Después de la tragedia que dejó el meteoro, miles de hondureños se vieron atraídos por las diferentes oportunidades de trabajo que les ofrecía Nueva Orleáns en el estado de Luisiana en el área de la construcción, similar a la fiebre del oro en California.
Pero con el paso del tiempo, el auge del empleo que se vivió durante el 2005 y parte del 2006 se ha ido disipando y muchos inmigrantes han puesto la vista en otros estados en donde las posibilidades de empleo son ahora mejores.
El hondureño Josué Vega vino a la ciudad del jazz atraído por versiones de que lo que sobraba era trabajo y dinero luego del paso devastador del huracán Katrina en agosto del 2005.
Y como muchos miles más de inmigrantes hispanos, el joven indocumentado hondureño de 20 años lo comprobó.
Vega dejó atrás un trabajo como ayudante de construcción en el que ganaba no más de 200 dólares semanales en Houston y en la primera semana de haber llegado a Nueva Orleáns _a finales de 2006_ recibió 450 dólares por tareas de limpieza y reconstrucción de una ciudad que veía partir a muchos de sus residentes de siempre y llegar una cantidad de latinos dispuestos a trabajar cada día por más de ocho horas.
Vega llegó a ganar 150 dólares o más diarios, trabajando de lunes a sábado y muchas veces hasta los domingos.
![]() | Pero para el hondureño y el resto de los inmigrantes esa época quedó atrás. Ya no se cobra tanto, empieza a escasear el trabajo, y algunos piensan en regresar a sus países.
Ningún inmigrante coincide sobre cuándo comenzaron a trabajar no más de tres días a la semana y ganar acaso 100 dólares por jornada, pero sí en que desde el inicio del 2008 las cosas van de mal en peor. |
Juan Hernández, un guatemalteco de 56 años que llegó en junio de 2006, aún a tiempo de vivir la gloria que significaba trabajar en Nueva Orleáns, describe la situación que viven los migrantes así: «Esta no es la industria de los huevos de oro».
Investigadores y especialistas coinciden en los hispanos se ven afectados por dos factores: una merma en el ritmo en la reconstrucción y la lenta distribución de recursos gubernamentales.
«Ahora hay una menor demanda y es para trabajadores más capacitados y quizá certificación del estado; esto se traduce en menos demanda para trabajadores menos capacitados e indocumentados», dijo Elizabeth Fussell, profesora de la Universidad Estatal de Washington.
Phuong Pham, profesor de la Universidad de Tulane, destaca que ahora no se construyen tantas residencias como en los primeros dos años.
Un reporte de abril del 2008 de la organización Greater New Orleans Community Data Center (GNOCDC) y del Instituto Metropolitano Brookings, que mantienen un rastreo permanente sobre la recuperación de la zona, señala que el ritmo de solicitudes de ayuda disminuyó a menos de la mitad en el primer trimestre del año, comparado con el último de 2007.
El informe refiere que entre enero y marzo del 2008 se otorgaron 14.038 ayudas del programa Road Home, cuando en el último trimestre del 2007 fueron 30.491.
Añade que el monto promedio de esa ayuda también disminuyó al pasar de 61.445 dólares en enero del 2008, a 58.841 dólares para el último día de marzo.
No hay cifras oficiales exactas sobre cuántos hispanos arribaron a Nueva Orleáns y sus alrededores después de Katrina. Lo único que algunas autoridades se arriesgan a estimar es que los mexicanos fueron quiénes más llegaron a la zona, superando a los hondureños, que antes del huracán representaban la mayoría de los latinos.
Bajo presencia de hondureños
Datos de los consulados de Honduras y México señalan que el número hondureños bajó de unos 92.000 antes de Katrina a aproximadamente 60.000, mientras que el de mexicano se incrementó en un 54% hasta alcanzar en la actualidad más de 70.000.
Josué y Juan se encuentran prácticamente a diario en el cruce de avenida Veterans y la calle Divisions, en el suburbio de Metairie y a unos metros del almacén de materiales Lowe’s. Ahí, esperan horas o a veces días a que una camioneta se acerque en busca de trabajadores.
Es «la esquina», uno de los cruces donde decenas y hasta cientos de inmigrantes se reúnen en espera de que algún contratista o directamente el dueño de alguna casa derruida llegue a comprar material y, de paso, a solicitar mano de obra.
Un fenómeno antiguo en varias ciudades estadounidenses con presencia hispana, las «esquinas» nacieron en Nueva Orleáns y sus alrededores después de Katrina.
![]() | El Congreso de Jornaleros, una organización no gubernamental local formada en 2006 por activistas que buscan defender los derechos de esos trabajadores, ha contabilizado hasta 17. Germán López, un hondureño de 39 años, llegó apenas en enero a la ciudad. Atraído aún por versiones de amigos y conocidos de que en Nueva Orleáns había más trabajo que en ningún otro lado.
«Cuando llegamos ya se miró la realidad de las cosas y no se encuentra trabajo», dice.
Cuenta que en la última semana sólo trabajó seis horas y desde que llegó no ha podido enviar dinero a su esposa y dos hijos en Honduras.
«Muchos habemos aquí que lo que queremos más bien es hacer el pasaje e irnos, porque la verdad aquí no se hace nada», asegura. |
Lugar de recorrido para personalidades que suelen llegar a mostrar su solidaridad, el Lower 9th Ward ha sido en los últimos días el lugar de trabajo de Oswaldo Bonilla, un hondureño indocumentado de 43 años que aún recuerda cuando llegó desde Carolina del Norte con una compañía de limpieza que le pagaba 23,50 dólares por hora, más 60 dólares diarios para comida.
Aunque coincide en que el trabajo y la paga han disminuido, es uno de los pocos que aún confía en que se recupere el empleo para los inmigrantes.
«Pienso que se va a mejorar, porque no se puede quedar mucho tiempo así», dice mientras voltea a mirar varias de las casas derruidas.