El nepotismo se define como la práctica corrupta e inmoral de favorecer a familiares o amigos cercanos en la concesión de puestos de trabajo, asignación de millonarios proyectos o el otorgamiento de jugosos beneficios, especialmente en el ámbito político o gubernamental.
Su raíz etimológica proviene del latín «nepos», que significa «sobrino» o «descendiente». Originalmente, se refería a la preferencia de los líderes eclesiásticos, especialmente la práctica de los papas en la edad media de privilegiar a sus parientes, especialmente a sus sobrinos para cargos eclesiásticos o cardenalicios.
En Honduras el nepotismo ha sido una práctica inveterada en todos los gobiernos. Los presidentes y funcionarios valiéndose de su alta investidura han copado las instituciones públicas de sus más cercanos parientes: esposas, hijos, amantes, sobrinos y hermanos, etc.
Algunos lo han hecho de forma solapada, tratando de cuidar y guardar las apariencias ante la opinión pública, pero otros de forma abierta y desvergonzada, tal como ha ocurrido en este gobierno, prácticamente administrado por clanes familiares en las instituciones públicas.
Esa nociva e inmoral practica se ha reflejado principalmente en el reparto de instituciones y carteras ministeriales entre la cúpula partidaria para colocar a su parentela o sus seguidores en cargos importantes y con jugosos salarios, soslayando y despreciando la meritocracia que debe primar en el aparato estatal.
Es así, que en la estructura gubernamental se han conformado poderosos feudos en diferentes secretarías e instituciones en las que gobiernan plenipontenciariamente los clanes de los Zelaya, los rixistas y los calixtos
Pero, además de estos, hay otros clanes que se han atrincherado en otras dependencias, una de ellas es la Secretaría de Relaciones Exteriores, en donde sus principales autoridades tienen a sus esposas, amigos, hijos, novias, cuñados y otros parientes en importantes puestos en el servicio exterior hondureño o en organismos internacionales. La lista es enorme.
En mayo del año pasado, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) publicó un informe, atacado visceralmente por el Gobierno, que puso el descubierto el nepotismo imperante en todo el aparato estatal hondureño, práctica que desde la oposición fue denunciada en la gestión de Juan Orlando Hernández por los que ahora dirigen el país.
Comenzando desde la familia presidencial hasta llegar a la exministra de Finanzas y ahora precandidata presidencial, Rixi Moncada, el CNA fue deshilvanando las redes familiares que están enquistadas en los tres poderes del Estado, al punto que la directora del organismo Gabriela Castellanos ironizó que el Consejo de Ministros se asemejaba a un árbol genealógico.
Sin duda, la figura metafórica es acertada y nada alejada de la realidad del país. El nepotismo presente en todos los gobiernos de forma subrepeticia, en la actual administraciòn se justificó y se instituyó por encima de la sana administración, la moral, la ética y las buenas costumbres.
Lo que antes se condenaba y atacaba con virulencia, hoy se justifica y avala, al punto que el polémico diputado oficialista Bartolo Fuentes se atrevió a elucubrar que entre los discipulos de Jesús se practicaba el nepotismo, ya que había relaciones filiales entre primos y hermanos. Vaya comparación más blasfema y descabellada.
Después del informe del CNA, el tema fue perdiendo relevancia y quedó relegado por otros problemas y escandalos de país, hasta este fin de semana cuando salió a luz pública que la ministra de Salud, Carla Paredes, había contratado a su hermana y cuñado, devengando salarios entre 4,000 y 8,000 dólares, bajo el argumento pueril que eran personas de su total confianza.
Las criticas de diversos sectores, de la oposición y del mismo oficialismo no se hicieron esperar, catalogando la acción como un hecho de corrupción, cinismo y falto de ética, lo cual ha sido refutado por la funcionaria, quien argumentó que sus parientes cuentan con las competencias para ocupar los cargos asignados.
Este nuevo hecho cuestionable, pone de manifiesto la necesidad de establecer normas y códigos de conducta de obligatorio cumplimiento que combatan y erradiquen de una vez por todas esta vieja y corrupta práctica en la administración gubernamental y se establezca una política estatal en materia de servicio civil que privilegie la meritocracia por encima del amiguismo, el clientelismo político, el compadrazgo y los privilegios familiares.
El nepotismo es nocivo en un gobierno porque se pierde la oportunidad de tener a las personas más calificadas y capaces en los puestos públicos, fomenta la corrupción, la ineficiencia y el mal manejo, pero también provoca la pérdida de confianza de la ciudadanía en la imparcialidad y transparencia de los actos públicos, lo que socava la legitimidad de las instituciones y el sistema democrático.
En conclusión, el nepotismo debilita la gobernanza efectiva, la justicia y la igualdad de oportunidades, lo que puede llevar a un gobierno menos eficaz y menos confiable, pero más allá de eso conduce al descontento y el repudio popular.