Nora de Melgar, la hondureña que rompió barreras y marcó la historia

Tegucigalpa – La historia contemporánea de las mujeres hondureñas y su incursión en política no puede escribirse sin mencionar el nombre de Alba Nora Gúnera de Melgar Castro, una maestra de educación primaria que llegó a Tegucigalpa desde Concepción de María, San Marcos de Colón, Choluteca, en el sur hondureño, y desde sus años mozos inició su participación en la vida pública del país.

Desde su nacimiento, en mayo de 1942, a la fecha, han pasado 74 años. Ese recorrido por la vida la llevó a ocupar encumbradas posiciones del poder público, pero esas circunstancias no le marearon ni la desvincularon de su sencillez y su cercanía con la gente.

La vida política de Norita -como le dicen sus seguidores de los que aún hay muchos, en los barrios populosos de Tegucigalpa, Comayagüela y los poblados recónditos de Honduras- hizo que ese camino fuera difícil y hasta imperdonable, en un país duro y machista en todos sus órdenes, como es esta nación centroamericana.

Nora Melgar7Ser mujer, viuda y aspirar a posiciones del poder público no fue un tema agradable para muchos dirigentes nacionalistas que no tuvieron más que abrirle el paso, en un momento en el que la popularidad de Nora de Melgar, especialmente a nivel de bases, les abrumó en un partido que no mostraba posibilidades de liderazgos renovados.

La intelectualidad hondureña también se ensañó con ella y no tuvo el menor reparo en hacer escarnio y llevar sus burlas a los más crueles niveles.

Pensadores y doctos analistas de la época editorializaron para ridiculizar a aquella maestra que osaba aspirar a gobernar el país. Esos mismos intelectuales y analistas fueron en los regímenes castrenses, asesores de jefes de Estado militares, que no lograron, en su mayoría, concluir su educación primaria. Y esos mismos intelectuales, fueron con los años, consejeros de presidentes constitucionales que complementaron su formación académica con la práctica de la santería matizada con una profunda dosis de folclore.

Muchas mujeres también vieron con recelo a Nora de Melgar. Y aunque se rodeó de amigas entrañables que pusieron el alma y creyeron en su proyecto político, una gran parte del “rancio abolengo” femenino la vio de reojo.

Nora Melgar5“El peor enemigo de la mujer es la mujer”, solía decir con pesar ajeno doña Nora, cuando era objeto de la sátira de sus congéneres. Pero se llenaba de satisfacción cuando citaba ejemplo de grandes mujeres hondureñas como doña Tula Bográn de Güell, Hilda Alonso, Alba Alonso de Quezada, Ilsa Díaz Zelaya o Soad Salomón, entre otras.

Electa primera mujer alcaldesa de la capital hondureña para el período 1990-1994, tras un proceso de elecciones internas; Nora de Melgar mantuvo un liderazgo fuerte que le llevó a ser precandidata presidencial por su partido, pero, antes de llegar a los comicios internos, en los que debió competir con el exrector y expresidente de la Corte Suprema de Justicia, Oswaldo Ramos Soto, ella fue obligada a dejar sus aspiraciones.

Líderes partidarios la visitaron en su casa de habitación para darle la noticia de su deposición y ella, que afrontaba una aguada malaria, tras un viaje por Balfate, Colón, intentó inicialmente resistirse, apoyada por sus correligionarios que llegaron de diferentes partes del país y frente a los que habló en un mitin, que se desarrolló en un amplio terreno cercano a su residencia; pero al verse imposibilitada, les pidió a sus seguidores disciplina partidaria y anteponer los intereses del partido.

La decisión fue tomada por miembros del entonces poderoso Movimiento Nacional Callejista. Este grupo político avaló entonces a Oswaldo Ramos Soto, quien en noviembre de 1993 perdió las elecciones generales frente al liberal Carlos Roberto Reina.

