Tegucigalpa.- La reciente visita del secretario general de las Naciones Unidas, el coreano Ban Ki-moon, sirvió entre otros propósitos para ratificar el compromiso de Honduras por hacer prevalecer el respeto a los derechos humanos, al anunciar la instalación próximamente en el país de una Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos.
Luego de gestiones diplomáticas, la petición del gobierno de Honduras se concretizó y el anuncio se oficializó con la visita al país de Ban Ki-moon, quien en su discurso hizo énfasis en la necesidad de coadyuvar esfuerzos para que el país avance en su proceso no solo de reinserción total en el concierto de naciones, sino que también de sentar compromisos permanentes por el respeto a los derechos humanos.
Uno de esos esfuerzos gubernamentales lo constituye la reducción en los índices de criminalidad que en el 2011 alcanzaron su nivel pico con 86 homicidios por cada 100 mil habitantes y para fines de 2014, la tendencia es que la tasa será de 67 homicidios por cada 100 mil personas, según las proyecciones oficiales avaladas por el Observatorio de la Violencia de la UNAH.
La situación de los derechos humanos ha sido un problema que ha marcado a Honduras en los últimos años, particularmente tras los acontecimientos políticos de 2009 que concluyó con un golpe al poder ejecutivo que terminó con la salida del poder del ex presidente, Manuel Zelaya, según un informe oficial de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Una observación permanente
Varios informes sobre violaciones humanitarias han salido desde ese momento a la fecha y el país ha tenido que someterse a una evaluación permanente de misiones internacionales, así como internas de grupos humanitarios y estatales.
En varias oportunidades Honduras ha tenido que rendir cuentas en el llamado Examen Periódico Universal (EPU, por sus siglas en inglés), en Ginebra, Suiza, en el cual se han hecho más de ochenta recomendaciones para el cumplimiento del respeto a los derechos humanos.
Los esfuerzos institucionales han sido lentos pero dando muestras de avance en algunos aspectos como reformas legales, nuevo giro a instituciones en materia de niñez y adolescencia, mayor efectividad entre los operadores de justicia y reducción de los niveles de impunidad, entre otros compromisos adquiridos por el país en materia de derechos humanos.
El Estado hondureño ha aceptado que la impunidad ha sido uno de los mayores obstáculos en el esclarecimiento de las violaciones humanitarias y ha empezado a crear una serie de órganos de especialización en materia investigativa que buscan tratar de revertir esa tendencia, consciente que no será algo de la noche a la mañana.
Los crímenes contra periodistas, la situación muy su géneris en el Bajo Aguán, los asesinatos de abogados, fiscales, jueces y otros operadores de justicia, así como defensores humanitarios y miembros de la comunidad LGTB ha disparado las alarmas sobre Honduras, a la cual se suma el asesinato diario de personas, un promedio de 16 al día en el 2014, según el Observatorio de la Violencia de la UNAH.
Bajo este contexto, la instalación de una Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, cobra una vigencia e importancia valiosa para Honduras al dar muestras de que querer someterse a una vigilancia externa que permitirá constatar los avances y retrocesos en la materia, asesorar en aspectos puntuales y recomendar al país acciones tendientes para hacer de esta nación centroamericana una zona comprometida con el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Un veedor con credibilidad
Por la situación particular que vive Honduras, donde la violencia y la inseguridad son agentes disparadores que tienen como caldo de cultivo las acciones de la criminalidad organizada y común, la instalación de la Oficina del Alto Comisionado, será el veedor externo de credibilidad y contrapeso que necesita Honduras para caminar por una ruta que había iniciado a mediados de los años ochenta relacionada con no repetir nunca más su pasado de país violador de los derechos humanos y proclive a la desaparición forzada de personas.
La instalación de esta Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos dejará muchas lecturas al país, pero será sin duda un buen escenario convocante para contrastar las diversas visiones humanitarias en aras de centrar un debate que permita al país construir a futuro y no destruir los pocos esfuerzos que en materia humanitaria se han realizado y están por ejecutarse.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, discreto, como su llegada en un vuelo comercial, supo canalizar y transmitir al gobierno del presidente Hernández ese anhelo de un pueblo y de la comunidad internacional. El gobierno de Hernández, reaccionó con un buen plante en términos diplomáticos y políticos, consciente que este paso lejos de afectarle, le gratifica en réditos políticos.
Ban Ki-moon también tomó el pulso a los distintos actores sociales, gremiales, empresariales y gubernamentales sobre el país y el futuro que anhelan, fue claro en cuanto a sus preocupaciones por el tema de los migrantes y la crisis humanitaria de menores, así como en otros aspectos humanitarios, aunque alabó los esfuerzos que se han hecho por disminuir la tasa de criminalidad.
La visita del secretario general de las Naciones Unidas, la tercera que realiza un funcionario de ese nivel a Honduras, fue también para el gobierno del presidente Hernández, una oportunidad para demostrar que posterior a la crisis política de 2009, el país intenta encontrar su rumbo, que nuevas fuerzas políticas irrumpen el escenario político de partidos, además de la riqueza cultural que encierra una nación que fue la cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo como fueron los mayas.
En materia de derechos humanos, una nueva página se abre y la presencia de la Oficina del Alto Comisionado servirá para garantizar que el país no está solo en sus esfuerzos por respetar los derechos humanos para evitar sus constantes violaciones.
Ya Honduras logró salir de la lista negra de países violadores de derechos humanos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Su apuesta ahora es a ser un país que se somete a una tutela externa como la brújula que le recuerde que nunca más se deben repetir los actos deleznables del pasado.