Dionisio de Herrera, por una opinión publica a favor de la independencia

Rolando Sierra Fonseca

Historiador y cientista social

Una de las figuras centrales en la Independencia centroamericana fue Dionisio de Herrera. Originario de Choluteca nació un 9 de octubre de 1781, murió en San Salvador en 1850. Fue enviado a estudiar a la Universidad de San Carlos de Borromeo en Guatemala al hogar de su primo José Cecilio del Valle; se identificó en sus escritos como seguidor de la revolución francesa y partidario de la Independencia de Centroamérica. En dicho centro de educación superior, para entonces y gracias a los esfuerzos de los señores Villaurrutia, Ramírez, Goicoechea y Cañas, se había extendido y mejorado el plan de enseñanza. Se habían abierto escuelas de dibujo, asimismo se habían adoptado cursos de filosofía y otras notables reformas. Le tocó al joven Dionisio de Herrera aprovechar esta favorable circunstancia, y debido a ella y al estudio que hizo de la historia y de los filósofos y escritores franceses más profundos (Rousseau, Montesquieu, Diderot, d’Alembert), tenía una visión de lo que significaba la independencia de España para la región. Por ello procuro por una opinión publica moderna a favor de la independencia por medio de las tertulias patrióticas, los escritos impresos y la difusión de libros.  

El escritor Rolando Sierra.

Herrera se gradúo de abogado con la tesis «La Ley». Luego regresó a Honduras, donde estableció su biblioteca personal (una de las más completas de la época), compuesta principalmente por obras en francés (idioma que dominaba como su lengua materna), a través de la cual propagó las ideas liberales. Ésta fue incendiada por sus opositores políticos, al considerar que estaba compuesta por «libros herejes». (Durón ed. 1896)

Importante desde la perspectiva de la redes familiares y políticas, es que Herrera fuera primo de José Cecilio del Valle, y que al igual que éste se formara también en el campo del derecho. Por su tradición familiar era un rico hacendado y próspero comerciante de Choluteca. Su red política y familiar también se extendía hacia Francisco Morazán, porque estaba casado con Micaela Quezada, tía de Morazán. Por ello, este último fue también su secretario, tanto en la Alcaldía de Tegucigalpa, como cuando fue primer Jefe de Estado de Honduras. De igual forma esta red se extendía a Francisco Antonio Márquez, con quien inició el nuevo gobierno y estado de Honduras y con quien tendría una profunda confianza y amistad.

En la idea originaria de construir un Estado Nacional, Herrera, al igual que Francisco Antonio Márquez, fueron las principales figuras en la integración de la antigua provincia colonial de Honduras al proyecto emancipador y en lograr la unidad territorial del actual Estado de Honduras, ambos hechos claros de la modernidad política. Herrera no es tan solo un político en la historia de Honduras, es mucho más, artífice del proyecto de nación y consecuente defensor de las libertades públicas, fue un hombre de pensamiento liberal, conocedor de las ideas de la Ilustración y ferviente apasionado de la historia.

En 1820 desempeñó el cargo de secretario del Ayuntamiento de la Villa de San Miguel Arcángel de Tegucigalpa. Siendo secretario de dicho ayuntamiento fue quien redactó el Acta de Independencia el 28 de septiembre de 1821, después de la llegada de los pliegos de la Independencia de Centroamérica. Asimismo, fue el primer jefe de Estado de Honduras de 1824 a 1827. Tres años después, siendo jefe de Estado, el gobierno de Herrera fue derrocado por las fuerzas al mando del coronel Justo Milla. Herrera fue llevado prisionero a Guatemala, entonces Capital de Centroamérica, habiendo sido liberado por Francisco Morazán después de triunfar en la «batalla de las charcas» e invadir Guatemala. En 1830 fue nombrado jefe de Estado de Nicaragua.

En 1820 desempeñó el cargo de secretario del Ayuntamiento de la Villa de San Miguel Arcángel de Tegucigalpa.

Herrera apeló y gestionó la modernidad política cuando en su gobierno prestó especial atención a los derechos humanos. Abolió la esclavitud mucho antes que en los Estados Unidos, reconoció derechos a los presos acusados en espera de sentencia, reconoció el respeto a la privacidad de los ciudadanos, determinó que solo en caso de traición a la patria podían decomisarse como prueba los papeles personales y que su publicación era imprescindible para constatar la verdad.