Nora Melgar4Primera mujer candidata presidencial

Pese a los valladares que vedaban la igualdad de género, ella logró avanzar y llegar a ocupar la candidatura presidencial por el Partido Nacional de Honduras, tras ganar las elecciones internas en 1996. Así, se convirtió en la primera mujer candidata presidencial en la historia del país.

Fue entonces que doña Nora de Melgar Castro compitió por la Presidencia de la República con el liberal Carlos Roberto Flores Facussé. En esas elecciones obtuvo 844 mil 985 votos, lo que en ese momento representaba el 42.76 por ciento del apoyo del electorado hondureño.

En una manifestación pública, doña Nora se refirió a su postulación presidencial al decir que siguió “el camino de mujeres valientes y visionarias que lucharon por rescatar para la mujer hondureña y latinoamericana los derechos que ciertos intereses oscuros mantuvieron alienados por mucho tiempo”.

Su origen y recorrido

Nora Melgar3Nora de Melgar llegó de un poblado rural de una de las zonas más pobres de Honduras, y allí conoció la realidad del país, vivió en medio de ella y la interiorizó. Provenía de un hogar modesto pero digno. Su padre, maestro de educación primaria y líder local nacionalista, influyó en su vida, dijo ella, con emoción, en reiteradas ocasiones.

Trabajó como maestra en una escuela pública; estudió, sin concluir la carrera de Psicología en la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras, donde fue parte de las jóvenes estructuras del Frente Unido Universitario Democrático (FUUD), luego se formó en educación para adultos en una academia de Alemania.

En los años de estudiante, también integró los movimientos de juventud del Partido Nacional de Honduras, época en la que transitó desde el activismo de barrio hasta llegar, décadas después, a ocupar la presidencia del Comité Central del Partido Nacional.

Casada con el general Juan Alberto Melgar Castro, Alba Nora Gúnera de Melgar Castro se desempeñó como primera dama del país desde 1975 hasta 1978, etapa en la que su esposo fue nombrado jefe de Estado, tras ser depuesto el también general Oswaldo López Arellano, implicado en un acto de corrupción conocido como el “banana gate”.

Más allá de hacer obras caritativas, a través de la entonces Junta Nacional de Bienestar Social, como era lo tradicional en el caso de las primeras damas de Honduras, Nora de Melgar trabajó en proyectos educativos y de alfabetización a favor de los hondureños y buscó generar espacios de participación para las mujeres en distintos ámbitos de la sociedad.

Sus hijos, Nora Liduvina, profesional de la química y farmacia; José Arquímedes y Juan Ramón, dos ingenieros agrónomos graduados en la Escuela Agrícola de El Zamorano, han representado para Nora Gúnera de Melgar, el centro de su vida. Lo han sido siempre, pero su relación con ellos se volvió aún más estrecha tras el fallecimiento repentino de su esposo el general Melgar Castro en diciembre de 1987. Con los años, la llegada de sus nietos completó su alegría familiar.

Cuando el corazón le falló al general Melgar Castro, quien murió a los 57 años, en momentos en los que emprendía un movimiento de renovación en el Partido Nacional, su viuda decidió tomar la bandera azul con la estrella solitaria e impregnar de nuevos bríos al nacionalismo.

Su cercanía con los más humildes
poblados de Honduras

Nora Melgar6En sus jornadas políticas, llegó hasta la más pequeña de las aldeas del país, con limitados recursos económicos. Los aportantes empresariales dudaban brindar apoyo a una mujer que con férrea voluntad y con el aliento que le brindaban en los recibimientos los nacionalistas de tierra adentro, avanzó en su campaña.

Doña Nora visitó entonces desde los principales centros urbanos, con concentraciones fundamentales de electores, pero no dejó de ir a Belén, Gualcho, Concepción, Dolores y Mercedes en Ocotepeque; fue a El Carrizalon, Cabañas y San Juan de Opoa, Corquin, Cucuyagua y La Entrada en Copán; visitó en Intibucá poblados como San Marcos de la Sierra, Colomoncagua, Yamaranguila y San Miguelito.

