
Es ominoso comparar la red vial de Honduras con la de los otros países centroamericanos. La de Costa Rica, por ejemplo, cuya superficie es la mitad de la nuestra, mide 44 mil kilómetros, de los cuales, 40 mil están totalmente pavimentados. El Salvador, mire Usted, que tiene un territorio cinco veces más pequeño que el nuestro, administra una red vial de 30 mil kilómetros, de los cuales, 22 mil está correctamente pavimentados, siendo las carreteras primarias de una longitud de 3.5 miles de kilómetros.
Nuestro país da pena. Y luego nos preguntamos por qué somos tan subdesarrollados. Dice el viejo adagio que Francia no tiene buenas carreteras porque es un país rico, al revés es un país rico porque tiene buenas carreteras.
Siendo el país con mayor extensión del istmo, si no contamos los dos grandes lagos nicaragüenses, Honduras mantiene -y malamente- apenas 15mil kilómetros de carreteras, de los cuales, 6 mil, es decir, menos de la mitad, se distribuyen entre la red primaria y secundaria. El resto, casi el 60%, son prácticamente caminos de herradura. ¿Todavía tenemos dudas de el porqué de nuestra miseria?
Peor que tener las carreteras más exiguas, es que a su vez sean las más precarias. De los 3 mil 500 kilómetros que componen la red primaria, hay una espantosa mayoría que está literalmente destruida. A donde quiera que Usted vaya, tenga cuidado porque va a destruir su vehículo, correrá un riesgo enorme de accidentarse y hará añicos su paz interior.
¿Quién puede dudar de la importancia que tiene la infraestructura vial en la composición del desarrollo nacional? Los expertos del Banco Mundial aseguran en un estudio de 2015, que mantener adecuadamente la red existente, aumentaría en un 12% el PIB potencial del país, además, incrementar al doble la cobertura vial (Es decir, pasar de 15 mil a 30 mil kilómetros como en El Salvador), haría que la producción potencial mejorara en un 30%. ¡Imagine Usted, en cuanto mejorarían nuestras posibilidades de desarrollo si pudiésemos mantener una red más acorde con nuestra capacidad geográfica!
En síntesis, si existiera auténtica voluntad para mejorar la infraestructura carretera en el país, facilitaría una reducción de la pobreza de, al menos, 30 puntos porcentuales en la próxima década. ¿Si los pretendientes a ocupar la casa presidencial saben esto, ¿por qué no lo toman como su estandarte de lucha?
Es indispensable que las autoridades entiendan de una vez, la urgencia, no de reparar, sino de reconstruir e incrementar de forma significativa nuestra red de carreteras. Se facilita la producción agrícola, se mejora la conectividad industrial y se da un mayor valor agregado a los servicios, todo esto sin contar el ahorro en reposición de capital que absorbe una buena parte del PIB. ¿Cuántas llantas nuevas dejaríamos de comprar, cuanto gasto en repuestos y reparación de vehículos, ahorro de tiempo y combustible, disminución de pérdidas por facilitación logística ¡en fin! sería invaluable la mejora en el bienestar de la población, si tan solo se adquiriera conciencia de lo prioritario que es, para la sociedad, administrar con mayor responsabilidad este sector.
El peor obstáculo, sin embargo, es la gobernanza. ¿Quién no sabe que la mayor fuente de corrupción gubernamental en el país se instala en la secretaría encargada del ramo? ¿No es acaso esta dependencia, la fruta más deseada de todas las administraciones?
Quien ha manejado la infraestructura carretera, se convierte, casi por defecto, en un nuevo millonario, en un potentado merced a la venta de influencias, al otorgamiento descarado de licitaciones y, sobre todo, a la generación de capitales, conseguidos con descarado cinismo y desvergüenza.
Está claro que el cumplimiento de esta tarea por parte del sector público provoca los mayores desafueros crematísticos en la administración gubernamental. ¿Quiere Usted conocer a los futuros nuevos ricos del país? Búsquelos en la secretaría encargada de ese rubro.
Por supuesto, hay formas de cauterizar ese sangrado que tanta pobreza moral genera.
La instauración de mecanismos ciudadanos de control, el adecentamiento de la administración colocando allí a personas moral y técnicamente solventes, adecentando el servicio civil para que estén allí los que deben estar y no los que pegaron afiches en la campaña. Sin embargo, se ve difícil que algo pueda cambiar en el corto plazo, dado el triste escenario opolítico que tenemos enfrente.