El “Estado” de negación de un gobierno con arquetipo forajido

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. En las ciencias de la comunicación y, específicamente, en la gestión de la imagen corporativa, se habla de diferentes arquetipos que describen la identidad de marca de una empresa u organización; son una especie de buyer persona que caracterizan milimétricamente su personalidad.

Uno de esos arquetipos es el forajido, que sobresale por su rebeldía, va en contra de las leyes y normas (pues considera que las normas se hicieron para romperse), busca promover el cambio, transformar, ser disruptivo y encuentran nuevas maneras e ideas para hacer todo. El forajido es tan rebelde que si no hay causa, se la inventan. ¿Quiénes se nos vienen a la mente?

El aparato gubernamental está repleto de arquetipos forajidos, si algo no les gusta, lo atacan hasta destruirlo. Si se critica la forma de gobierno, los pocos avances en la lucha anticorrupción, las promesas incumplidas, las violaciones a la Constitución, sus propuestas de ley, sus discursos, etc., siempre buscarán atacar a la persona y no el problema y -mucho menos- reflexionar para buscar mejoras o áreas de oportunidades.

El arquetipo forajido es tal que cuando otro forajido disiente con él, también lo reprime, ataca, margina y manda a callar, sin importar si también es “compa”, camarada o “alero de gaseadas”. (Véase Wilfredo Méndez, Nelson Ávila y Jorge Cálix).

Si le decimos a un forajido que su política anticorrupción no está dando resultados, se nos tirará encima con ira.

Si le señalamos al forajido que ha violentado la ley, dirá: “yo soy la ley”.

Si le recomendamos al forajido que tome acciones para que se respeten los derechos humanos de los sectores en situación de vulnerabilidad, dirán que solo estamos defendiendo a los grupos fácticos, patriarcales, opresores y hegemónicos. Eso y más, nos bloqueará a nosotros o a nuestros comentarios, pues a la estrategia de la negación le suman la del silencio cuando no les conviene oírse más que a ellos mismos. Esa es la moda de los actuales funcionarios y servidores públicos, empezando por la secretaria de Derechos Humanos: bloquear los comentarios y evadir las declaraciones públicas. ¡Claro que respetan la libertad de expresión! La de ellos.

Un arquetipo forajido no se deja medir ni juzgar por estándares internacionales, pues para él solo tiene cabida la autoevaluación.

Y así para todo, porque disentir está en sus genes.

Sin embargo, el poder del arquetipo forajido bien direccionado hacia una política constructiva y reflexiva, basada en una renovación y revolución social que prime el respeto a los derechos fundamentales, la libertad de expresión y asociación, garantice el acceso a la salud y genere oportunidades, enfocando todos estos temas con la misma pasión con la que ataca a sus detractores, otra cosa sería, otro porcentaje de popularidad mantendríamos, otros índices tendríamos y otra percepción nos arroparía.

Pero, para que eso pase, hay que esperar a que este arquetipo alcance la madurez suficiente para reconocer sus errores, reenfocar sus estrategias, autoevaluarse con conciencia y aprender a escuchar sin recurrir a diatribas, aun cuando lo expresado no coincida con sus principios y pensamientos. Es por eso que me atrevería a decir que el arquetipo forajido libera todo su potencial únicamente cuando es oposición, pero su magia se desvanece cuando está en el poder y, es más, le juega en contra, condenándolo a quedarse eternamente aislado e incapacitado para cumplir todo a lo que se comprometió cuando luchaba desde la llanura. Por eso, o muta o muere.

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