
Honduras vive una calma tensa. En las calles hay más dudas que certezas y en las empresas, más cautela que movimiento. Las elecciones generales de 2025 se acercan en un ambiente de desconfianza donde la política, la economía y la vida cotidiana parecen avanzar por caminos distintos.
Las instituciones encargadas de garantizar transparencia, el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal de Justicia Electoral y el Registro Nacional de las Personas llegan al proceso con un fuerte desgaste. La experiencia de 2017 sigue siendo una advertencia: bastó la percepción de fraude para detener la economía, frenar el consumo y presionar el tipo de cambio. Cuando la confianza se rompe, el país entero se detiene.
Hoy la división no solo es política, también económica. Las tensiones entre el gobierno y la empresa privada han creado una brecha peligrosa. El Estado habla de control y redistribución, mientras el sector empresarial defiende la apertura y la competitividad. Sin diálogo, ambos se ven como adversarios y el país queda atrapado en medio.
Esa fragmentación también se siente abajo, en los comercios que venden menos y en las familias que aplazan decisiones porque no saben qué viene después. Es la incertidumbre que se vuelve rutina, la economía que camina con miedo y el ciudadano que desconfía de todo.
Más que confrontación, Honduras necesita comunicación. Requiere reencontrar el equilibrio entre la conducción política y la sensatez económica. En ese esfuerzo, el sector privado tiene una tarea clave: mantener la calma, proyectar confianza y ser una voz de estabilidad.
Las elecciones pasarán, pero el país seguirá necesitando inversión, empleo y credibilidad. Por eso, planificar con visión, analizar escenarios y anticipar decisiones es hoy tan importante como cuidar los números.
Hay momentos en que la prudencia se convierte en liderazgo, y este es uno de ellos. Los empresarios que comunican confianza, que mantienen el empleo y que transmiten serenidad están haciendo más por el país que muchos discursos. Honduras no necesita que el sector privado sea un actor político, sino un punto de equilibrio en medio del ruido.
La confianza no se impone ni se compra. Se construye con hechos, coherencia y diálogo.
Y tal vez, en medio de la fragmentación, el liderazgo sereno del sector privado, el que transmite calma, confianza y sentido de país, sea el que Honduras más necesita en 2025.