Por Alberto García Marrder
Especial para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
El dictador de Venezuela, Nicolas Maduro, tiene los días contados y sabe que no es el presidente electo de su país. Por eso está inquieto y nervioso.
Actualmente y por poco tiempo, tiene tres opciones: esperar un misil americano o un dron que lo pueda matar, irse antes al exilio a Cuba o a Rusia con su oro o depender más de sus guardias cubanos porque duda de sus propios militares.
Esos 50 millones de dólares que Estados Unidos ofrece por su detención es muy apetitoso para un militar venezolano descontento.
David Alandete, corresponsal del diario español ABC en Washington, le preguntó a Trump en una de sus ruedas de prensa improvisadas, si Estados Unidos atacará los carteles del narcotráfico dentro de Venezuela, y el presidente le contestó:
“YOU WILL SEE ABOUT THAT”… (“Ya verás sobre eso”).
De esa manera, Trump deja abierta esa posibilidad. Todo es posible.
Una flota de buques de guerra norteamericanos se encuentra estacionada en aguas internacionales del Caribe cerca de la costa venezolana dispuestas a interceptar cualquier nave de narcotraficantes. O en espera de nuevas instrucciones de la Casa Blanca.
El reciente hundimiento de una lancha de narcotraficantes por un misil norteamericano y la muerte de los once tripulantes ha sido un mal precedente. La prensa latinoamericana, hasta la propia norteamerican, se pregunta porque no se les detuvo y tuvo un juicio debido.
En Caracas, mientras tanto, Maduro sigue durmiendo en un cuartel cada noche. No se confía del Palacio de Miraflores y sus familiares, todos nerviosos, se preguntan qué será de ellos. Son tiempos peligrosos.