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El ‘show’ de Leigh Bowery llega a la Tate como tratamiento de choque para el siglo XXI

Londres – El mundo del diseñador, músico y artista de ‘performance’ Leigh Bowery (1961-1994), que revolucionó la escena nocturna londinense hace más de cuarenta años, llega a la Tate Modern de Londres como revulsivo para las nuevas audiencias del siglo XXI.

‘Leigh Bowery!’, que se presentó este martes a la prensa, recorre los 14 años de carrera del creador nacido en Australia, que falleció a los 33 en la capital británica de complicaciones relacionadas con el sida.

Sus estrafalarios vestidos, vídeos de sus actuaciones o los retratos que le hizo el pintor Lucian Freud (1922-2011), de quien fue una de sus musas favoritas, son algunas de las piezas que pueden verse en esta muestra, que abrirá al público entre el 27 de febrero y el 31 de agosto.

Taboo y el parto

Bowery, amigo del cantante Boy George, cimentó su reputación internacional al abrir la discoteca Taboo en 1985, un lugar de experimentación con el sexo y las drogas que terminó cerrando 18 meses después, no sin antes atraer a famosos como George Michael, John Galliano o el propio Freud.

Era una época de locura en Londres, con los Nuevos Románticos y el pospunk, donde todo parecía posible y el objetivo era romper moldes en la Inglaterra conservadora de Margaret Thatcher.

Sus diseños ‘kitsch’ marcaron tendencia en las principales pasarelas de Nueva York o Tokio y, en 1988, triunfó en la conocida galería Anthony D’Offay con una instalación en la que el público le veía acicalándose a través de un espejo.

En una de sus actuaciones más sonadas, Bowery escenificaba un parto con su menuda asistente, Nicola Rainbird -quien, aunque él era gay declarado, acabó siendo su esposa-, que aparecía ‘de sus genitales’ tras haber estado oculta dentro de sus medias debajo de una amplia camiseta.

Referencia actual

El historiador y crítico de arte James Hall, invitado a la presentación de este martes, comentó que el artista «utilizaba su cuerpo como escultura y lienzo».

«Expresaba una especie de exuberancia, muy en la tradición de Oscar Wilde, en que uno se convierte en la obra de arte, y también del surrealismo. Podemos ver una conexión con Salvador Dalí, por ejemplo, o Almodóvar», declaró a EFE.

Aunque sus extravagantes trajes de confección propia con toque fetichista y sus espectáculos escatológicos quizás no conmocionen ahora como entonces, Hall considera que su trabajo sigue siendo relevante para las nuevas audiencias.

«Lo más probable es que un joven que venga a ver la muestra habrá vivido toda su vida en el siglo XXI en un régimen de tonos grises, blancos y negros. Y llegará aquí y se encontrará con una explosión de color. Sería bueno que la gente lo viera y pensara: ‘sí, empecemos a experimentar con colores y formas y abandonemos esta era tediosa y aburrida del gris», manifestó.

La obra de Leigh Bowery es todavía una referencia entre los estudiantes de moda y los artistas de cabaret y ‘drag’.

«Me gusta el aspecto escénico y lo evocativa que puede ser. Es interesante porque abarca todo el abanico multimedia: no es solo moda o clubes nocturnos, se convierte en una gran práctica artística», dijo a EFE Jewls, estudiante en el Chelsea College of Arts.

Su colega Angel considera a Bowery una fuente de inspiración para rebelarse ante el mundo de hoy en día.

«Tenemos que hacer locuras, dejarnos ver. Hemos de ser únicos en un mundo donde somos silenciados y obligados a ser todos iguales. Es lo que me gusta de su legado», afirmó. EFE

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