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Bazar político cobra forma, mientras la democracia se debilita

Tegucigalpa.- Puede sonar paradójico, pero mientras los partidos políticos aplican el borrador en las planillas a cargos de elección popular que presentarán este lunes al Tribunal Supremo Electoral (TSE), de cara al bazar político de las elecciones primarias de noviembre, la democracia hondureña vive una suerte de incertidumbre, marcada por un desencanto hacia los actores de la vida política, especialmente aquellos que conforman las instituciones político-partidarias legalmente constituidas.
 

Honduras, según sondeos efectuados por expertos y analistas sociales, vive tiempos difíciles marcados por una serie de “indicadores del desánimo” donde el juicio de la población sobre el desempeño de los gobiernos, carece de saldos positivos, y no es casual que más del 55% de los 7,3 millones de habitantes con que cuenta esta nación, esté dispuesta a emigrar por carecer de incentivos básicos para su supervivencia: salud, trabajo, techo, tierra, comida y seguridad.

Así lo reflejó un sondeo preliminar hecho por Naciones Unidas, al que Proceso Digital tuvo acceso. El mismo indica que si bien Honduras recuperó su “democracia formal” ésta aún no encuentra el gancho que la enlace con un crecimiento económico sostenido que conduzca a mejoras sustanciales en la forma de vida de su población que permita hablar de una “democracia real”.

El entusiasmo de la población hacia las instituciones democráticas, disminuyó enormemente, según el estudio

En lo que respecta a la actual administración, las expectativas de un mejor gobierno favorecieron la asunción del presidente Manuel Zelaya Rosales, quien no sólo recibió un país con sus finanzas saneadas, sino que también le precedió un entorno internacional favorable que tuvo en la condonación de la deuda externa una oportunidad invaluable y casi irrepetible.

Tras varios años de funcionamiento democrático sin mejoras importantes en las condiciones de vida, el entusiasmo de la población hacia las instituciones democráticas, disminuyó enormemente, según el estudio.

En el caso del gobierno del presidente Zelaya, el beneficio de la duda y la “luna de miel” que se le otorgó, terminó. La población creyó que con su asunción iba a mejorar la economía del país y por ende las condiciones de vida, pero tras un tiempo prudencial, muchos de los principales problemas que afectan la nación (pobreza, marginación y crisis energética), siguen preocupando a los hondureños y las hondureñas.

Con una economía pequeña y abierta, vulnerable a shock externos como la crisis de los carburantes y el tema de la seguridad alimentaria, los riesgos para la evolución inmediata hacia un mejor cuadro de la economía hondureña, son elevados.

Si la crisis alimentaria a nivel mundial se agudiza, el precio de los carburantes continúa su tendencia alcista a nivel internacional, y aquí se disparan en un 30 por ciento el precio en los productos de la canasta básica, Honduras tendrá, en el escenario más incierto y desfavorable, 128,653 nuevos hogares pobres. Es decir, se habrán perdido los avances en la reducción de la pobreza ganados en las últimas dos décadas.

Vivimos, de acuerdo a expertos sociales consultados por Proceso Digital, “tiempos de incertidumbre” en donde si se acentúa el desencanto hacia los partidos políticos y se mantiene el deterioro que se evidencia en las cuentas públicas, el escenario del país configuraría hacia una crisis político-institucional.


Cuatro grandes problemas

El país enfrenta actualmente al menos cuatro grandes problemas enmarcados en la gobernabilidad, la economía, la seguridad y la crisis energética.

En materia de gobernabilidad, resalta la huelga generada por los fiscales, el enfrentamiento que mantiene el presidente Zelaya con los poderes Legislativo y Judicial, una corrupción galopante, la ineficiencia en los órganos contralores de justicia, además del problema político que se cierne en torno a la habilitación o no del actual vicepresidente, Elvin Santos, quien aspira a una candidatura presidencial por su partido el Liberal, si ganara las elecciones primarias de noviembre de 2008.

Un Estado que pierde la guerra ante el crimen y la violencia, avanza sin duda a la configuración de una “nación fallida”

En materia económica los escenarios del país no son halagüeños: una economía altamente dependiente de las importaciones petroleras, una situación energética muy compleja que no tiene soluciones sencillas, una economía con altas esperanzas cifradas en las remesas producto de la inmigración, con un escenario internacional desfavorable en este aspecto, ante las masivas deportaciones procedentes particularmente de Estados Unidos. A ello se suma las duras políticas migratorias que está tomando Europa.

