Miami, (EEUU) – El descubrimiento de una ciudad perdida y una nueva civilización en las selvas del noreste de Honduras ha desatado una fuerte controversia entre arqueólogos sobre el valor de este hallazgo.
Esta controversia viene a resaltar también la diferencia entre los arqueólogos y exploradores que se arriesgan a entrar en sitios peligrosos, como la impenetrable selva de La Mosquitia, y los otros académicos de sillón.
Entre los que se han arriesgado, y han resultado enfermos de una extraña enfermedad mortal, han estado más de la mitad de los exploradores que descubrieron “La Ciudad Blanca”, víctimas, supuestamente de una maldición indígena al haber osado entrar donde nadie lo ha hecho en más de 500 años.
El descubrimiento de una ciudad perdida ha sido una controversia en Honduras.
En el 2015, una expedición de arqueólogos y exploradores norteamericanos y hondureños, organizada por la revista “National Geographic” descubrió en La Mosquitia, restos de la llamada “La Ciudad Blanca” y de una nueva civilización que no es maya, como la que hay en el noroeste de ese país.
La revista, que dio la primicia mundial, publicó un relato del descubrimiento del famoso escritor Douglas Preston, con extraordinarias fotos del legendario fotógrafo Dave Yoder.
Los dos resultaron gravemente enfermos.
una expedición de arqueólogos y exploradores norteamericanos y hondureños encontraron restos en la Ciudad Perdida.
El “descubrimiento” fue una noticia mal recibida por un grupo de arqueólogos y académicos puristas que reclaman que no hay nada que alardear, ya que los indígenas de la región, según ellos, conocían el lugar y que se ha actuado de una forma sensacionalista a lo “indiana Jones”.
La profesora de arqueología Rosemary Joyce (Universidad de California), una de las firmantes de un manifiesto contra ese “descubrimiento”, dijo que la manera como se ha hecho, “perpetua el discurso colonial, porque viene a decir que solo cuando gente de otra cultura reconoce un sitio, es realmente descubierto.
Los firmantes de ese manifiesto alegan que la expedición no descubrió ni “La Ciudad Blanca” ni una “Ciudad Perdida”, ni mucho menos una nueva civilización.
Ciudad Perdida es una de los zonas donde más estudios arqueológicos han realizado en Honduras.
Se quejan también qué no se ha tomado en cuenta las investigaciones de otros arqueólogos y antropólogos en La Mosquitia, como el profesor Chris Begley (Universidad Transylvania), quien ha dedicado 24 años a estudiar esta zona.
Virgilio Paredes, ex director del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), le dijo a Preston y este lo cita en su libro “The Lost City of the Monkey God”, que estos académicos criticaban la expedición “por no haber estado involucrados”.
El libro de Preston ha sido un “best seller” en Estados Unidos y es el relato oficial del descubrimiento de la ciudad, también llamada “La Ciudad del Dios Mono”, por estimar que los habitantes de esa ciudad adoraban una esfinge grande de un mono.
Durante estudios en Ciudad Perdida han encontrado mucha arqueología.
Darío Euraque, ex director del IHAH en el gobierno del ex presidente Manuel “Mel” Zelaya y ahora profesor de Historia en Trinity College de Connecticut, dijo al diario londinense “The Guardian” que la expedición era “irrelevante” y que había sido solo “un truco publicitario”.
Chris Fisher, profesor de Antropología en la Universidad Estatal de Colorado y uno de los líderes de la expedición, le dijo a la publicación “American Archaeology” que las acusaciones eran “ridículas”.
Fisher, según Preston, se sintió ofendido especialmente que Begley le haya llamado “un buscador de tesoros”, el mayor insulto de todos a los que se dedican a la arqueología.
Muchos investigadores internacionales han hecho estudios profundos en la zona.
Para el periodista y explorador español, Juan Antonio Sanz, veterano de la selva amazónica y la Ruta de la Seda en Asia Central, esta controversia se ciñe a un aspecto vital:
“La arqueología ha avanzado gracias a los arqueólogos y exploradores que se juegan el pellejo sobre el terreno, no por quienes defienden elaboradísimas y pocas arriesgadas teorías desde la comodidad de sus sillones”, me dijo Sanz desde La Habana.
Los afectados contrajeron “Leishmaniasis”, la segunda mayor enfermedad parasitaria mortal solo detrás de la malaria y se cree que es transmitida por un mosquito parasito, que se come prácticamente la cara dejando un hueco.
El gobierno ha hecho exposiciones de lo encontrado en Ciudad Perdida.
Preston, así como el fotógrafo Dave Yoder, fueron atendidos de urgencia en el Departamento de Enfermedades Tropicales del “National Institute of Health” de Bethesda (Maryland) con una medicina experimental que se aplica por medio de transfusiones intravenosas que duran seis horas por sesión.
Uno de los miembros de la expedición está enfermo gravemente por un hígado dañado por los efectos del tratamiento.
Preston y Yoder se recuperaron, no del todo, pero eso no les impidió regresar a “La Ciudad Blanca”, en el 2016, coincidiendo con una visita simbólica al lugar del presidente Juan Orlando Hernández.
Ciudad Perdida sigue siendo un lugar de mucho estudio para los arqueólogos.
Esa nueva civilización ha permanecido escondida en la impenetrable selva hasta ahora y se estima que vivió en esa zona entre los años 500 y 1500, coincidiendo casi con la llegada de los conquistadores españoles a Honduras.
Las coordenadas exactas del lugar no han sido reveladas, pero se sabe que está en una espesa selva, en o cerca de la Reserva Biosfera del Rio Plátano, en la parte noreste de Honduras, muy cerca de la frontera con Nicaragua.
Un peligro que acecha a este nuevo descubrimiento son los saqueadores de tesoros arqueológicos, ya que casi todo lo encontrado fue dejado intacto, siguiendo el protocolo de la arqueología.
Mapa de la ubicación de La Mosquitia.
Un estudio de la Universidad de Houston con rayos laser descubrió yacimiento que solo podrían haber sido hecho por seres humanos.
Imagen del río que pasa por La Mosquitia.
El libro que cuenta como se descubrió «La Ciudad Blanca»
CNN da cuenta de las piezas arqueológicas encontradas.
El Dios Mono, según una ilustración de Virgil Finlay para «The American Weekly» (1940)
