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La indiferencia ahogó el dolor en el Nacional de Tegucigalpa

Tegucigalpa – Eran las 4:00 de la tarde y los equipos Motagua y Honduras Progreso saltaron a la cancha del Estadio Nacional Tiburcio Carías de Tegucigalpa, para disputar la final del Torneo Clausura.

Apenas minutos antes, dos aficionados habían muerto trágicamente. La multitud desbordada intentó sobrepoblar el coloso capitalino, lo que provocó que en el tumulto fallecieran dos hinchas.

La tragedia ocurrió cuando el público trató de ingresar a la instalación a través del portón 11, una de las entradas más apetecidas para llegar a la popular gradería de sol. Esa escena era ajena a los miles de aficionados que ya copaban la instalación deportiva. El espectáculo estaba a punto de iniciar.

El personal de socorro recogió los dos cadáveres y los trasladó al interior del Estadio, los colocaron en la pista olímpica que bordea el césped.

Junto a varios heridos fueron trasladados al Hospital Escuela Universitario (HEU), otros dos aficionados en estado grave. Poco después murieron. Las víctimas fatales se incrementaron a cuatro.

porton tragediaEste fue el portón en el que ocurrió la tragedia en la final entre Motagua y Honduras Progreso.

Dentro del Nacional, cerca de una decena de personas entre parientes, amigos y curiosos rodearon los cuerpos. Un joven, vestido con atuendos motagüenses, lloraba amargamente e hincado parecía suplicar que lo dejaran acercarse a uno de los cuerpos, pero la autoridad se lo impedía, debían esperar el procedimiento de rigor.

La celebración deportiva no paraba y desde sus asientos los hinchas respiraban fútbol.

También la prensa parecía no advertir la tragedia. La indiferencia se esparció por el coloso.

Pasaron unos 10 minutos antes de que llegará la unidad que se llevó los cuerpos inertes, ya cubiertos que seguían en la pista, entre las graderías y la grama, justamente en el medio, donde no era posible que alguien dentro de la instalación dejara de verlos.

Entonces saltó el Motagua al terreno de juego y la afición aplaudió y coreó largamente, el ciclón de local era recibido jubilosamente en el preludio de alzar su XII Copa ante su modesto adversario el Honduras Progreso.  Los muertos aún permanecían en la pista del estadio a la espera de ser trasladados a la morgue.

La afición de Motagua llenó completamente el estadio Nacional en esa final.

El papel picado inundó las graderías y se escucharon los petardos, el país estaba a 90 minutos de conocer a su campeón.

Arrancó el partido y a los 18 minutos llegó el primer gol de Erick Andino, la afición explotó en un prolongado grito. Los cuerpos sin vida seguían en la pista colocados en una especie de bolsas de tonalidad dorada.

Fue hasta pasado unos 25 minutos que los cuerpos fueron trasladados a la morgue y su envío también pasó desapercibido.

El partido se desarrolló en el habitual y entusiasta ritmo que lleva impresa una final, en un país donde el futbol es el deporte rey. Al final del encuentro la copa, la vuelta olímpica, el carnaval y la fiesta…

Historias de vida

El tumulto vinculado a presunta falsificación de boletos provocó un lleno incontrolable en el estadio. Las víctimas fatales de esa tarde fueron: Olman Cálix y Carlos Torres, cuyos cuerpos se colocaron al interior del estadio, mientras en el Hospital Escuela murieron José Vidal y Tomás García.

Todos ellos aficionados de Motagua y todos ellos hombres de trabajo y familia.

José Vidal tenía 56 años y era un taxista de la colonia San Miguel, su amor por Motagua era incomparable y su esposa, doña Reina Fuentes aún llora su partida.

“Se siente un vacío en casa, esto es difícil, a esta hora (6:00 de la tarde), ya estaba en casa, esto es duro, me traía la cena y me hace falta mi viejo”, relató doña Reina a Proceso Digital en medio de lágrimas.

Detallando partes de su vida al lado de José Vidal, la mujer relata que cada tarde él le recordaba telefónicamente que no cocinara porque le llevaría algo para cenar juntos.  “Me duele tanto que ya no esté mi viejo loco, yo le decía que era mi amor y mi vida”, comentó.

historia estadioEn esta foto está el señor José Vidal en vida junto a sus tres nietas.

