Por Alberto García Marrder
Para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
En el nuevo gobierno caótico de Donald Trump en los Estados Unidos, ser periodista es una profesión de alto riesgo y poco futuro.
Trump acaba de declarar la guerra descarada a la prensa tradicional de ese país, la que podría ser un contra peso a su despótico gobierno, junto a los jueces. El congreso, con mayoría republicana, ya no lo es.
Quien diría que llegara el momento en que en la Oficina de Prensa de la Casa Blanca se permitiera la entrada a un periodista ruso del Kremlin y se le negara a uno de la prestigiosa agencia de noticias de la “Associated Press” . En este caso por negarse a aceptar la AP la denominación del Golfo de América al Golfo de México, como quiere el presidente en su segundo mandato.

Y en esa oficina de prensa, será la Casa Blanca, no la Asociación de Corresponsales que lo ha hecho por décadas, quien decida dónde se sentarán los periodistas (cosa muy importante) y quienes harán las preguntas y quienes viajarán en el avión presidencial.
(Por muchos años, acudí a esa oficina de prensa- que es muy pequeña-como corresponsal extranjero de una agencia española de noticias y siempre me tocaba estar de pie en los pasillos. Ahora es posible que no me dejen entrar por no ser “trumpista”)-
La intención de Trump, y la de los millonarios que lo adulan como Elon Musk, es claramente de intimidar a la prensa tradicional y de prohibirle el acceso a las fuentes de información. Y sobre todo, las filtraciones confidenciales de altos funcionarios.

A esto se añade que los propietarios de varios diarios, como el billonario Jeff Bezos (Amazon) del “The Washington Post” han puesto limitaciones en la cobertura informativa del gobierno de Trump para quedar bien con el presidente, de quien dependen para contratos de Estado.
Este nuevo condicionamiento al “The Washington Post” ( famoso por revelar el escándalo del Watergate que derrumbó al presidente Richard Nixon) ha provocado que más de 300,000 suscriptores de su versión digital se den de baja, en protesta.
Además, Trump juega con la prensa con su típico cinismo. En una visita en la Oficina Oval del Primer Ministro britanico, Sir Keir Starmer, un periodista le preguntó ( gracias a Dios que todavía hay periodistas que hacen preguntas incómodas) si todavía pensaba que el presidente de Ucrania, Volodymy Zelensky era un dictador, a lo que Trump contestó:
“Did I said that? I can not believe I said that…..next question please….”
(“Yo he dicho eso? No puedo creer haberlo dicho…..siguiente pregunta por favor”), a pesar que lo dijo en su sitio en internet “True Social”.
Trump ha hecho, a un mes de su segundo mandato presidencial, lo que hacen los dictadores como Vladimir Putin en Rusia (ahora su gran amigo) o Nicolás Maduro en Venezuela: amordazar a la prensa.
Y lo hace, en nombre de la “libertad de prensa”, pensando en darle mas espacio a los periodistas de blogs “trumpistas”, que lo elogian en vez de criticarlo.
Pero que esto pase en un país que se vanagloria de ser una democracia ejemplar es inaudito. Y como a Trump le gusta que lo elogien, ya hay congresistas republicanos que piden que se honre al “mejor presidente que ha tenido este país, solo detrás de Abraham Lincoln”, declarando un día feriado en su nombre o dar su nombre al aeropuerto Dulles de Washington.
Y cada día que pasa, Donald Trump se parece más, no a un rey como él se autoproclama, pero si a un emperador romano. Solo le falta la corona.