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Guerreras invisibles en primera línea contra el COVID-19

Tegucigalpa – La pandemia del COVID-19 supera los 150 días en Honduras, en este tiempo según cifras oficiales se registran un total de 46 mil 976 contagios y 1 mil 476 decesos por el mortal virus; entre estas víctimas se encuentran muchos trabajadores del sector salud que perdieron la vida por salvar otras.

Estas horrendas cifras, son parte de los riesgos letales en el diario vivir de miles de personas que laboran en los hospitales del país, donde se denota que no se trata solo de un salario, sino de algo más, de un servicio que requiere la perpetuidad de la vocación, esto, frente a las difíciles situaciones provocadas por una pandemia como la del coronavirus, además de las precarias condiciones de un famélico sistema sanitario.

En este contexto, Proceso Digital, conversó con varias de esas personas que laboran en los hospitales; ellas compartieron sus peripecias y aseguraron que se sienten acorraladas frente a un padecimiento como el COVID-19. El trabajo de estas mujeres que trabajan en las áreas de limpieza de los sanatorios es tan preciado y riesgoso como el de los médicos y enfermeras. Su tarea es eliminar y desinfectar todas las áreas de los hospitales y clínicas donde el virus se esparce porque allí están los pacientes afectados por la pandemia. En ese intento las cosas pueden no siempre salir bien.

Nunca había visto tantas personas morir

8361249b a9dc 4691 8ab4 38ce7f12feb7“Para mí han sido los 150 días, más difíciles de mi vida, porque jamás me imaginé que vendría a mi trabajo, pensando que este podría ser el último día en que pueda ver a mis hijos”, comentó una de nuestras entrevistadas, a quien llamaremos Berta Rosales (43); quien tiene poco más de tres años de laborar como aseadora en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) en Tegucigalpa.

En este centro asistencial, han fallecido un total de 336 personas por coronavirus desde el pasado mes de marzo, fecha en que comenzó la pandemia en Honduras, de ellas, 83 féminas y 252 varones; además aquí se encuentran hospitalizados, más de 250 personas y donde más de la mitad por COVID.

Berta relató que le ha tocado ver personas en condiciones muy difíciles e incluso las ha visto morir, – “mire, se siente una impotencia inmensa, porque son situaciones que se salen de nuestras manos, jamás había visto algo parecido, la gente está muriendo a diario y a causa de esa terrible enfermedad y nosotros estamos ahí, a la par de ellas”.

No me he contagiado gracias a Dios

107397d8 ffb6 4ff2 b3e1 168593d7547aElla labora en la sala intervenciones quirúrgicas, donde se realizan más de media docena de operaciones al día, su trabajo es desinfectar instrumentos utilizados en las cirugías, además limpiar las áreas donde yacen todos los pacientes, muchos de ellos contagiados de coronavirus, asimismo poner los desechables en el lugar indicado, estas y otras tareas desarrolla a diario en el sanatorio.

“Nosotros fuimos capacitadas cuando se supo de los primeros casos en el país, así que tenemos el compromiso de realizar nuestras asignaciones con delicada concentración, gracias a Dios, en mi área somos cinco y constantemente nos han estado haciendo pruebas para detectar COVID y nos han salido negativas”, dijo.

Berta externó que hasta la fecha se les ha proporcionado con el equipo de bioseguridad.

Historias paralelas y en la misma lucha

a3bfd4c7 c3f3 4d73 b74e e5d839ccca12El drama de las aseadoras de los hospitales no termina en los riegos y el temor del contagio, ya que también han tenido que soportar la discriminación y estigmatización, asimismo las dificultades que se tienen hasta para trasladarse a sus áreas de trabajo, porque el transporte ha sido complicado en estos días del confinamiento.

La historia no es la misma para todas las aseadoras del sector salud, hay todavía situaciones más precarias en las que se tiene que luchar contra la enfermedad, ya que las condiciones de trabajo pueden ser sombrías en algunos centros asistenciales; tal es el caso del Hospital Escuela, donde por mucho tiempo los pacientes han sido atendido fuera de las instalaciones, en carpas.

En este sanatorio, ha habido días en que se reportaron hasta 17 decesos por coronavirus y en ocasiones hay personas que no alcanzaron ni siquiera ser atendidos, porque las salas estaban colapsadas.