En la economía doméstica el país enfrenta una alta ola especulativa de precios que ha disparado inclusive la inflación, al grado que se asegura que es probable que el país concluya el año con dos dígitos en el tema inflacionario, algo que había sido superado en la última década.

Al ahondar en la seguridad, Honduras enfrenta no sólo una crisis alimentaria reflejada en una ruta de hambre que trazara e informara un medio local, sino que también existen pocas oportunidades de acceso a la tierra y producción de alimentos. El llamado bono tecnológico que promociona el actual gobierno, no llega a la gente que lo necesita, sino que se queda en manos de intermediarios o coyotes afines al partido al poder, quienes lo revenden a precios exorbitantes a los campesinos de tierra adentro, según denuncias de los afectados.

La seguridad también está relacionada con el repunte de la violencia, la delincuencia y la fuerte presencia del crimen organizado. Se han disparado los secuestros, los ajustes de cuentas, así como los femicidios, dando la sensación que se está perdiendo la batalla contra la inseguridad, y ello no es bueno para un Estado. Un Estado que pierde la guerra ante el crimen y la violencia, avanza sin duda a la configuración de una “nación fallida”, a criterio de los expertos en el tema.

A nivel jurídico- institucional, la seguridad también presenta problemas. Pareciera que nadie quiere hacer cumplir la ley, los paliativos al respecto ya no son suficientes, y el mayor reflejo de esa inseguridad fue el caso de los fiscales en huelga que lograron evidenciar el funcionamiento del sistema de impunidad hondureño, sin lograr que los cambios arrancados se evidencien en acciones concretas de forma y fondo. Fue algo así como mucho ruido y pocas nueces.

La crisis energética no solo está ligada al alza internacional en los precios del petróleo, también a la incapacidad del país en generar alternativas, configurando todos estos problemas una especie de “captura del Estado”, donde 8 de cada 10 hondureños viven con menos de dos dólares y la indigencia afecta al 35% del total de la población.

Los escenarios, de esta suerte, no son fáciles, pero los políticos parecen no percibirlo. Ellos apuestan a su capacidad de dormir el electorado con soluciones de impacto inmediato: subsidios, bonos, colchas, bolsones, en fin, dinero y más dinero, en un país que casi no tiene en este momento de dónde sacar más dinero.


Democracia: ¿calidad o discurso?

Este lunes, cuando los partidos políticos que tendrán elecciones internas y primarias para elegir a los ungidos a los próximos cargos de elección popular, lleguen al TSE, ninguno abordará los escenarios antes descritos. La agenda se regirá por%26nbsp; las rabietas y protestas de siempre: si no me inscriben, salgo a las calles; sino me cumplen lo pactado, salgo a las calles; si me hacen fraude, hay que ir a las calles a defender la democracia. Todos, sin excepción hablarán de la palabra democracia como un formalismo para atraer votos.

Jugarán a su estrategia de campaña centrada en la narrativa de la tradición y la narrativa de la notoriedad. En la primera, intentarán atraer el espacio mediático que ofrecen los medios de comunicación: sonrisas, abrazos, palabras breves y concisas, pero nada profundas. Se venderán, en el mejor de los casos, como un buen shampoo o jabón.

La segunda, la narrativa de la notoriedad, se caracterizará por los candidatos-víctimas, los excluidos, los marginados, donde buscarán desacreditar a sus oponentes. Tampoco proponen nada, pero buscan la plaza pública para hacer más evidente su bochinche.

Así, pareciera ir la dinámica del país; no obstante, la coyuntura política apunta a que los partidos deben dejar de lado, por un momento, su frivolidad, para revisar la calidad de democracia construida, buscar el diálogo y el consenso en busca de nuevos pactos de reforma político institucional que impidan que lo ganado estos 26 años, se pierda a la vuelta de la esquina. Si la imagen y el deterioro de los partidos y sus actores políticos avanza, el escenario de una crisis que irrumpa el orden institucional, es altamente probable, peligroso y viable.

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