Tegucigalpa – Las reuniones del gabinete del Presidente Donald Trump con sus Secretarios (Ministros) se parecen cada vez más a los que sostiene en Corea del Norte el líder máximo Kim Jong-un con sus fieles ministros.
Es decir, más vale adular al gran jefe y mostrar su gran lealtad que antes de exponer los problemas de su departamento y cómo resolverlos.
Las reuniones del gabinete de Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca se han convertido ya en algo grotesco. Se puede esperar que en Corea del Norte, una dictadura totalitaria comunista, pase eso, pero en Washington hay, se supone, una democracia occidental.
Lo que pasa ahora es que desde que Trump llegó, por segunda vez a la presidencia, los hábitos de la Casa Blanca han cambiado y lo que se valora antes que todo, es la máxima lealtad al “Gran Jefe”. En las propias palabras de Trump, “they have to kiss my ass” (besarme el trasero). Por no usar otra palabra más grosera…
Un caso: el Secretario de Salud (ministro) Robert Kennedy Jr, (hijo del asesinado Robert Kennedy cuando aspiraba a la presidencia, le dice a Trump que en los tiempos de su tío, el asesinado presidente John F. Kennedy, “la decoración de la Oficina Oval de la Casa Blanca lucía muy aburrida, pero ahora, bajo su dirección luce extraordinaria”. Y Trump, con los ojos cerrados, concuerda con lo dicho del polémico Secretario de Salud que quiere cancelar buena parte de las vacunas para niños (como la del sarampión) por medicina natural.
El Secretario de Estado (asuntos exteriores), Marco Rubio, le dice a Trump que fue elegido como el presidente de los trabajadores americanos y lo dice uno “con cuatro trabajos a la vez”.
Y el ex senador por Florida, de origen cubano, es el único de los miembros de gabinete que nunca sonríe. Debe ser su conciencia la que le preguntará en lo que se ha convertido. Y más ahora que tiene posibilidades de reemplazar a Trump cuando termine sus cuatro años como presidente, junto a un futuro rival, el ex vicepresidente J.D. Vance.
Otras alabanzas:
Scott Bessent, Secretario del Tesoro: “Nuestro país nunca ha estado tan seguro como ahora, gracias a usted. Nos ha salvado del precipicio. Ha restaurado la confianza en el gobierno”.
Pam Bondi, la Fiscal General: “Señor presidente, usted ha salvado al 75 por ciento de la población americana”, y se ha quedado muy fresca después de decir esta barbaridad.
Tulsi Gabbard, directora de Inteligencia Nacional: “Lo reconozco su liderazgo como campeón de la gente trabajadora”.
Lori Chavez-Deremer, Secretaria de Trabajo (ministra): “Le invito a que vea una enorme pancarta con su cara que he puesto a la entrada de mi ministerio, porque es la transformación del trabajador americano”.
Steve Witkoff, Enviado Especial para Oriente Medio: “Solo espero que el comité que concede los Premios Nobel de la Paz se de cuenta que usted es el mejor candidato”. Trump sueña con este premio.
Trump es un narcisista crónico y le encantan estas adulaciones, al mismo tiempo que exige una “lealtad cien por cien”. Y los Secretarios (Ministros) saben que para sobrevivir en el cargo hay que dorarle la píldora al presidente. En otras palabras, hacerle la pelota.