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Alice Munro se mantiene fiel a sus impulsos incluso para recibir el Nobel

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Toronto (Canadá) – Horas después de anunciarse que el Premio Nobel de Literatura de este año era para la canadiense Alice Munro, la Academia Sueca se vio obligada a escribir en su cuenta de Twitter que todavía no había podido comunicarse con la ganadora porque no atendía el teléfono.
 

«Estamos tratando de hablar con Alice Munro para nuestra tradicional entrevista por teléfono. Todavía (sale) el contestador automático», escribió la Academia Sueca.

Una buena amiga de Munro y otra de las escritoras canadienses más reconocidas en todo el mundo, Margaret Atwood, también recurrió a Twitter para bromear sobre la imposibilidad de comunicarse con la última ganadora del Nobel de Literatura.

«¡Todo el mundo me está llamando para escribir sobre Alice! (Alice sal de detrás del cobertizo y levanta el teléfono)», escribió la aclamada escritora.

El editor durante más de tres décadas de Munro, Douglas Gibson, confesó que tampoco había conseguido hablar con la escritora y sólo había recibido una declaración en la que la autora de la colección de cuentos «Dance of the Happy Shades» (1968) expresaba su gratitud.

«Estoy asombrada y muy agradecida. Estoy particularmente contenta de que el conseguir este galardón satisfaga a tantos canadienses. Y también estoy contenta de que esto atraiga más atención para la literatura canadiense», dijo Munro.

Para muchos canadienses, la anécdota de Munro no esperando pegada al teléfono la llamada de la Academia sueca resume la personalidad y modestia de una escritora que creció en una pequeña comunidad rural de Canadá y se ganó a base de esfuerzo el reconocimiento nacional e internacional sin tratar de «llamar la atención».

El primer ministro canadiense, Stephen Harper, felicitó a Munro a través de un comunicado y recordó que es la primera mujer canadiense que recibe el Premio Nobel de Literatura.

«Los canadienses están enormemente orgullosos de este notable logro, que es la culminación de una vida de excepcional literatura», dijo Harper.

Nacida en Wingham, una pequeña localidad del suroeste de la provincia de Ontario, Munro ha pasado toda su vida entre esa zona rural en la que su familia tenía una granja de visones y la ciudad de Victoria, a la que se mudó en 1963 y donde regenta la librería «Munro’s Books».

Precisamente fue en Victoria, en la isla de Vancouver, donde le sorprendió a las 4.00 de la madrugada hora local la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura.

Una de sus hijas la despertó para decirle que había ganado el prestigioso galardón y poco minutos después, un periodista de la televisión pública canadiense, la CBC, consiguió ser una de las pocas personas que se comunicaron con la escritora.

«Maravilloso», dijo Munro con una evidente felicidad en su voz cuando se le preguntó qué pensaba. Pero su alegría se transformó en indignación cuando se le comunicó que sólo era la decimotercera mujer en recibir el galardón literario.

«Es atroz», dijo con incredulidad.

Y es que sus escritos reflejan con frecuencia las dificultades de jóvenes mujeres en el mundo de hoy, algo que la propia autora reconoce que tiene mucho de autobiográfico.

En una entrevista con «The New Yorker» reconocía que la mayor dificultad que ha tenido para escribir no fue compaginar su vida de madre de familia y ama de casa con la labor creativa.

«Era el tipo de norma de que las mujeres que intentaban hacer algo tan extraño como escribir eran indecorosas y probablemente negligentes», dijo en la entrevista de 2012.

Ahora, su edad, 82 años, es el principal obstáculo para Munro.

Hoy confirmó que no piensa escribir más, algo que ya anunció este año en una entrevista con el periódico «National Post».

«Me estoy haciendo bastante vieja», dijo hoy a CBC.
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