».
En el mismo bulevar que lleva a la Unah, otras tres mujeres están al frente de dos puestos de «baleadas», distantes a unos 100 metros el primero con el segundo.
El primero lo atiende en una acera Xochitl Martínez, de 25 años, quien dijo a Efe que llega a su puesto a las 04:30 horas (10:30 y termina a las 09:00 (15:00 GMT), tiempo durante el que vende 100 «baleadas».
La jornada de Xochitl, quien desde los 11 años trabaja en eso, continúa de las 15:00 a las 22:00 horas locales (de las 21:00 a las 04:00 GMT) en otro puesto frente a la Unah, como parte del negocio familiar que tiene con su madre, Gianina Sierra.
Los bártulos que utiliza Xochitl por la mañana, cuando vende «baleadas sencillas y con huevo revuelto, entre ellos una mesa, tres sillas de plástico, una plancha que funciona con un cilindro de gas licuado de 25 libras (11,3 kilos), ollas y envases grandes con refrescos naturales, los carga en un pequeño coche de trabajo su padre, Wilfredo Valle.
El segundo puesto es el de las hermanas Nohemy y Crisbel, de unos 22 años, quienes atienden a sus clientes de las 06:00 a las 10:00 horas como parte de otro negocio familiar. Por su trabajo reciben una paga diaria de 200 lempiras (ocho dólares) cada una.
Ambas recién han concluido su educación secundaria a distancia y sueñan con ser profesionales universitarias, Nohemy quiere ser enfermera y Crisbel ingeniera civil, «o cualquier otra carrera».
Las «baleadas» de las dos hermanas, en cinco versiones, también son una tentación y su coste oscila entre 10 y 22 lempiras (de 40 a 88 centavos de dólar).
Crisbel indicó a Efe que las ventas han caído y que no sueña con tener su propio puesto de «baleadas», sino con un título universitario y «trabajar en el Gobierno».
Nohemy analiza si estudiar enfermería o trabajo social, pero mientras llega el tiempo para comenzar en la Unah el próximo año, ambas continuarán vendiendo el platillo más popular de Honduras.
En San Pedro Sula, La Ceiba y El Progreso, norte, tres hondureñas se atribuyen desde hace varías décadas el nombre de la «baleada», dos de ellas asociándolo con una mujer que habría resultado herida de bala en un tiroteo cercano a sus negocios.
La tercera asegura que se le ocurrió a ella, que la tortilla representa la cápsula de un proyectil, los frijoles la bala y el queso rallado la pólvora. La idea le habría surgido viendo a su padre cómo hacía las balas cuando iba de cacería, cerca de La Ceiba.
Lo cierto es que, aunque sin el nombre que la ha hecho famosa, la tortilla de harina de trigo con frijoles fritos, queso o mantequilla, surgió en los barracones de las fincas bananeras de una multinacional estadounidense, según apuntes históricos.
Entonces, el platillo era consumido por lo general el domingo, para variar el menú de los curtidos obreros de las bananeras y sus familias en el norte de Honduras.