Róger Martínez Miralda/ Secretario general de UNITEC
Marlon Brevé Reyes/ Rector de UNITEC
Ramón Rosa en “Mi Maestra Escolástica”, aquella narración autobiográfica en la que cuenta cómo fueron sus primeros años de educación formal, ilustra la manera en que se llevaban a cabo los procesos de enseñanza-aprendizaje en la Honduras de finales del siglo XIX. En su caso, las primeras letras le fueron transmitidas en una escuela particular de Tegucigalpa, por una peculiar maestra que le enseñó a leer y a escribir a partir de textos del catecismo de Ripalda, y usando una metodología que no tenía pudor en reconocer que “la letra con sangre entra”, y en la que se estaba lejos de reconocer conceptos como calidez o empatía maestro-alumno.
Y aunque aquella “maestra escolástica” de Rosa no vistiera hábito religioso, el hecho de que enseñara a leer y escribir con Ripalda, muestra el rol que, desde el período colonial había jugado la Iglesia, que, desde el descubrimiento hasta la Reforma Liberal de Soto y el propio Rosa, rectoraba un sistema muy poco estructurado y en el que la educación pública y, sobre todo, laica, brillaba por su ausencia. No hay que olvidar que la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, hoy flamante Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), fue fundada por el presbítero José Trinidad Reyes y que comenzó su andadura en unas instalaciones de propiedad eclesiástica y que funcionó durante décadas adjunta al templo de La Merced de la capital hondureña.
Fueron los mismos Soto y Rosa, los que deciden emprender un proyecto de modernización del sistema educativo nacional y hacen venir, desde Inglaterra, a la maestra Mary Lester, a la que ofrecen una subvención y tierra de cultivo en el norte del país para que educara a hijos de extranjeros que radicaban en esa zona, pero, también, a hondureños que pudieran beneficiarse de tan probada escuela como la británica.
El siglo XX encuentra a Honduras sin mayores novedades en el plano educativo, tanto la educación pública como la privada se expanden, la cobertura es una preocupación mayor para las autoridades del ramo que se van sucediendo, pero las exigencias que el desarrollo impone no se ven plenamente satisfechas con lo que el sistema ofrece, el cual consta de dos subsistemas, uno que comprende la educación prebásica, básica y media, regido por la Secretaría de Educación, y el otro que comprende la educación superior, regido por el Consejo de Educación Superior (CES).
A partir de la década de los setentas se impulsa, desde el gobierno, una reforma curricular que pretende poner al día la educación nacional con las últimas tendencias científicas y pedagógicas a nivel mundial. De entonces a la fecha se suceden una serie de hechos que van configurando el panorama que hoy tenemos ante nosotros. Entre ellos resultan destacables: la construcción de edificios para institutos de educación media gubernamentales en las principales ciudades del país; la creación del Instituto Nacional de Innovación y Capacitación Educativa (INICE); la conversión de la Escuela Superior del Profesorado a Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM); la creación de las Direcciones Departamentales de Educación, para darle mayor dinamismo y autonomía al sistema; la construcción de un Currículum Nacional Básico; el desarrollo de la educación técnica profesional; la promulgación de una nueva Ley Orgánica de la UNAH, el logro de una cobertura superior al 90% de la geografía nacional en educación básica, entre otras cosas.
A pesar de todo lo anterior, a mediados de 2021 había menos de 2 millones de niños en edades entre 5 y 17 años matriculados, recibiendo clases, y posiblemente 1 millón estarían fuera del sistema. Asimismo, a nivel superior hay en Honduras 21 universidades; 6 estatales y 15 manejadas por la iniciativa privada, con lo que se cubre a alrededor de 240,000 estudiantes, lo que apenas significa un 17% de cobertura.
Luego de 200 años los desafíos continúan siendo imponentes. Sin ser exhaustivos, se pueden señalar: una mayor equidad e inclusión; una calidad educativa en los distintos niveles y áreas geográficas, sobre todo en el subsistema gubernamental; una infraestructura escolar que urge de mantenimiento y de dotación de equipo tecnológico indispensable para poder brindar una educación acorde no solo con la coyuntura específica actual, sino con las necesidades de un mundo interdependiente y globalizado; un cuerpo docente realmente ilusionado con su labor, respetado por todos los actores del panorama educativo y que tenga a su disposición todas las herramientas para poder desarrollar unas competencias útiles y actualizadas en los estudiantes de todos los niveles. De no saberse enfrentar estos desafíos, pasarán 100 años, llegaremos al tricentenario de la Independencia de Honduras y Centro América y elaboraremos la misma desiderata, la misma lista de sueños sin cumplir.
PD