Tegucigalpa, Honduras. La política -descrita por Carlos Fuentes como el arte de tragar sapos sin hacer gestos- es, también, la habilidad de decir te apoyo mientras das la espalda.
Esta semana hubo banquete de sapos y nadie arrugó la cara.
Tragó sapos la presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Rebeca Ráquel Obando, cuando un periodista le preguntó su opinión sobre el nuevo giro que dio el caso del juez Marco Vallecillo.
Tragó sapos el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, cuando en plena sesión legislativa recibió una llamada y suspendió la reunión para atender una emergencia.
Tragó sapos la bancada nacionalista cuando los dejaron con la palabra en la boca queriendo presentar una moción exhortativa contra el jefe del Estado Mayor Conjunto.
Tragó sapos la oposición nacionalista cuando el fiscal general y el fiscal de la Uferco utilizaron una cadena nacional como sala de juicios orales y públicos para acusar a uno de sus correligionarios.
Tragó sapos Nasry Asfura cuando nuevamente le tocó presentarse a los juzgados tras ser acusado por corrupción y obligado a pagar una millonaria fianza para defenderse en libertad.
Tragaron sapos los defensores de Derechos Humanos, que pensaron que la cadena del ente investigador y persecutor del delito era para anunciar la captura de los autores intelectuales de la muerte violenta del defensor ambiental Juan López.
Tragó sapos el fiscal general cuando se enteró de que lo denunciaron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Tragó sapos el ex gigante de las tres letras, JOH, cuando le contaron que su nueva carta pasó sin pena ni gloria.
Tragó sapos el autor de “la mitad es para el comandante” cuando le tocó desfilar por los pasillos del aeropuerto, arrastrando una maleta y tratando de no escuchar las murmuraciones que generaba a su paso. Anteriormente, también había tragado sapos cuando le pidieron la renuncia como secretario, como diputado, la renuncia de su hijo y la dimisión como coordinador de su movimiento político para entregárselo a su sobrina.
¿Adónde se dirigía Carlos Zelaya? El hombre se ha quedado solo desde que la pareja presidencial se desmarcara de él, escueta, pero públicamente.
¿Adónde se dirigía Carlos Zelaya? Horas después de que la embajadora del “gran hegemón” compartiera una tarde de amigas en la casa de campo de la mandataria, en una amena plática entre risas, cortesía y paseo por los jardines.
¿Adónde se dirigía Carlos Zelaya? A pocos meses de vencer el tratado de extradición con Estados Unidos.
¿Adónde se dirigía Carlos Zelaya? A cinco meses de las elecciones internas en donde la ungida del partido en el poder sorteará su primer reto para continuar con el plan refundacional.
Ya, en serio, ¿adónde se dirigía Carlos Zelaya? ¿Será que Laura lo hizo de nuevo?
El fenómeno “Carlón” es la soledad y el “exilio”. Lo vivió en carne propia el expresidente Juan Orlando Hernández, quien después de ser por años El Hombre más poderoso del país pasó a la llanura antes de lo que canta un narco.
Lo sabe su esposa, la exprimera dama y ahora precandidata presidencial Ana García, quien en sus días más oscuros convocaba a medios sin el acompañamiento del séquito de activistas, militantes y exfuncionarios que antes se vanagloriaban por estar cerca de la pareja presidencial, pidiendo atención y bendición.
También lo supo Tony Hernández, cuando su hermano le respondió “caiga quien caiga” y lo mandó a arreglar cuentas al país de los sueños, en donde se mal defendió solo y como pudo.
Lo supo Yani Rosenthal cuando regresó de cumplir su condena y varios de sus correligionarios lo miraban como quien lleva la marca de la bestia.
Lo identificamos cada uno de los hondureños, que miramos desde el palco cuan emperadores contemplan el espectáculo antidiplomático.
¡Bien hecho, políticos! Quien arruga la cara, pierde.