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Migración de menores no acompañados a Estados Unidos: una mirada de seis años

Por: Ricardo Puerta
Tegucigalpa.-  Desde el año 2009 hasta finales de mayo del 2014, un total de 27,579 menores no acompañados procedentes de Guatemala entraron a Estados Unidos vía México; con igual destino lo hicieron 25,985 desde Honduras y 23,679 desde El Salvador.

En total, 77 mil 243 menores de estos tres países centroamericanos llegaron al país del norte buscando el sueño americano durante el mencionado periodo.

Así lo indican estos datos proporcionados por el Conadeh, inicialmente originado por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, mismos que han servido para redactar este artículo. Estas cifras indican el total de menores no acompañados que a mayo de 2014 llegaron a ese país desde México, por tierra, procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador desde el año 2009.

Si analizamos por país y por año, en el 2009 los menores no acompañados que llegaron a Estados Unidos procedentes de Guatemala fueron, 1,115; 1.517 en el 2010; en el 2011, 1,565; para dar un salto de 3,835 en el 2012; a 8,068 en el 2013 y a 11,479 en el 2014.
Para El Salvador, las cifras son las siguientes: 1,221 en el 2009; 1910 en el 2010; 1,394 en el 2011; 3,314 en el 2012 y se dispara a 5,990 en el 2013; y a 9,850 en el 2014.
Honduras, por su parte, reporta en el 2009, 968 menores; 1,017 en el 2010; 974 en el 2011; 2,997 en el 2012 y se dispara a 6,747 en el 2013 con el pico más alato de todos en el 2014 con 13,282 menores.
El autor obtuvo la primera información sobre este inédito hecho del programa, «Choque de Opiniones», de CNN en Español, el 8 de Junio de 2014, presentado y moderado por Ione Molinares, periodista de ese centro mundial de noticias. Decidí, entonces compartir voluntariamente la misma con el Conadeh, que me facilitó un técnico para entre los dos poder construir las cifras arriba citadas. En tanto, el video de CNN, «Inmigración Infantil» esta accesible en la siguiente dirección del Internet: https://es-la.facebook.com/CNNChoque? ilter=1 .
 
 
Crisis

El flujo masivo de migrantes menores de edad,  niños,  niñas y adolescentes/NNA, por sus siglas en español,  que sin un acompañante adulto  entraron a Estados Unidos entre abril y septiembre del 2014, no empezó en ese año. De acuerdo a lo analizado, esto venía manifestándose desde el año 2009, en los tres países la región del Triángulo Norte –Guatemala, Honduras y El Salvador, aunque en su inicio con volúmenes menores. En el 2009, el mayor número de menores de edad salió de El Salvador, 1,221, y el número menor de Honduras, 968. De Guatemala emigraron 1,115,  mostrando una frecuencia intermedia entre El Salvador y Honduras.

La migración de menores entendido como un problema social se puede catalogar a su vez de regional, debido a que se origina en los tres países centroamericanos del Triángulo Norte, pero ahí no se detiene. Contiene además una dimensión continental porque el flujo migratorio de los tres países converge todo en Estados Unidos de América,  país de destino, adentrándose en ese país por los puntos fronterizos terrestres existentes entre México y EE.UU.
 
Todo indica que partir del  2009 ya se disponía de datos válidos y confiables sobre del hecho. Mostrando por los dos años consecutivos, hasta el 2011, una tendencia más o menos fija con pocas variaciones por año y entre países. En ese período 2009-2011 el flujo de migrantes llegaba a volúmenes que eran manejables por los centros de detención que operaban en el lado estadounidense, cercanos a los varios puestos en la frontera binacional mencionada.
 
Pero en el año 2012 se empieza a disparar la corriente migratoria de menores no acompañados,  con un salto histórico hasta el momento desconocido, que adicionó un contingente masivo, procedentes de los tres países centroamericanos.
 
La escalada continuó creciendo en los años sucesivos, al extremo que a comienzos del 2014 la situación fue declarada de “crisis humanitaria” por el Gobierno de Estados Unidos. El aumento del flujo migratorio fue tal, que el Gobierno Federal estadounidense tuvo que abrir en pocos meses, nuevos centros de detención de migrantes, convirtiendo en albergue temporales sitios que estaban disponibles en bodegas improvisadas y en bases militares ubicadas en Estados fronterizos norteamericanos con México.
 