Cierto fue que “Herrera trató de dividir a Honduras en dos provincias: Comayagua y Tegucigalpa, error que supo evitar a tiempo su entrañable amigo, el increíble Padre Márquez”. (Oquelí 1989:6). No obstante, fue durante su gobierno que Honduras llegó a contar con su primera división territorial, después de que asumiera como primer jefe de Estado el 16 de septiembre de 1824. Durante su gestión también se decretó el primer escudo de armas y la primera Constitución. Doce días después de asumir el cargo, nombró a Morazán como secretario de Estado y del Despacho General.

La primera división territorial que decretó el gobierno de Herrera estableció 7 departamentos para Honduras: Comayagua, Tegucigalpa, Gracias a Dios, Santa Bárbara, Yoro, Olancho y Choluteca. La Asamblea hondureña, con sede en Comayagua, juró durante su mandato la Constitución Política de Centroamérica el 11 de diciembre de 1825, basada en los principios de la revolución francesa y de la carta de Estados Unidos, y por tanto, federal, popular y representativa; formada también por un poder bicameral, es decir con congreso y senado, y un poder judicial.

Mantuvo diferencias con el vicario de Comayagua, José Nicolás Irías, a quien expulsó del país, lo que le valió ser excomulgado y tachado de francmasón. Herrera, alegó en defensa que eso no era contradictorio con el cristianismo, ya que por principio los masones creen en Dios. Los historiadores opinan que se acostumbraba a transferir las disputas políticas al plano religioso, y que detrás de las mismas siempre hubo motivos económicos.

Herrera aparece en el billete de 20 lempiras.

Herrera, durante su gobierno estableció tertulias patrióticas para consolidar principios republicanos. Estos espacios políticos fueron impuestos vía decreto en Guatemala desde los primeros días de Independencia, en ellos se reunían destacadas personalidades para discutir la situación política y económica de la región; también se comentaban los sucesos de España, México y las luchas libertarias de Bolívar y San Martín. Estas proyecciones sociales de Herrera y su carrera política definen la esencia del verdadero estadista.

Si bien Herrera se preocupó por darle al novel Estado hondureño su identidad simbólica, su preocupación central fue su gente. Más que una entidad puramente jurídica, el Estado de Honduras para Herrera, era instituido principalmente por el interés en su población. Con gran claridad escribía el 17 de enero de 1824 a su amigo Francisco Antonio Márquez, de acuerdo con el pensamiento de Bentham: “Sin embargo, el mayor interés de esa provincia no es aumentar en extensión, sino en población… La población debe ser el primer objeto de la política”. (Herrera 1902) Para Herrera, mientras permaneciera gente en condiciones de esclavitud, exclusión o persecución, no se alcanzaban los logros esperados. Del mismo modo celebró cuando en el Congreso, el mismo Márquez propugnaba por la liberación de la esclavitud y el derecho de asilo: “La ley de Asilo, la de libertad de los esclavos y otras, consuelan la humanidad y hacen honor a sus autores”. (Herrera 1902)

Esto no impidió que fuera consciente de que el esfuerzo por erigir el Estado de Honduras era enorme: “no hay país en el mundo en donde haya más apatía, más pereza en los negocios y menos espíritu público que en Honduras… pero Honduras necesita muchas palancas para moverse” (11 de febrero de 1826). Genuina figura de la Independencia, Herrera consideró que la libertad era el verdadero camino a seguir: “Yo pienso como tú que hemos de ser libres porque este es el espíritu del siglo, y el curso del tiempo” le confesaba a su amigo Márquez el 28 de abril de 1826. (Herrera 1902)

Busto de Dionisio de Herrera, ubicado en el parque Herrera de la capital hondureña.

Fue Dionisio de Herrera más que ninguna otra figura de la Independencia, quien vio la necesidad de que Honduras entrara en la senda de la modernidad política y la construcción de una opinión pública moderna. Con la institución de las tertulias patrióticas, pretendió generar nuevos espacios de opinión pública y sociabilidad para que cada vez más hondureños y hondureñas conocieran las ideas de libertad y lo que significaba verdaderamente la Independencia. Así en la misma carta citada antes le hizo saber a su amigo Márquez: “También he mandado se establezcan tertulias patrióticas, y que, en cada sesión, después de la lectura del acta anterior, lo primero que se trate sea la justicia de nuestra independencia y la obligación que todos tenemos de defenderla del modo que la ley nos llame”. (Herrera 1902: 362)

Para Herrera, la opinión pública tenía una valoración positiva. Propia del imaginario político del liberalismo, está directamente relacionada con la libertad de imprenta y prensa y el necesario principio de publicad en la actuación legislativa. La opinión pública se identifica con la “libertad” como opuesta al “despotismo” y a la “tiranía”. Asimismo, para Herrera, en un contexto donde no existía la imprenta ni el periodismo, las tertulias patrióticas eran el medio para construir una opinión pública distinta de la opinión popular, así es entendida a la vez como instancia reguladora de las relaciones entre las clases (altas y bajas, letradas e iletradas). (Sierra Fonseca, 2017: 545-546.)

