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Violencia de “alto perfil”, impone nueva escala en la inseguridad

Tegucigalpa.- El cruel asesinato del periodista Aníbal Barrow, que se suma a los veintiocho comunicadores sociales asesinados en los últimos tres años y medio, así como a una veintena de pastores evangélicos y al menos ochenta abogados, representa una nueva escala en la creciente ola de inseguridad que asola a Honduras marcada ahora por la “violencia de alto perfil” como llaman los expertos a este tipo de crímenes.
 

Honduras, sostienen los analistas consultados por Proceso Digital, dejó atrás el bandolerismo que caracterizó al siglo XIX y parte del XX para potenciarse ahora con un perfil de violencia del siglo XXI propia de países en donde opera el crimen organizado como México y Colombia.

“Estamos ante un tipo de violencia que no se vivía hace 15 años, se observan cambios en la forma de operar del crimen, porque esta acción responde más a un mensaje del crimen organizado en el siglo veintiuno que dista mucho del bandolerismo hondureño del siglo diecinueve”, dijo el historiador, Rolando Sierra.

“Es una violencia de alto perfil, el crimen no es del ciudadano común o inédito, ahora son figuras de diversos ámbitos, periodistas, pastores evangélicos, abogados, activistas humanitarios, es decir, la violencia se expande hacia sectores claves que impactan en la colectividad con el claro propósito de sembrar el terror”, agregó.

Etapas inimaginables de violencia

A su vez, la socióloga Mirna Flores, experta en temas de seguridad, es del criterio que la figura del sicariato cobra cada vez mayor fuerza y presencia en el país, donde aquí “todo se resuelve con pagar y mandar a matar a alguien, es una descomposición del tejido social muy grave, que amerita estudios profundos para comprender mejor su lógica y dinámica”.

Con este tipo de muertes y de violencia de alto perfil, “nos encontramos frente a etapas que jamás alguien hubiera imaginado, casi novelescas, pero que son tan reales que solo nos hace pensar ¿qué sigue? Este tipo de muertes solo causan rechazo en la ciudadanía y sin duda buscan infundir terror colectivo”, apuntó.

En el caso del periodista, Aníbal Barrow, cuyo cuerpo fue desmembrado y repartido por doquier en el sector de la laguna de la comunidad de Siboney, en Villanueva, Cortés, el impacto ha sido tan grande que la prensa y la sociedad misma siguen atónitas ante el hecho.

Para los consultados, esta forma de violencia con saña es propia de la forma en que actúan los carteles de la droga en Colombia y México, y cuya guerra en esos países se ha desplazado a los llamados países del “triángulo norte” de América Central compuesto por Guatemala, El Salvador y Honduras.

En el caso de la prensa hondureña, el catedrático universitario y ex director de la Escuela de Periodismo de la UNAH, Miguel Martínez, es del criterio que una de las lecciones que debe dejar esta muerte es que ha llegado el momento que el periodismo hondureño reflexione, a profundidad, sobre el tipo de periodismo de opinión que se ejerce.

“Aquí hay mucha tela que cortar, uno ve la forma tan cruel de esta muerte y pensaría que el mensaje es del crimen organizado, de la Colombia de antes y el México de hoy, aunque en el país en el tema del narcotráfico el debate aún no se ha abierto, mucho menos el de la extradición que es algo pendiente”, acotó.

“Creo que habrá que revisar la práctica del periodismo de opinión que se está realizando, no es el mejor, hay mucha irresponsabilidad en lo que se dice y ahora la prensa hondureña debe empezar a ser más cuidadosa en lo que informa, a blindar sus historias y usar protocolos de seguridad personal y en el manejo informativo”, afirmó Martínez.

¿Qué está fallando?

El periodista y profesor universitario Martínez es del criterio que estamos ante una ola de violencia e inseguridad en donde este tipo de crímenes de violencia de alto perfil puede seguir si la impunidad se sigue imponiendo ante la investigación y el castigo a los responsables de los crímenes.

La socióloga Mirna Flores comparte ese pensamiento al señalar que en los últimos meses el país y el gobierno han hecho esfuerzos por querer revertir la ola de criminalidad, pero su principal talón de Aquiles lo tiene precisamente en las estructuras de seguridad que maneja, corroídas y con una depuración extremadamente lenta, casi imperceptible.

¿Cuántas medidas se han tomado, cuántas leyes se han aprobado y por qué la gente se sigue sintiendo tan insegura?, se preguntó Flores para responder que existen dos factores que inciden en la falta de confianza ciudadana en la autoridad:

La primera no se ve que avance suficiente la reforma policial y lo que se ha hecho es todo un despliegue más de lo militar, que si bien tiene un efecto inmediato, no es sostenible en el tiempo. Lo que ocurre es que militares se hacen de la Seguridad Pública.

Estos (los militares) —dijo Flores—“ahora hasta dan cifras y aseveran cosas que no pueden ser sustentadas sino se tienen parámetros claros y efectivos en la investigación científica, ¿Cómo pueden aseverar que ocho de cada diez que mueren violentamente están implicados en hechos delictivos? ¿Cómo pueden hacer una aseveración tan tajante, resulta que ahora las víctimas son victimarios, ojo, ahí hay que investigar más, no se debe ser tan irresponsable y caer en la teoría especulativa que uno ve en los discursos públicos”.

El otro factor del por qué la gente sigue desconfiando de la autoridad, pese a la amalgama de leyes aprobadas, es el tipo de muertes, las cuales son de alto perfil porque “involucran a actores muy relevantes y eso causa un enorme rechazo en la población”, acotó la experta en temas de seguridad.

Autoría intelectual, el gran desafío

Para el historiador Rolando Sierra, el panorama del país es bien complejo, difícil en la toma de decisiones, pero ve en el manejo del caso del periodista Aníbal Barrow, aristas de esperanza en cuanto a que se pudo dar con los autores materiales y la institucionalidad “en alguna medida funcionó; no todo está perdido y aun no somos un Estado fallido”, acota.

Todos los consultados por Proceso Digital si bien coinciden en que en este caso la cadena de operadores de justicia—fiscales y policías—tuvo mejoras en su trabajo, el gran reto del gobierno y del Estado es dar con los autores intelectuales, ya que en los casos relevantes que hasta ahora han podido ser investigados, el hilo pendiente es la autoría intelectual de los crímenes.

Apuntan los expertos que como el gobierno y el Estado nunca llega a los autores intelectuales de los crímenes, éstos se confían y siguen operando con la libertad que les da la impunidad. Mientras esto persista, la desconfianza ciudadana hacia sus autoridades seguirá en declive y la escala en la “violencia de alto perfil” puede tomar otros giros más peligrosos”.

Honduras registra un promedio diario de 20 asesinatos y su tasa anual de homicidios en el 2012 fue de 85.5 por cada 100 mil habitantes. La proyección de este año es bajarla a 80, de acuerdo a la Secretaría de Seguridad, cuyas autoridades han aplicado una nueva política comunicacional y no dan declaraciones, solo se comunican por boletines en donde no se registran los asesinatos.

En el caso de la “violencia de alto perfil”, el Comisionado de los Derechos Humanos registra 36 crímenes de periodistas en más de una década, de los que 29 son solo en estos últimos tres años y medio. También han sido asesinados al menos 20 pastores evangélicos y 85 abogados, de los cuales 65 han sido asesinados en los últimos tres años y medio también.


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