Por: Otto Martín Wolf
Aunque vivimos en la era tecnológica más fabulosa en toda la historia de la humanidad, todavía hacen falta algunos inventos que, sin duda, nos harían la vida más feliz.
Por ejemplo, antes de la llegada de los celulares, cuando sólo había líneas fijas, daba cierto gusto pelearse por teléfono.
Después de un agarrón – para terminar una conversación enojosa- qué gran placer nos producía colgar chocando el aparato con toda fuerza contra la base, era lo que se llamaba “tirar el teléfono”.
Desde luego que la persona al otro lado de la línea no se daba cuenta de la violencia con que se aventaba el teléfono, pero de todas maneras qué gran satisfacción producía.
Ese gusto se ha perdido casi para siempre, por eso es necesario que con toda esa nueva tecnología alguien invente algo que, aplicado al celular, le proporcione a uno un placer parecido.
Sería como un “backtone” pero al revés, no sonaría con la llamada si no que, al colgar con furia, el otro recibiría un mensaje grabado que diría “te tiraron el teléfono” o “andate a la porra”.
Espero que pronto alguien lo invente, yo sería el primero en bajarlo en mi cel.
Por otra parte hay muchos que cuando hablan por celular lo hacen casi gritando. A veces con tanta fuerza que uno se pregunta si de verdad necesitan teléfono ya que, posiblemente, con ese volumen la otra persona quizá oiría de todas maneras aunque se encuentre al otro lado de la ciudad.
Por eso se me ocurre que el propio teléfono podría tener un “reductor personal de volumen automático”, que funcionaria así: Al detectar demasiado escándalo, lanzaría unas ondas neutralizantes hacia las cuerdas bucales del individuo, produciendo una especie de anestesia que evitaría las conversaciones gritonas que tanto incomodan a los que no tienen nada que ver.
Esa misma tecnología se podría aplicar para niños que lloran demasiado fuerte, idiotas hablando en el cine durante la película, perros ladrando en el vecindario a media noche y, también, políticos en discurso de campaña o suegras entrometidas.
Se imagina? Poderles reducir el volumen de todos los que hablan durísimo en restaurantes, cafés y lugares públicos!
También yo instalaría en mi carro lo que sería un “teletransportador de motos”, maravilloso aparato como de “Star Trek”, que enviaría a otra dimensión al menos por 24 horas a todas las malditas motos que se le atraviesan a uno a toda velocidad y sin ninguna prudencia. En cuanto la moto entra en el “campo magnético cubierto por el sensor cósmico”, se activaría el magnífico rayo teletransportador.
Piense, es mejor que vayan a otra dimensión y no al hospital o al cementerio (aunque a veces uno desearía que…)
Los ascensores modernos deberían tener un dispositivo para enviar una fuerte descarga eléctrica a todos aquellos que tocan más de una vez los botones, como si haciéndolo el aparato va a venir más rápido. Ya desde la segunda vez el infractor recibiría suficientes voltios como para dejarlo tranquilo y quieto en el suelo durante al menos once minutos.
En los semáforos, a la altura de la luz roja, conviene instalar una versión parecida, algo así como un rayo fulminante que sería disparado inmediatamente a los conductores de los vehículos que tocan el pito en cuanto la luz se pone verde. Este aparato debe tener la capacidad para cubrir el total de los carros de la fila.
Una extensión para eliminar a los limpia-vidrio, vendedores y malabaristas sería deseable.
Para finalizar, es vital que alguien invente un “cubre panzas automático”, que por cuenta propia cubra instantáneamente a toda mujer y hombre de esos que acostumbran mostrar su panza en público como si tuvieran el abdomen de Gal Galot (la Mujer Maravilla) o el mismísimo Leo di Caprio, produciendo náuseas aceleradas en todo el que observa el desagradable espectáculo.
Suenan demasiado fantásticos esos inventos?
Sí, pero quién sabe, a lo mejor…
