Por: Otto martín Wolf
Desde los albores de la humanidad, posiblemente debido a su ignorancia, el hombre ha tenido la tendencia de atribuir a dioses todas las cosas que no puede entender
Antes de hacerse la pregunta “de dónde vengo?” posiblemente se habrá dicho “de dónde vienen los rayos y quién los lanza”.
Sin saber su relativamente sencillo origen, ni conocer la existencia de la electricidad, la respuesta lógica era: “ vienen de arriba (el cielo) y los lanzan seres superpoderosos”.
Durante decenas de miles de años esa fue la respuesta, repetida hasta los griegos y casi hasta el presente, pues fue apenas hasta el siglo 18 que Benjamín Franklin demostró que son un fenómeno eléctrico.
Pero ignorantes y supersticiosos que somos, todavía en los tiempos modernos existen muchas personas que creen que son “enviados por dios para castigar a la gente”.
Los Sumerios, la primera civilización organizada de que se tenga registro, tenía la tendencia a atribuir todo lo que el hombre pudiera inventar, crear o concebir a “los dioses”, de quienes venía todo ya que el hombre era sólo un juguete servil de ellos.
Ese triste complejo permanece hasta la actualidad, cuando un gran porcentaje de la población mundial atribuye a “dioses” la creación y los adelantos, menospreciando siempre nuestro talento y capacidad.
La raza humana ha desentrañado una gran cantidad de lo que otrora eran misterios fácilmente atribuibles a los dioses, no queda mucho por descubrir respecto a cómo se crearon las cosas sin necesidad de intervención “mágica”.
No obstante hay muchos que no pueden aceptar que todo lo realizado por el ser humano sea en realidad de su creación, buscando (como los Sumerios) seres poderosos del cielo quienes iluminan, guían y, en un descuido, hasta quienes nos hicieron.
Innumerables programas de TV y en las redes, hablan que, desde las pirámides hasta el teléfono inteligente, todo ha sido creado o “iluminado” por extraterrestres o, como ellos los llaman, “los astronautas de la antigüedad”.
No pueden concebir que los humanos tengamos una gran capacidad creativa pero sí saben que siempre habrá un montón de seguidores dispuestos a creerles y, de paso, darles su dinero.
Cierto que existe gran cantidad de misterios sin resolver aún, muchos interrogantes grabados en piedra por todas partes del mundo, pero que aún no sepamos la respuesta no quiere decir que fueron hechos por “alienígenos”.
Es que a pesar de todo persiste la tendencia nuestra a ponernos de menos y a darles todo el mérito a los extraterrestres.
Somos nosotros los que domesticamos el fuego, creamos al rueda, inventamos las matemáticas y la música, aprendimos a volar por nuestros medios; televisión, teléfono, radio, turbinas hidroeléctricas y de aire, el refinamiento del oro y otros metales son producto del ingenio humano, así como miles de otros inventos como la computadora, el reactor nuclear y el super colisionador de partículas y -sí- uno de los más importantes: el control remoto del televisor.
Nada tienen que ver los supuestos extraterrestres, hemos sido nosotros, quienes también inventamos la guerra, el chisme y todas las clases de delitos existentes pero también las medicinas, el trasplante de órganos y hasta la fabricación de éstos en un laboratorio.
Hay quienes buscan evidencias en las grandes construcciones de piedra, sin detenerse a pensar que cualquier visitante extraterrestre nos hubiera dejado al menos un pedacito de plástico, algún metal desconocido y fuera de la tabla periódica de los elementos y, por qué no, un satélite de órbita alta, indispensable para sus comunicaciones.
Pero no hay nada, sólo piedras talladas, algunas con símbolos que no entendemos y que, por eso, los atribuimos a los extraterrestres de la antigüedad.
Habrán venido? Digamos que quizá sí, pero no hay pruebas, no hay evidencia, sólo especulación.
Cuál especulación? Que, al igual que los rayos en la antigüedad, todo viene del cielo, enviado por dioses y en su defecto por alienígenas.
Los alienígenas son, pues, los nuevos dioses a quienes les concedemos (como hace 6 mil años los Sumerios a sus dioses) la creación de todo.
Dijo Mark Twain (creo que respecto a dios) es más fácil engañar a alguien que convencerlo luego de que ha sido engañado.