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Camiones sin conductores, ciudades sin empleos

Gabriel Levy

Mientras se discutía en foros y parlamentos sobre el futuro del empleo y el libre comercio, un actor silencioso pero letal tomó la delantera: la inteligencia artificial sobre ruedas.

Los vehículos autónomos ya no son prototipos de feria tecnológica, sino realidades rodantes que avanzan directo al corazón del mercado laboral. Y en su camino, amenazan con borrar uno de los oficios más antiguos y extendidos del mundo: el de conducir.

El futuro del trabajo no será elegido, será impuesto

Durante siglos, el transporte ha sido una piedra angular de la economía. Desde las diligencias hasta los trenes de vapor, la figura del conductor —bajo múltiples formas— ha sido esencial para mover mercancías, personas, historias.

En el siglo XX, la masificación del automóvil y el auge del transporte terrestre consolidaron una fuerza laboral gigantesca.

Conducir se convirtió en una opción laboral accesible, flexible, y sobre todo, disponible para millones sin estudios avanzados ni habilidades técnicas especializadas.

Las estadísticas del Bureau of Labor Statistics de Estados Unidos confirman que más de 3.5 millones de personas viven de la conducción de camiones en ese país.

En México, según datos del INEGI, más de 700 mil personas dependen directamente del transporte de carga y pasajeros.

En la Unión Europea, se estima que más de 11 millones de empleos están ligados, de forma directa o indirecta, a la conducción de vehículos.

Ya en 2017, el economista David Autor advertía que “la automatización no destruirá todos los trabajos, pero eliminará en primer lugar aquellos que son rutinarios y predecibles” —y pocos oficios cumplen tan perfectamente con esa definición como el de conductor de vehículos. Hoy, con la irrupción de sistemas autónomos de nivel 4 y 5 —aquellos que ya no requieren intervención humana—, ese futuro llegó.

No es ciencia ficción, es una línea de producción

Empresas como Tesla, Waymo (subsidiaria de Alphabet, casa matriz de Google) y Aurora, entre muchas otras, ya prueban y en algunos casos operan flotas completas de vehículos autónomos en escenarios reales.

Los camiones sin conductor, supervisados remotamente o del todo autónomos, ya transportan mercancía entre ciudades en estados como Texas, Arizona o Nevada.

El argumento de venta es poderoso: eficiencia, reducción de errores humanos, eliminación de tiempos muertos y aumento de la seguridad vial.

Según datos de la National Highway Traffic Safety Administration, más del 90% de los accidentes de tráfico están relacionados con errores humanos.

Desde esa lógica, reemplazar al humano parecería, incluso, un acto de responsabilidad social.

Pero debajo de la superficie, se esconde una transformación que puede generar desempleo masivo en tiempos récord.

Porque no solo se trata de eliminar al conductor del camión. La cadena de empleos asociados a esta actividad —estaciones de servicio, talleres, paradas, hoteles de paso, formación de choferes— también sufrirá un impacto devastador.

En palabras del sociólogo Richard Sennett, “la tecnología cambia la naturaleza del trabajo antes de que la sociedad tenga tiempo de adaptarse”.

Y es ahí donde el problema adquiere una dimensión más profunda. ¿Qué hacemos con millones de personas desplazadas de un día para otro, sin una red de seguridad efectiva ni planes de reconversión laboral? ¿Cómo se reinserta en el mercado un hombre de 50 años que lleva dos décadas conduciendo un camión?

El sueño de conducir para sobrevivir se está desvaneciendo

Conducir, en muchos países, ha sido históricamente una salida de emergencia cuando todo lo demás falla. Cuando se pierde un empleo formal, cuando la economía colapsa o cuando alguien debe reinventarse sin muchos recursos, manejar un taxi, un Uber o una combi ha sido, y aún es, una tabla de salvación.

Es una actividad que no discrimina por edad, nivel académico ni estatus migratorio.

Sin embargo, esa red de contención está a punto de desaparecer.

Un informe de McKinsey & Company calcula que para 2030, hasta el 70% de los kilómetros recorridos por vehículos de reparto urbano en grandes ciudades podrían estar automatizados.

Es decir, serán realizados por máquinas. Según el World Economic Forum, la pérdida de empleos por automatización en transporte superará los 25 millones de puestos en la próxima década.

La velocidad de esta transformación está directamente relacionada con el incentivo económico: un camión autónomo puede trabajar 24/7, no cobra salario, no se enferma ni necesita vacaciones.

En un mundo donde la competitividad se mide por eficiencia, la presencia humana comienza a ser vista como un obstáculo, no una necesidad.

Y aunque se habla de reconversión laboral, el proceso real es complejo.

La alfabetización digital, el acceso a programas de formación técnica y la reinserción efectiva en nuevas industrias requieren tiempo, recursos y voluntad política.

Hasta ahora, esos ingredientes escasean.

Ya circulan por las autopistas del mundo

Varios casos ejemplifican cómo la revolución ya está en marcha.

Waymo, por ejemplo, opera una flota de robotaxis sin conductor en Phoenix, Arizona, desde 2020.

A mediados de 2024, comenzó a expandirse hacia San Francisco y Los Ángeles. Aurora, por su parte, está haciendo entregas reales con camiones autónomos en rutas interestatales.

La empresa TuSimple realizó en 2021 el primer recorrido completamente autónomo de un camión sin intervención humana, desde Tucson a Phoenix, más de 100 kilómetros.

En China, Baidu y Pony.ai ya recibieron permisos para operar taxis autónomos sin conductor de seguridad en varias ciudades. En Europa, países como Alemania y Suecia también han aprobado leyes para que vehículos autónomos de ciertos niveles operen comercialmente.

En América Latina, si bien la adopción es más lenta, empresas de delivery y logística comienzan a experimentar con unidades autónomas o semi-autónomas. Rappi, por ejemplo, ha invertido en vehículos pequeños de reparto autónomo en zonas de alto tránsito.

En México, se discute una reforma para permitir pruebas de camiones autónomos en zonas industriales.

La tendencia es global. Y con cada nuevo kilómetro recorrido sin conductor, la viabilidad tecnológica se convierte en viabilidad económica. Es solo cuestión de tiempo antes de que los grandes actores del transporte —DHL, FedEx, UPS, Amazon— adopten estos sistemas en masa.

En conclusión, la automatización de los vehículos de carga y transporte no solo cambiará el modo en que nos movemos y recibimos productos, sino que redibujará de forma radical el mapa laboral del planeta. Si no se crean medidas de protección social, educación técnica y nuevas oportunidades, la promesa del progreso podría convertirse en un campo de desempleo masivo. Porque cuando los camiones se manejen solos, ¿quién quedará al volante de nuestras vidas?

Referencias

  • Autor, David. “Why Are There Still So Many Jobs? The History and Future of Workplace Automation.” Journal of Economic Perspectives, 2015.
  • Sennett, Richard. La corrosión del carácter. Anagrama, 2000.
  • McKinsey & Company. “Autonomous Vehicles: The Road to Real Adoption.” 2023.
  • World Economic Forum. “The Future of Jobs Report.” 2023.
  • Bureau of Labor Statistics (USA), Occupational Employment and Wage Statistics.
  • INEGI, Censo Económico 2020.
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