La imprenta que Herrera procuró adquirir para el Estado hondureño, no llegó sino hasta el año de 1829: “La imprenta vino a Tegucigalpa en el mes de marzo del mismo año; y, en esos días llegaron también dos impresores que, con los títulos de Oficial Mayor y Oficial Segundo, se encargaron de su instalación y desempeño con el sueldo de $ 40.00 el primero, y con el de $20.00 el segundo”. (García 1988: 42)

La Independencia y la libertad eran cuestiones que para Herrera tenían que ver con la autonomía y la autodeterminación: “un Estado no debe mezclarse en los negocios de otro Estado” (7 de diciembre de 1824). En tal razón, leyendo muy bien los signos de los tiempos, ese mismo año considera que “la independencia de la isla de Cuba es necesaria a esta América; pero creo que los sucesos de España la apresurarán o la retardarán más que el influjo de sus logias”. (Herrera, D. “Cartas de Herrera a Márquez” 17 de enero de 1824, Revista de la Universidad 1902: 362.)

De igual forma consideraba que la libertad e independencia eran el camino de la humanidad, ambas contenían el espíritu del siglo: “La Europa se ha conmovido con los sucesos de París; los soberanos del mundo antiguo se hallan en la dura alternativa de imitar a la Francia haciéndose constitucionales, o declararse la guerra. La situación de éstos y el espíritu del siglo, creo que los obligarán a adoptar, a su pesar, lo primero. De un momento a otro aguardo la noticia” (Herrera, D. “Cartas de Herrera a Márquez” 20 de noviembre de 1830, Revista de la Universidad 1902: 362).

La Escuela Dionisio de Herrera en la ciudad de Choluteca en el siglo pasado.

A pesar de sus entusiasmos, Herrera no dejó de apreciar el inmovilismo histórico que consideró definitorio del ambiente local: “En todo el septentrión no hay pueblo más quieto que el de Tegucigalpa”, escribió. Para Oquelí, la imagen de la espera y de la lentitud se refleja en la pregunta que Dionisio de Herrera se hacía en 1828: “y ¿por qué Honduras ha de cambiar con tanta lentitud, teniendo elementos para marchar a la par de los primeros estados?”. (Oquelí 1989)

Refrendó a Dionisio de Herrera, primer jefe de Estado, uno de sus principales oponentes, José Justo Milla, quien también hizo enormes esfuerzos para edificar el Estado y construir la nación. A ambos los caracterizó algo en común: la falta de fe en el país: “El primer jefe de Estado decía que no había país en el mundo con más apatía, pereza y falta de espíritu público que Honduras. El incendiario de Comayagua aseguraba que en este Estado todos los esfuerzos son vanos; siento decirlo, pero lo digo por experiencia” (Oquelí 1994: 176).

Dionisio de Herrera falleció el 13 de junio de 1850, en San Salvador, El Salvador, Estado de la Federación donde vivió sus últimos años dedicado al magisterio en la ciudad de San Vicente.

Bibliografía:

Durón, Rómulo. (1896). Honduras literaria. Tegucigalpa

García, Miguel Angel. (1988). La imprenta en Honduras. 1828-1975. Tegucigalpa: Editorial Universitaria.

Herrera, Dionisio. “Cartas de Herrera a Márquez” 17 de enero de 1824, Revista de la Universidad 1902: 360-372.

Oquelí, Ramón. (1989). El señor Herrera, veterano de la libertad. Tegucigalpa: CODEH.

Oquelí, Ramón. (1994). Gente y situaciones, Tomo I. Tegucigalpa: Editorial Universitaria.

Sierra Fonseca, Rolando. (2017). “Opinión pública e imaginarios sociopolíticos: Libelos y panfletos políticos en Honduras entre 1840 a 1862”. En Brian Connaughton (Coord.), Diálogo historiográfico. Centroamérica y México, siglos XVIII y XIX. Editorial Gedisa, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa: Ciudad de México: 545-546.

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