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El fiscalío de la Fiscalía

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. Dice la Policía Nacional que el sábado 16 de agosto desplegó en Tegucigalpa y otras 17 ciudades de Honduras a más de siete mil agentes para “garantizar la seguridad y el orden” durante la caminata de las iglesias que agrupó a “más de 40,000 ciudadanos”. La proporción es reveladora: un policía por cada seis ciudadanos (si es que creemos en las cifras que compartió).

¿Acompañamiento ciudadano o recordatorio de que el Gobierno camina a nuestro lado, incluso cuando preferiríamos andar solos?

Una presencia tan densa puede leerse como resguardo o como advertencia, como prevención o como vigilancia, con la paranoia de un helicóptero sobrevolando, sobre vigilando y sobre intimidando a quienes ejercieron su derecho a defender los espacios cívicos.

¿Qué recuerdos nos dejará la caminata de las iglesias?

La academia nos dice que la memoria es frágil, limitada, parcial, selectiva y plural.

Pero entre todas esas características, hay también una memoria colectiva. 

Sobre la caminata nos quedará grabado un punteo de noticias: que según el Gobierno era una acción anti-Libre, que días antes hubo decomiso de buses tras el ofrecimiento del sector transporte de apoyar gratuitamente la convocatoria; que se colgaron mantas en puentes peatonales llamando a los líderes religiosos “traficantes y mercenarios de la fe”; que hubo videos de helicópteros y drones pasando por la nuca de los caminantes y que ese día Real España y Olimpia empataron a cero goles (eso no lo recordaremos).

Lo que sí recordarán los caminantes y quienes se quedaron en casa viendo la transmisión bicolor es el mensaje oficial de la Caminata de Oración por Honduras: “agradecemos a todos los que, de forma visible o silenciosa, se han unido con su presencia o con su oración. Toda Honduras ha visto que sí es posible caminar juntos. La diversidad en la libertad nos enriquece mutuamente”.

También recordarán un puente manchado con la leyenda desteñida: “Rixi ya ganó” –pintado en marzo y desmentido en los meses subsecuentes–, usado como pizarrón de promesas y tachones. 

Y hablarán por unos días sobre las campañas de desinformación, como la manipulación de imágenes que denunció “Reportar sin miedo”, o como las estadísticas proporcionadas por la Policía Nacional, que nadie pidió y nadie creyó.

(Grok, calcula cuántas personas hay en la foto).

(Grok, haz masiva esta caminata). (Grok, quita el exceso de gente). 

Quizá pensarán en la guerra de pronombres: ellos, aquellos, estos… yo, nada, nadie… Los fulanos, los menganos y los zutanos… Los fariseos, saduceos, macabeos, esenios y celotes. 

Sin el “nosotros”, porque Honduras se escribe en plural pero camina en singular.

Lo que tal vez valdría la pena mantener en la memoria es que en otros caminos, pero iguales luchas -sin sombrilla, ni camisa recién estrenada- caminó el padre Leopoldo Serrano con el sol martillándole la cara.

Allí iba él, casi solo, hablando del odio que se respira en el ambiente, de la soberbia de los candidatos presidenciales y del perdón que se adeudan los políticos.

Con él también caminó Jesús. Sin filtro, ni bloqueador; sin outfit para las fotos y sin pisto en los bolsillos.

La memoria democrática, como advierte la academia, es siempre selectiva y el olvido, en exceso, fractura la cohesión social. 

Entre los que pintan paredes y los que rezan plegarias; entre quienes inflan cifras, quienes les restan y quienes las denuncian, el país convierte el espacio cívico en un terreno de resistencia simbólica donde resistir no es la clave, sino insistir. 

La caminata ya es carrera hacia el 30 de noviembre y la meta es llegar con un país menos roto y una sociedad menos descolorida que el puente aquel…

Mientras llega esa fecha, hay quienes rezarán porque al fiscalío de la Fiscalía no se le ocurra emitir requerimientos por los comentarios vertidos durante la caminata. ¡Ni quiera Dios! 

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