Otto en el país de los caníbales

Por: Otto Martin Wolf
Qué sucedería conmigo si, por razones desconocidas, tuviera que vivir en algún lugar habitado por caníbales?

Supongamos que hice un pacto para que no me coman y que dispongo de medios para tener una alimentación normal, consecuentemente mi supervivencia no depende de comer carne humana… me convertiría en antropófago sólo porque estoy en tierra de caníbales?
Creo que nunca me veré en una situación así, no obstante, en Honduras de alguna manera estoy en algo similar.
Si bien no tenemos caníbales,  sin duda aquí están los conductores más salvajes del mundo y si no me haría caníbal en su tierra, tampoco tengo que conducir como animal en Honduras.
Es por eso, ante la convicción de que mi comportamiento al conducir auto no tiene nada que ver con la forma en que lo hagan los demás, he decidido hacerlo como un ser humano civilizado  y dejar que los caníbales se coman entre ellos.
Aunque en las calles no haya un tan solo agente de tránsito, no voy a saltarme un semáforo ni una señal.
No voy a adelantar por la izquierda ni a cruzar una línea central contínua. No voy a exceder el límite de velocidad indicado en las pocas señales existentes, ni tampoco a sonar el pito en el mismísimo  segundo en que el auto de enfrente se detenga.
Ésto, aunque sea un bus que recoge pasajeros en media calle o un taxista que con toda desconsideración negocia el precio de una carrera, interrumpiendo el tráfico sin necesidad ya que podría llevar a cabo su regateo en un lugar más hacia la orilla.
No usaré el pito por ningún otro motivo que para el que fue creado: una pequeña alarma ante una situación de peligro.
No me voy a acordar de la madre del motociclista que se me atraviesa intempestivamente obligándome a frenar en cero y a mi sistema circulatorio a aumentar la presión al límite del infarto.
No, no me voy a comportar como un caníbal salvaje en la calle, lo voy a hacer como un ser humano.
Voy a tratar de ceder el paso no sólo a la mujer que cargando un bulto y dos niños mira atenta desde el pie de la acera –con ojos ansiosos –mientras espera el momento en que puedan cruzar la calle sin ser aplastados por alguno de los bólidos que se mueven por ahí, si no que a todo el que parezca necesitarlo. De nuevo,  aunque se trate de un bus, taxi o cualquier otro desesperado del volante.
En carretera no me acordaré de los parientes del conductor de rastra que me roba el derecho de vía, obligándome a tirarme al lado para evitar que mi auto y yo terminemos convertidos en un ciborg-acordeón (acordeón mezcla de carne y metal).
Evitaré el deseo de matar a la vaca que estuvo a punto de sacarme de la carretera y/o a su descuidado dueño.
Trataré de evitar hacer uso de todas las malas palabras que he aprendido a lo largo de la vida (en varios idiomas) cuando otros conductores se comporten como caníbales.
Cuando escuche una sirena detrás de mí de inmediato cederé  el paso, aunque el conductor  escandaloso se dirija a su almuerzo y no necesariamente a la atención de una emergencia.
Voy a comportarme como un ser humano al conducir y no como un caníbal; el hecho que los otros lo sean no me va a convertir en uno.
Me niego a ser un salvaje, un animal detrás del volante, no voy a ser una bestia conduciendo, aunque los demás lo sean y quiero que quede claro, no pretendo cambiar el mundo.
No intento tampoco provocar una revolución en Honduras para que los demás conductores dejen de ser salvajes caníbales, eso a todas luces es imposible.
Pero yo sí puedo dejar de serlo, yo estoy en capacidad  y con toda la disposición de  respetar el millones de veces violado Reglamento de Tránsito y conducir como si lo estuviera haciendo en el país más civilizado y respetuoso del mundo.
Yo no tengo que ser caníbal.
spot_img
spot_img

Noticias recientes

spot_img
spot_imgspot_img