El gobierno de Honduras no se quedó atrás. En los primeros meses del 2014 calificó lo acontecido con un término algo parecido al estadounidense,  de “emergencia humanitaria”. Abrió en el Aeropuerto de Palmerola, en Comayagua, habitualmente destinado al movimiento de naves militares, un centro de atención para unidades familiares retornadas –compuesta por un menor, NNA acompañado de un adulto— que habían sido deportados, por vía aérea, desde Estados Unidos. 
 
 
Evolución de la crisis
 
De acuerdo a las cifras, el primer cambio drástico aconteció después del primer trienio 2009 -2011, cuando el promedio anual regional propio de dicho trienio —  que ascendía a 3,894 NNA migrantes–  saltó en el 2012 a 10,146.
 
El nuevo volumen por año equivalía a triplicar el número de migrantes menores de edad que antes marcaba al período 2009-2011. En términos porcentuales,  el problema migratorio puede decirse que creció entonces en un 165% en el 2012.
 
Pero el hito del año 2012 tampoco se quedó inalterable.  Siguió aumentando en volumen. El paso de los migrantes menores de edad cruzando solos la frontera terrestre de México a Estados Unidos también creció en el año 2013,  en relación al 2012. En los tres países de la región pasó de un total 10,146 en el año 2012 a 20,805 en el  2013, diferencia que representa un crecimiento por lo menos del doble, de un año al otro.
 
Pero aún con estos extraordinarios incrementos, los Presidentes de los gobiernos afectados todavía no se dieron por enterados para actuar. Tuvo que sumarse otro incremento,  aún mayor que los anteriores, que ocurrió a principios del año 2014.
 
Este aumentó sí provocó que los tres  Presidentes  centroamericanos y el de Estados Unidos al fin reaccionaran y en forma conjunta. Los cuatro Presidentes se reunieron en la Casa Blanca y decidieron actuar en común. En una declaración conjunta de los cuatro Ejecutivos, Estados Unidos acepta por primera vez una corresponsabilidad diferenciada en el problema migratorio, reconociendo que es el país con el mayor consumo de drogas del mundo.
 
A su vez, cada nación de la región centroamericana reconoció que por sus respectivos territorios entraban drogas en distintas cantidades, mayormente provenientes de Colombia y Venezuela, y que además, desde sus territorios nacionales se exporta directa o indirectamente esa droga hacia Estados Unidos. 
 
Que en cantidades aún menores procesan hoja de coca en sus países. Que cada uno de los países centroamericanos pone en definitiva los numerosos muertos y victimas que resultan de la violencia y el crimen organizado derivados de la narcoactividad, y que entre sus fronteras se queda como lavado de dinero un ínfimo monto de los enormes ingresos que genera el narcotráfico.
 
Lo que al fin despertó  la atención de los Presidentes de Estados Unidos y de los tres países centroamericanos fue el escándalo que causó en la opinión pública –nacional, regional y mundial–   los 34,611 migrantes menores de edad que cruzaron la frontera de Estados Unidos solos, sin la debida documentación, a principios del año 2014. 
 
La cifra superaba significativamente los 20,805 menores de edad centroamericanos que se habían internado sin la debida documentación y sin un adulto acompañante en Estados Unidos desde México en el  año 2013. En números absolutos, el crecimiento sucedido en esos cortos meses del 2014 ascendía al 166% de  lo sucedido  en los 12 meses del 2013.   
  
Pero como cinco meses es solo una parte del año, eso equivale al 42% del tiempo total que transcurre en un año. Para poder seguir comparando las estadísticas que ya estaban expresadas en una base anual, los agoreros del fenómeno migratorio centroamericano estandarizaron ese dato para el año completo, suponiendo que la tendencia de la escalada seguiría con la misma intensidad de crecimiento para los meses del año que faltaban.
 
En tal sentido, la cifra anual total de menores centroamericanos cruzando solos la frontera estadounidense, una vez estandarizada,   se remonta en unos 83 mil al final del 2014, el equivalente a casi 4 veces lo sucedido en el 2,013
 
Lección aprendida
 
Los Presidentes de las 3 naciones centroamericanas del Triángulo Norte y el Presidente de Estados Unidos, FINALMENTE,  visibilizaron el problema de los NNA migrantes menores de edad entrando solos en los Estados Unidos una vez que el problema se complicó tanto,  que llegó  convertirse en una “crisis” en los primeros cinco meses del año 2014.
 
