Tegucigalpa/Managua – Nicaragua se encuentra en ruta de colisión entre el gobierno y la población, donde únicamente el liderazgo de la Iglesia Católica puede evitar que el país se hunda en otra guerra civil como ocurrió en el siglo pasado, cuando unos jóvenes rebeldes sandinistas liderados por Daniel Ortega encabezaron la lucha popular para derrocar a la entonces dictadura de la familia Somoza.
-Obispos sirvieron de escudos humanos en Masaya y convocan el diálogo nacional para una salida a la crisis política.
-Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo han dirigido los fusiles hacia la población civil.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y su esposa y vicepresidente Rosario Murillo
Cuatro décadas después, los fusiles sandinistas ya no apuntan a las fuerzas represivas, sino al pueblo de Masaya, León, Managua y otros que se han sublevado contra el gobierno sandinista que paradójicamente ahora dirige Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
La rebelión nicaragüense comenzó con unas fallidas reformas a la seguridad social que sirvió de detonador de la inconformidad social y política que se venía acumulando en los últimos 10 años de gobierno sandinista donde concentraron todo el poder.
Pero lo que desde antes derramó la paciencia de la población fue la coronación de la poderosa primera dama Rosario Murillo, un verdadero poder tras el trono sandinista, como vicepresidenta y sucesora natural de Ortega, quien ha venido mostrando signos de enfermedades.
Adolescentes, lastrando y hundiendo el poder moral
El estallido social en Managua, contra las reformas a la seguridad social, se regó como pólvora al resto de ciudades del interior del país, como Chinandega, León, Masaya y Granada, siendo las dos últimas verdaderos fortines de la oposición, que clama por la salida del tándem Ortega-Murillo del poder.
La reacción del dúo del poder sandinista fue la represión desenfrenada, la cual se ha saldado hasta la fecha con más de 212 muertos, 11 de ellos niños y adolescentes, lastrando y hundiendo el poder moral que decían representan en nombre de la revolución sandinista.
Las decisiones del poder de Ortega y Murillo orillaron a que los fusiles sandinistas cambiaran de dirección y hoy se dirigen contra la población, especialmente la más pobre, que en un momento dijeron defender.
Fusiles policiales, militares y de grupos paramilitares al servicio del Frente Sandinista, recorren las principales calles de las ciudades y en el caso de Masaya, Granada y León sirvieron para aterrorizar esta semana a la población, donde se dedicaron a derribar las barricadas erigidas por los civiles para protegerse de los hombres armadas oficialistas.
Masaya y su emblemático barrio indígena de Monimbo, que otrora fue la fortaleza de los rebeldes sandinistas contra el régimen somocista, ahora es víctima de la furia sandinista que no tolera la más mínima disidencia.
Violenta represión gubernamental arremetieron contra la población civil.
Masacres
Las mayores masacres han ocurrido en Masaya y esta semana seis personas fallecieron por la violenta represión gubernamental, donde fuerzas combinadas policiales, paramilitares y tropas de choque sandinista, arremetieron contra la población civil.
Igual ha pasado en las calles de la capital Managua, especialmente los cercanos a los campus universitarios que se han rebelado y encabezan el movimiento contra la familia Ortega-Murillo.
Jóvenes encapuchados resguardan a la población civil.
Iglesia, la defensora popular
Ante el vacío político en la dirección del movimiento popular contra el régimen sandinista, el liderazgo de la Iglesia Católica se ha transformado en el representante y defensor de la causa de la población.
Desde los primeros días el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, se erigió en protector de los estudiantes universitarios, luego se sumaron el resto del clero católico en las principales ciudades nicaragüenses.
El jefe católico de mayor rango en Nicaragua, el cardenal Leopoldo Brenes
Las iglesias se convirtieron en sitios de refugio para las personas perseguidas, pero también desataron la furia gubernamental, que han enviado a sus grupos paramilitares a hostigar a los sacerdotes.
Esta semana, el jefe católico de mayor rango en Nicaragua, el cardenal Leopoldo Brenes, el obispo Báez y los demás obispos de Nicaragua comandaron una caravana desde Managua hasta Masaya para servir de escudos humanos y evitar una masacre mayor de los grupos combinados de policías y paramilitares sandinistas.
La actuación del clero católico, que diálogo con el mando policial de Masaya, evitó que los paramilitares ingresaran para atacar a los jóvenes encapuchados que resguardan a la población civil.
Representantes estudiantiles universitarios y otros gremios buscan una salida a la crisis.
Igualmente el liderazgo católico dirige el diálogo nacional donde delegados del gobierno, empresarios, representantes estudiantiles universitarios y otros gremios buscan una salida a la crisis.
La demanda principal de los obispos de Nicaragua es que para continuar el diálogo el gobierno debe cesar la represión violenta y evitar mayor número de asesinatos.
La oposición por su lado clama por la salida del poder de la familia presidencial, Ortega-Murillo, y la convocatoria a nuevas elecciones.
A dicha petición se sumaron el gobierno de Estados Unidos y otras instancias internacionales.
Horas aciagas para Nicaragua que de mantener un relativamente calma pasó a ser el ojo de un huracán político en una Centroamérica convulsa.