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Estaba en Praga en el primer aniversario de la invasión soviética

Miami, (EEUU) – De mis 35 años como corresponsal extranjero, es posible que la cobertura periodística que hice de los violentos disturbios que se produjeron en Praga en 1969, con motivo del primer aniversario de la invasión soviética, es la que marcó el resto de mi carrera profesional.

No pude entrar a Checoslovaquia en agosto de 1968 tras la invasión y quedé retenido en Viena, pero esta vez viajé con tiempo suficiente antes que cerraran las fronteras.

En el primer aniversario de la invasión de los ejércitos de cuatro países del Pacto de Varsovia (URSS, Bulgaria, Hungría y Polonia) el 20 de agosto de 1968, se volvieron a producir violentos incidentes en las calles de Praga y los tanques soviéticos hicieron otra vez acto de presencia.

Manifestaciones de jóvenes checos que protestaban por la invasión y por la ocupación de su país fueron reprimidas violentamente por las tropas soviéticas.

Los gases lacrimógenos que les lanzaban a los estudiantes nos afectaron también a los periodistas que estábamos en la calle detrás de los manifestantes.

Yo había aprendido en los disturbios de la guerra civil-religiosa en Belfast (Irlanda del Norte) como combatir los efectos de esos gases peligrosos y tenía a mano un paño mojado de vinagre para ponérmelo en la cara.

Pero no podía evitar el enrojecimiento de los ojos y el espasmo de los párpados que obliga a cerrarlos continuamente, además del lagrimeo y las grandes dificultades para respirar.

Pero al contrario de Belfast que se podía dialogar con las tropas británicas y se reconocía la labor de los periodistas, en Praga no había manera.

Praga2Era la fuerza bruta contra la protesta popular y los periodistas, testigos inconvenientes, llevábamos la peor parte.

En Praga aprendí también a correr ante la presencia inesperada de tanques soviéticos.

Quedé impresionado cuando jóvenes checos, ellas con minifaldas, detuvieron el avance de los tanques y se subieron a ellos enarbolando banderas de su país y tratando de convencer a los también jóvenes soldados soviéticos de lo injusto de la invasión.

En el grupo de periodistas que estábamos cubriendo los incidentes, estaba el famoso fotógrafo francés´Gilles Caron, de la agencia Gramma y las mejores fotos de ese día son las suyas. Caron murió un año después a los 30 años de edad, en el trayecto de una carretera entre Camboya y Vietnam, controlada por los sanguinarios Jémeres Rojos.

Creo que era el único periodista latinoamericano en Praga ese día y tenía en mis manos una historia dramática para contar, pero si no la podía transmitir a mi oficina en Londres de la agencia española de noticias EFE, no valía para nada.

Praga3Localicé una oficina de correos y tras mucho forcejeo dialéctico con una funcionaria, me dejaron un telex con alfabeto checo al que había que picar una cinta para transmitir.

Sin poder ver lo que estaba escribiendo (entonces no había esas pantallas ni internet), pude transmitir una crónica a EFE-Londres que al día siguientes fue primera página de muchos diarios en España y América Latina.

Otra de mis crónicas que se publicó muy bien fue la que escribí tras mi visita al cementerio Olsany, donde reposan los restos del estudiante Jan Palach que el 19 de enero de ese año se había inmolado en la Plaza de Wenscelas en protesta por la ocupación soviética.

La lápida también recuerda los restos enterrados juntos del estudiante Jan Zajic, que también se roció gasolina y se prendió fuego en la Plaza de Wencelas, un mes después de inmolación de Palach.

Casi veinte estudiantes se inmolaron en todo el país a pesar que Palach había pedido en un escrito que no siguieran su ejemplo.

El 20 de agosto de 1968 cerca de 250,000 tropas de cuatro países del Pacto de Varsovia y 2,000 tanques invadieron Checoslovaquia para aplastar la “Primavera de Praga” que había traído libertades moderadas a ese país, bajo el yugo comunista de Moscú.

En 1989, el líder soviético Mijail Gorbachov y otros líderes del Pacto de Varsovia reconocieron en una declaración que la invasión fue “un error” y que no se debía haber intervenido en los asuntos internos de un país vecino.

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