En Lempira no se quedó únicamente en Gracias y se desplazó entre otros poblados a Coloaca, Guarita, Mapulaca, Colohete, Erandique, Candelaria y Gualcince.

La Paz le abrió las puertas especialmente porque Marcala, su principal ciudad, fue la cuna de su esposo, allí visitó entre otras comunidades Aguantequerique, Santa Elena, Chinacla, Guajiquiro y Opatoro; en Santa Bárbara doña Nora estuvo en las localidades de San José de Colinas, Ilama, Quimistan, San Luis, Seguaca, Santa Rita y Zacapa para mencionar algunos.

En Olancho el itinerario fue amplio por todos los municipios y fue recibida con especial afecto en La Unión, Guata, Silca, Jano, Manto, Becerra, Guarizama, San Francisco de la Paz, Guayape y Culmí.

En Comayagua el recorrido por los pueblos fue total y en localidades como San Jerónimo, San Luis, Minas de Oro, El Rosario y La Libertad debió quedarse más tiempo del programado.

Cortés, un departamento donde las visitas de doña Nora fueron constantes; a esa región le unían los recuerdos de una etapa de su vida de casada con el general Melgar Castro.  Visitó los poblados garífunas, pero su favorito siempre fue Masca, viajó muchas veces a San Manuel, Villanueva, Choloma, La Lima, Pimienta, Cofradía, Omoa y Puerto Cortés, entre otros. Allí le acompañaban muchas mujeres, la mayoría emprendedoras y con espíritu guerrero. Nunca faltó su gran amigo Fuad Canahuatti, entre muchos líderes locales.

En Colón las mujeres garífunas le acompañaron en el recorrido total. Ella disfrutó su visita a Santa Fe, Sonaguera, Tocoa, Trujillo, Limón, Balfate y Bonito Oriental.

Atlántida y su alegría le recibieron y visitó entre otros lugares Esparta, Jutiapa, El Porvenir, La Masica, Tela y Arizona

En Yoro doña Nora fue acogida en Sulaco, Victoria, Santa Rita y Yorito mientras que en El Paraíso visitó Teupasenti, Soledad, Liure, Yuscarán y Alauca.

El sur, su cuna, siempre la recibió con una calidez especial y en Valle sus visitas a Jícaro Galán, Caridad, Aramecina, San Francisco de Coray y Langue marcaron su etapa de aceptación más plena. Choluteca con sus localidades de Apacilagua, Concepción de María, Namasigüe, Pespire, San Isidro y San Marcos de Colón formaron parte de un itinerario recorrido más de una vez.

Fueron tantos otros los poblados de tierra adentro como aldeas, caseríos y barrios del Distrito Central y de Francisco Morazán, donde su caudal político era pujante.

Pocas veces usó el helicóptero, principalmente por falta de recursos, pero también porque no era amante de volar y prefería viajar en su vehículo, siempre acompañada de su amiga Cilia Suárez y de otras mujeres de su entorno cercano.

nora8Otras posiciones

En los últimos años doña Nora de Melgar Castro fungió como diputada al Parlamento Centroamericano, también fue electa diputada al Congreso Nacional y allí se desempeñó como vice presidenta de la Cámara (2010 -2014).

Actualmente en el retiro, con su salud delicada, Alba Nora Gúnera de Melgar Castro recibió un homenaje de su partido. En esa ocasión dijo: “Llevo al Partido Nacional en el alma, en mi sangre y en lo más profundo de mi corazón y he dedicado gran parte de mi vida a mi Partido Nacional, recibo este reconocimiento con la humildad de una cachureca que no tiene más compromiso ni mayor obligación que hacer todo lo posible por engrandecer al partido y a mi patria Honduras”.

Esa ha sido Nora Gúnera de Melgar Castro, una mujer sencilla, franca, guerrera y disciplinada que rompió mitos y moldes en Honduras, marcando la historia de la mujer en la política más allá de la activista a la que intentaron disminuir. Ella demostró que la mujer hondureña no solo es maternal en sus acciones, sino valiente y decidida cuando de asumir riesgos y retos se trata.

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