Análisis de Alberto García Marrder – Especial para Proceso Digital
El presidente norteamericano, Joe Biden, está en crecientes apuros y -pienso- dudando si se presenta o no a la reelección en las elecciones del 2024, cuando tenga 82 años el 20 de noviembre de ese año.
El demócrata Biden ya ha adelantado que piensa presentarse, pero no lo ha confirmado aún. Anuncio que se esperaba antes de marzo. Por ahora, tiene en sus manos asuntos más urgentes: la mala reacción de su gobierno a la revelación – tardía como siempre- de documentos secretos y confidenciales en una ex oficina suya en Washington cuando era vicepresidente con Barak Obama, y en un garaje de su casa en Wilmington (Delaware), cuando ya era presidente.
El ex presidente Donald Trump, republicano, está casi en la misma situación, pero en circunstancias peores.
Por más de un año se había negado a entregar a los Archivos Nacionales, como dicta la ley, más de 300 documentos secretos que escondía en su casa en Mar-a lago, en Florida Y fue necesario un ataque sorpresivo de agentes de la FBI (Agencia Federal de Investigaciones) para rescatarlos. Y tiene otros casos pendientes con el Congreso y la Fiscalía General, todos muy serios para su futuro político.
Y tanto el partido demócrata como el republicano no tienen candidatos viables y buenos para reemplazarlos en caso que ninguno pueda presentarse a las elecciones presidenciales de noviembre 2024. Ambos están sujetos a los imprevisibles, para subir o bajar. Demasiado riesgo.
Biden, por ejemplo, está expuesto a los vaivenes imprevistos de los documentos secretos encontrados cuando era vicepresidente con Obama y presidente después. Y los republicanos, muy hábiles en explotar políticamente esos pasos en falso, lo están haciendo.
El republicano James Comer, presidente del Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes, anunció una investigación del Congreso sobre las presuntas negligencias en el manejo de documentos secretos en la época en que Biden era vicepresidente.
Comer quiere saber los registros de visitas de ese garaje, donde también se encuentra el auto Corvette privado del presidente Biden.
Los republicanos van aprovechar al máximo esas supuestas irregularidades y ya se preguntan: ¿Cómo es posible que el gobierno de Biden ocultó el descubrimiento de decenas de documentos confidenciales el 2 de noviembre de 2022 y solo lo reveló después de las elecciones de medio término en el Congreso, el 8 de ese mes? ¿Lo hizo para no estropear sus posibilidades electorales? Finalmente, Biden solo perdió el control de la Cámara de Representantes y el puesto de “Speaker”, pero retuvo, como una gran proeza, la del Senado.
Según Comer, el “secretismo” de la Casa Blanca sobre este caso es “alarmante”. Y denunció que Biden cometió varios golpes contra la transparencia y anunció una rápida supervisión del Congreso.
Lo más alarmante para el gobierno de Biden es el trabajo de supervisión de un Fiscal Especial, Robert Hur, nombrado por el Fiscal General, Merrick Garland, que hace las funciones de un ministro de Justicia.
Y en el mismo aspecto, Garland había nombrado antes al jurista John L. Smith para investigar a Trump por el asalto al Congreso de sus seguidores el 6 de enero de 2021 y la retención de más de 300 documentos confidenciales en la residencia del ex presidente en el estado de la Florida.
Los dos partidos tienen mucho que perder. Pero más los demócratas que están en el gobierno y eso podría beneficiar a Trump. Y la pregunta es persistente en la prensa: Biden, que ya es el presidente más antiguo en la historia del país a sus 80 años, ¿podrá estar en la Casa Blanca hasta sus 86 años?
Howard Kurtz, el comentarista de la cadena “Fox News”, lo ha dejado muy en claro: “Lo más importante de este caso es que sería totalmente impensable que solo Trump vaya a un juicio y no Biden también.
Garland está obsesionado con ser visto como justo y él sabe que sería un doble estándar que solo Trump, un posible candidato presidencial, sea llamado ante un juez.
Y a Biden, es posible que tenga que enfrentarse eventualmente a unos votantes decepcionados y a una prensa escéptica. Y no a jueces.