Doña Reina vive en la colonia San Miguel, en un espacio pequeño, una sola pieza, que comparte con sus dos hijas y tres nietas.

“Vivo en un cuarto tan pequeño que no tiene sala, comedor, ni cocina, es pequeño. Recuerdo que venía dos veces al día, en la mañana me decía que, aunque no le había ido bien, me traía al menos los desayunos de las niñas. Extraño la presencia de mi esposo en casa, uno puede salir con la comida y los gastos, pero la presencia de él nadie la recupera”, compartió la viuda.

El señor José Vidal dejó dos hijas y tres nietas que dependían de su trabajo en un taxi que actualmente está parado y sin que nadie lo pueda conducir para generar ingresos a la familia.

historia estadio2Los familiares de José Vidal le rindieron un homenaje con una camisa después de su muerte en el estadio Nacional.

Esa misma tarde murió Carlos Torres, quién era un agente aduanero, además era el masajista, kinesiólogo y utilero del equipo Motagua de Veteranos.

Mientras Tomás García era un guardia de seguridad de Radio América en Tegucigalpa, todos los periodistas deportivos de esa casa radial lamentan su fallecimiento y le recuerdan como un amante del fútbol y un buen ser humano.

¿Sensibilidad, donde quedó?

Las discusiones en torno a lo que pasó en el Nacional esa tarde fatídica gravitan en el ambiente, aunque al paso de escasos días, también han ido disipándose. Ya casi solo es un vago recuerdo. Nadie ha explicado, con ciencia, cómo pudo seguir el espectáculo en medio de la tragedia.

El oficial de Policía Nacional, Julián Hernández, dijo al respecto que “no puedo decir que hubiera ocurrido algo peor al suspenderse el partido, no podemos decirlo, nadie lo sabe…”

La doctora Mirna Flores, una experta en temas de seguridad, dijo que lo que se observó ese domingo en el Estadio Nacional fue una verdadera insensibilidad de la sociedad hondureña a la que no le importó que había cadáveres en la pista mientras se jugaba un partido de fútbol.

“Este país vive una crisis, hay una insensibilización a los problemas de violencia”, analizó Flores al conversar con Proceso Digital.

Agregó que “acá hay una desnaturalización por muertes, ese día todo se especuló y no había una explicación de lo sucedido, no hubo una decisión, aunque hubiese un problema humano con las muertes”.

La socióloga hondureña lamentó la indiferencia y el hecho de que una tragedia de la magnitud de la ocurrida esa tarde, 28 de mayo de 2017 no afecte a la gente que vio los muertos en un espacio deportivo. Ella pidió a la población volver a tener los valores humanos que tanto se han perdido.

Los estadios

Raúl Orvañanos     Raúl Orvañanos de Fox SportEn entrevista a Proceso Digital, el reconocido narrador mexicano de Fox Sport, Raúl Orvañanos, lamentó que se observen tragedias en los estadios de fútbol en Latinoamérica.

Respecto a la desventura hondureña dijo que “fue un momento triste, que pasen esas cosas en un campo de fútbol impresiona, un partido de fútbol no es tan importante como la vida de cuatro personas, se podía jugar otro día el encuentro, pero tuvieron temor de como desalojar el estadio”, expresó Orvañanos.

Siguió diciendo que “la gente desafortunadamente en los estadios, tanto dentro como fuera muestra mucha violencia, debe haber mucha seguridad…se nos olvida que lo importante es la tranquilidad de la sociedad”.

El periodista mexicano envió un mensaje a las autoridades del fútbol hondureño y pidió que cuiden el fútbol, pero, especialmente, a las personas que lo disfrutan.

“No soy una autoridad para opinar del tema, pero les pido que tengan más cuidado, el fútbol es bonito y hay que cuidarlo, con orden, hay que cuidar al aficionado que va a ver fútbol”, añadió.

Más allá del fútbol, de la avalancha, de la Copa y hasta de la muerte; la tragedia del país se marcó esa tarde, cuando al ritmo del balón, miles de hondureños coreaban, celebraban y disfrutaban un espectáculo deportivo, mientras dos cuerpos, colocados en la pista olímpica, entre las graderías y el engramillado yacían inertes… la indiferencia había ahogado el llanto, el dolor y la solidaridad en Tegucigalpa.

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