Ajustando esa cifra para todo el año 2014, el nuevo estimado del problema,  ya estandarizado para todo el 2014, puede decirse que entonces creció 24 veces más en base a 3,304, tal como estaba cuando empezó a manifestarse en el 2009; año en que por primera vez empezaron a hacerse públicas datos confiables sobre los primeros miles de migrantes menores entrando solos y sin papeles a Estados Unidos: un fenómeno sin duda complejo, multinacional y desafiante por la naturaleza esencialmente humana que tiene.  
 
En síntesis, a los cuatro Presidentes involucrados — tres centroamericanos y el de Estados Unidos—les tomo más de cinco años llegar a reconocer y comenzar a hacer algo sobre el problema migratorio de los menores de edad. Y de inmediato nos viene a la mente una pregunta, que contestaremos, aunque respetuosamente está dirigida al Presidente de Honduras…  
 
 
¿Cuántos años necesita el Presidente de Honduras para resolver las causas y efectos principales de la migración hondureña infantil hacia Estados Unidos?
 
Para lograr soluciones que se basan en resultados irreversibles, no creo que sea en menos de una década.
 
Aunque de inmediato el mandatario aún puede poner en marcha soluciones a distinto plazo—corto, mediano y largo—  si actúa respetando de ciertos principios y normas de gobernabilidad.
 
Uno de ellos es que en el ejercicio del solemne cargo que ostenta,  máximo ejecutivo de la nación,  gobierne como el gran Estadista de todos los hondureños. Decidiendo en función de los grandes intereses de la nación, del bien común, del bienestar generalizado del pueblo y atendiendo con distinción a  los grupos que enfrentan los mayores riesgos.
 
Entre ellos, incluye a los niños, niñas y adolescentes migrantes retornados, familiares inmediatos de éstos y a los adultos migrantes hondureños que ya viven en la diáspora, que ahora quieren tener don ellos a los menores que dejaron en Honduras cuando se fueron y que hoy son en Honduras migrantes potenciales adolescentes.
 
Y sin duda, los miles que han sido retornados al país por haber sido antes deportados de México,  Estados Unidos o de otros países, quienes en gran mayoría quieren volverse a ir, “porque ahora ya saben cómo es la cosa”.
 
Para ello el Presidente necesita proceder con apertura, compasión y sabiduría. Con visión integral, siendo equitativo, incluyente y participativo. Abierto a la crítica y  al diálogo, tanto con seguidores como con opositores y neutrales. Y sobre todo, aconsejándose permanentemente de los hombres y mujeres probos y notables que tiene Honduras.
 
El problema de la migración, por su alcance, reclama soluciones al nivel nacional, centroamericano y binacional con cada país de la región y con Estados Unidos. En Honduras, esas soluciones hay que concretarlas  en programas y proyectos pertinentes y realistas,  normados por el gobierno, aunque ejecutados por gestores del sector privado, a través de entidades humanitarias, sin fines de lucro o de interés social.
 
Sujetando lo hecho a evaluaciones realizadas a tiempo, por firmas o equipos independientes, académicos o conocedores prácticos del tema, que sean ajenos a los ejecutores privados y al Gobierno; y como tales, dejando abierta la posibilidad que lo logrado siga progresando más allá del lapso que dura un mandato presidencial.
 

Ante la masiva indignación en que vive hoy Honduras, el Presidente no puede seguir actuando como el caudillo de su partido político. El gobierno para que sea bueno, tiene que generar y garantizar un mínimo de igualdad de oportunidades y de bienestar para todos los hondureños.

Ello impone al mandatario tomar la dolorosa –pero necesaria– decisión de no conceder más prebendas y privilegios a los intereses particulares de los grupos y sectores que lo llevaron al poder. Está demostrado que para subsistir, dichos actores tienden a corromperse, por estar siempre listos a viciar la gestión pública para disfrutar de las mieles del poder. 

Con más rentabilidad si maniobran fuera o contra la ley. Aunque ello después conlleve pedirle al mandatario que los proteja con impunidad y así quedar blindados ante cualquier acción judicial posterior. 

 

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