Tegucigalpa – La muerte de la Miss Honduras Mundo 2014, María José Alvarado, y su hermana Sofía Trinidad, a medida que se desenmaraña la madeja, deja entrever cómo los tentáculos de la criminalidad organizada tocan también a las reinas de belleza, víctimas de barones del crimen que se creen con poderes para decidir quién vive o quién muere en los territorios donde operan y que aparentemente controlan.
María José, de 19 años, y Sofía Trinidad, de 23 años, eran jóvenes llenas de vida, alegres y con sueños por construir, hasta que despertaron, según las autoridades, la furia de un presunto aprendiz de capo que envalentonado por el arma que portaba, el miedo que imponía en la zona y la impunidad con que operaba, decidió cegarles la vida por motivos que poco a poco se irán desnudando, conforme avancen las investigaciones.
Todo indica que el joven Plutarco “Paco” Ruíz, sería el autor material e intelectual del crimen de las hermanas Alvarado que puso a Honduras nuevamente en la picota mundial como un país donde predomina, aparte de la inseguridad y el crimen común y organizado, la violencia machista.
Paco Ruíz, se asegura, es un potentado que se ufanaba de su exquisita vivienda en el pequeño municipio de San Vicente Centenario, en Santa Bárbara, una región que silenciosamente registraba no sólo sus andanzas y abusos, sino que también la presencia de gente incómoda que alteró su hábitat. Mucha de esta gente, es procedente de Sudamérica.
Salvador Nasralla, dirigente político del PAC, comentarista deportivo y conocedor del mundo de la belleza, dijo al saber la trágica muerte de María José y Sofía Trinidad, que su caso impactó porque ella era una figura mediática, pero que en el país muchas jóvenes mueren a diario en zonas controladas por los barones del crimen.
Hace más de dos años, una joven modelo hondureña apareció muerta en la frontera de Honduras con Guatemala, en el occidente, sin que se supieran las causas. El crimen sigue impune y solo se sabe que unos presuntos capos la habrían raptado y llevado a una hacienda en Guatemala, la mataron y vinieron a tirar a la frontera hondureña. Así de escueto es el reporte de la prensa.
La suerte de María José como una joven y dulce reina de belleza pudo ser distinta, pero nadie sabe qué presiones y qué circunstancias rodearon su crimen y el de su hermana, en una fiesta privada, con al menos 35 invitados, que en su mayoría, se asegura, fueron atemorizados para guardar silencio.
En los llamados territorios calientes del país, las fiestas privadas son casi una norma. Alguien con poder contrata y cierra el sitio que ha escogido para su diversión. Esta vez fue el balneario Aguagua, el cual es objeto de fuertes pesquisas por las autoridades para poder recrear con precisión qué pasó ahí y porqué muchos callaron.
Paco Ruíz, además de ser señalado como el autor de la muerte de las jovencitas, puso a Santa Bárbara en evidencia como una región donde no todo es pacífico, pues la autoridad está obligada ahora a intervenir con mayor fuerza ese territorio occidental.
En el caso de las reinas de belleza, México es un lugar en donde se registra la muerte violenta de mujeres bellas, reinas o ex reinas de belleza, en su mayoría a manos de grupos criminales del narcotráfico.
El 5 de noviembre de 2012, fue abatida a tiros durante un enfrentamiento entre militares y narcotraficantes, la Miss Sinaloa 2012, María Susana Flores. Ella era novia de un cabecilla del cartel de Sinaloa.
El 10 de enero de 2009, la Miss Colombia 1995, Liliana Lozano, fue asesinada junto con su novio en una finca al sur de Colombia. La pareja de la modelo era hermano del narcotraficante Leónidas Vargas y el crimen fue por una venganza entre capos de la droga de ese país sudamericano.
Su belleza, su gracia, su carisma y sus cuerpos bien delineados son algunos de los atractivos que cautivan a los barones de la droga. Ellas, víctimas de esos deseos que terminan mal cuando no se cumplen sus caprichos, son mártires de un patrón de violencia machista que ronda en muchos países latinoamericanos.
María José y Sofía Trinidad, más allá de sus andanzas, de sus sueños y el derecho a divertirse que les asiste, deben ser el motor que empuje a este país a una gran cruzada en contra de la violencia machista, la impunidad y los femicidios que cada vez cobran mayor auge en Honduras.
Su sacrificio, porque fueron asesinadas brutal y fríamente, debe motivar también a las autoridades y a la sociedad a cerrar filas contra el avance de esa criminalidad organizada que no sólo recluta menores para que le sirvan en el trasiego de la droga, también jóvenes mujeres que representen un ideal de éxito y belleza.