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Antiguos vecinos de Mandela recuerdan al héroe fallecido

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Johannesburgo- Una semana después de su muerte, antiguos vecinos de Nelson Mandela recordaron hoy su relación con el hombre que derrotó al régimen racista del «apartheid», en escenarios cruciales de la vida del que fue el primer presidente negro de Sudáfrica.
 

«Solía venir aquí y sentarse a hablar con mi padre. A veces pasaban horas, y algunos días comía aquí», dice a Efe el indio sudafricano Husein Bulbulia, al señalar un viejo taburete.

Bulbulia, musulmán de larga barba blanca, regenta una tienda de ropa y accesorios en la antigua zona minera de Ferreirasdorp -junto al centro de Johannesburgo-, donde se extrajo el primer oro encontrado en la ciudad y donde se establecieron los primeros buscadores del metal precioso que fundaron la urbe.

Hasta la tienda familiar de Bulbulia caminó muchos días Nelson Mandela desde el cercano despacho de abogados que en 1954 fundó con su compañero de lucha Oliver Tambo, el primero regentado por negros de la historia de Sudáfrica.

«Era paciente, afable. Sabía escuchar y ya tenía una visión clara del mundo y de la vida», rememora el tendero, al repasar las historias que le contaba su padre, Mohammed Suleiman, sobre sus horas con Mandela, que entonces tenía algo más de treinta años.

«Hablaban de religión, bromeaba (Mandela). Aprendió mucho del profeta Mahoma y de su apuesta por el perdón y la reconciliación», asegura Bulbulia, que destaca la cercanía del expresidente con la comunidad india.

Cerca del negocio de Bulbulia y frente al edificio que albergó el bufete de Mandela y Tambo, se alza una imponente imagen de seis metros de un joven Madiba -como se conoce al exactivista en su país- practicando boxeo.

Tras apartar el taburete acolchado donde se sentaba Mandela, Bulbulia se enfunda los guantes y boxea con vigor, como debió hacerlo en su juventud como aficionado a este deporte que también apasionaba al líder «antiapartheid».

Cuando se cansa, se apoya en el mostrador y reflexiona: «no nos conocemos porque vivimos separados, y nos odiamos porque no nos conocemos».

«Eso era lo que quería el ‘apartheid’, y lo que combatió Mandela», dice el comerciante, que recuerda como en los años noventa, después de que Madiba saliera de la cárcel, pudo saludarle en un partido de crícket de Sudáfrica contra Pakistan.

«Le pregunté si conocía a (su padre) Mohammed Suleiman. ‘Pefectamente’, me contestó, antes de que nos separaran sus guardaespaldas», rememora el tendero.

A dos calles del comercio de Bulbulia, tiene su tienda de fuegos de artificio el chino sudafricano King K. L. Pon.

Una foto de un joven Pon con Madiba adorna la entrada del comercio.

«Conocí a Mandela en 1995, cuando vino a visitar a mi familia tras la muerte de mi hijo en un atraco», señala Pon, a quienes sus empleados llaman con sorna por su nombre, King («Rey», en español).

«Es un hombre que siente el dolor de los demás. Eso lo hace superior al resto», opina el comerciante de origen oriental.

La relación de la familia Mandela con King y la suya no se limita a esta emotiva visita, pues la segunda esposa del expresidente, Winnie Madikizela-Mandela, compra a Pon desde hace lustros fuegos de artificio para los cumpleaños de sus nietos.

El negocio de King lleva abierto más de setenta años, pero nadie de su familia tuvo contacto con Mandela durante su época de abogado en Ferreirasdorp.

«Vivíamos separados de otros grupos raciales. El ‘apartheid’ fue muy eficaz segregándonos», se lamenta Pon.

Ni siquiera la fama ni el bienestar han apartado a los Mandela de esta zona, bulliciosa, modesta y con fama de insegura desde la llegada de la democracia en 1994.

«Starlite Fashions» es un negocio indio de ropa situado en el cruce entre las calles President Street y Diagonal.

En President Street, aparcó el pasado lunes su coche Winnie Madikizela-Mandela.

Escoltada por sus guardaespaldas y acompañada de dos señoras, compró en «Starlite Fashions» cuatro trajes negros.

«Dos para ella y dos para las señoras», explica, vestida con un sari indio, la propietaria, Bhadra Parbhoo.

«La vimos por la tele en el oficio religioso del martes en el FNB (estadio de Johannesburgo que albergó la ceremonia religiosa en memoria de Mandela) y llevaba uno de los trajes que compró aquí», dice Nirish Morar, sobrino de Parbhoo.

Winnie estaba triste y circunspecta, pero fue muy amable con todos y prometió volver.

Desde la calle, los transeúntes la aclamaban, y, apostados en la puerta, los guardaespaldas permitían que pudiera hacer la compra para honrar con la indumentaria adecuada a Mandela, el amor de su vida.

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