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«Adiós, padre», los fieles brindan una despedida solemne y sentida al papa Francisco

Ciudad del Vaticano.- Apenas había concluido el funeral por Francisco cuando una inmensa pancarta apareció en San Pedro del Vaticano con el texto «ADIÓS, PADRE», unas palabras que recogían con precisión el sentimiento reinante en la plaza: los católicos lloran no solo a un papa, sino a un pastor.

La plaza frente a la basílica de San Pedro y las calles colindantes rebosaron desde la madrugada de fieles que quisieron dar en persona su adiós a un pontífice muy apreciado por su humanidad.

El silencio hasta que comenzó la ceremonia solo era roto por los himnos que ensayaba el coro, las pruebas en megafonía, y el zumbido de un dron que sobrevolaba el lugar, hasta que tres cuartos de hora antes del inicio de la liturgia una religiosa comenzó a dirigir el rezo del Rosario.

En algunos rostros no era difícil percibir los estragos de muy pocas horas de sueño, especialmente entre quienes hicieron noche junto a la plaza o se levantaron muy temprano (o no durmieron) para conseguir un lugar privilegiado.

Mientras en el interior del templo los presidentes estadounidense, Donald Trump, y ucraniano, Volodímir Zelenski, abordaban la guerra y discutían de geopolítica, en el exterior se desplegaba toda la pompa vaticana para una de sus grandes ocasiones, que continuará con el cónclave y la elección del nuevo papa.

No es vano, desde hace justo dos décadas no moría un pontífice reinante, por lo que para muchos de los presentes, entre los que había un gran número de jóvenes y de mujeres, se trataba de la primera vez que  vivían algo similar.

Ovaciones cerradas

Pocos minutos después de las 10:00 hora local (GMT), las exequias daban comienzo en un ambiente de solemnidad y respeto.

No se oyeron con fuerza cánticos ni gritos, pero sí el aplauso unánime de los congregados cuando el féretro con Francisco salió del templo, y sobre todo, cuando regresó a él para iniciar el cortejo fúnebre hacia Santa María la Mayor.

A las 10:07 (08:07 GMT), la plaza estalló en una ovación cuando, una vez que los mandatarios internacionales, entre ellos Trump y los reyes de España, habían tomado asiento, el féretro apareció a hombros de los ‘sediarios’ tras atravesar la puerta central de la basílica para dar inicio al funeral.

El ataúd fue colocado en el centro del sagrado, frente al altar, sobre una alfombra y junto a un cirio encendido y se colocó encima el libro del Evangelio abierto, mientras los cardenales concelebrantes ocupaban sus puestos.

A partir de entonces, solo los aplausos a ciertas partes de la homilía del cardenal decano, Giovanni Battista Re, surgieron de entre la muchedumbre. El resto solo era respeto reverencial y una fuerte emoción.

Banderas nacionales (Colombia, España, Polonia, Portugal…) se alzaban sobre las cabezas de los presentes, rodeados por un cinturón de chalecos verdes, parte de los 3.000 voluntarios que movilizó la Protección Civil italiana para la ocasión.

Entre el gentío, los españoles José Miguel Gómez y Pilar López, que explicaron a EFE cómo pudieron entrar mucho más tarde que otros, sobre las ocho de la mañana, gracias a los tres niños de corta edad que llevaban en una mochila de bebé y dos carritos.

«Para nosotros es un día de alegría, pero también de esperanza. Vinimos por el Jubileo y nos encontramos con esta noticia, pero hemos tenido la suerte de poder vivirlo», explicó este joven de Yecla (Murcia).

A su lado, López explicaba que la vida del papa les ha marcado «sobre todo por cómo llamó a los cristianos a salir ahí fuera, a hacer ruido». Un ruido que, sin embargo, se troncó en un silencio de admiración en el funeral por Francisco. EFE/ir

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