Miedo constante

ac6e44f1 eaff 438f ab5a f30854824115Cada día que pasa tenemos más miedo, en medio de toda esta situación, hemos podido cumplir con nuestro trabajo, pero sabiendo que la próxima contagiada podría ser yo; contó otra de nuestras entrevistadas que labora como aseadora en Hospital Escuela, y a quien nombraremos Marcela. Ella nos cuenta que en este centro asistencial en ocasiones no se tiene el equipo de bioseguridad apropiado.

Su jornada laboral, es de ocho horas diarias, inicia a las 6:00 AM a 2:00 PM, dependiendo el turno que le sea asignado, podría ser parte de la jornada de 2:00 PM a 10:00 PM, así transcurren las horas en medio del dolor y sufrimiento que denotan las personas postradas en los hospitales.

Lo primero que debe hacer a su llegada es revisar las diferentes áreas del hospital, para verificar si están aseadas, entre sus labores deben de mantener limpios los consultorios y los quirófanos, asimismo las salas donde permanecen internos los pacientes con sintomatología de COVID.

En la línea de fuego

250a5438 5f2f 4420 9156 b9c2b947ae54Es así como al igual que los médicos y enfermeras, el personal de aseo, también forma parte de esos héroes que arriesgan su vida porque transitan al límite del contagio; ya que son las encargadas de desinfectar el equipo médico como de trasladar a un lugar apropiado los insumos desechables, con que se da tratamiento a las pacientes víctimas de la pandemia.

“No tenemos contacto directo con el paciente, pero sí con algunos objetos que ellos utilizan, debemos tener mucho cuidado porque a nosotros nos dan apenas mascarillas y guantes”, comentó.

Cabe destacar que, además del miedo al contagio, el estigma y discriminación al personal de aseo, las represalias laborales, es otro de los temores que enfrenta este sector, porque hasta se les prohíbe hablar con la prensa, por eso es por lo que Proceso Digital, ha querido contar sus historias desde el anonimato. Gran parte de las mujeres que trabajan en las áreas de aseo son contratadas por compañías privadas que a su vez son las signatarias de los contratos con el Estado para encargarse de esta labor que, según las mujeres, no les brindan los derechos laborales justos y sus salarios tampoco son acordes con el riesgo.

Nuestra vida en riesgo

5a7a1f7e75f34efda3e956108f19bb01 LEl Hospital Escuela es donde más decesos se reportan en Tegucigalpa

“Esta situación es crítica, ahora somos testigos de todo lo que pasa en los hospitales y nos damos cuenta de que nuestra vida está riesgo, pero todo lo hacemos porque tenemos que trabajar y una familia que alimentar”, agregó Marcela.

Este y otras difíciles situaciones, son parte de la cotidianidad, a la que se enfrentan más trabajadoras como ellas, que se ganan la vida aseando, hasta el más recóndito rincón de los hospitales, en un país que está siendo fuertemente golpeado por la pandemia que aún no llega al pico máximo, según los expertos.

Marcela trabaja en Tegucigalpa, donde los hospitales públicos reportan entre 20 y 30 muertes al día, la mayoría de ellas asociadas al COVID-19.

“Estamos a la mano de Dios y confiamos de que estaremos bien, no es el momento de lamentarnos, pero creemos que las cosas pudieron estar mejor para quienes nos ganamos la vida en los hospitales» concluyó.

Tegucigalpa se ha convertido junto con San Pedro Sula en epicentro de la pandemia en el país, que incluso la Región Metropolitana de la Salud reportó en su último informe que más de 700 colonias del Distrito Central, quienes registran más de 10 mil casos de COVID.

Merecemos mejores condiciones para trabajar

La historia no cambia mucho para las personas que desarrollan esta misma labor, en otros centros asistenciales de Honduras, tal es el caso de doña Carmen Mejía (50), ella labora en el Hospital San Isidro de Tocoa, departamento de Colón, al norte de Honduras.

“A veces tengo que caminar para no exponer a mi esposo, hubo ocasiones que me monte a la paila del carro solo para no estar en contacto con él”, contó la fémina que ya tiene más de 25 años de laborar en este centro asistencial de la ciudad.

Aseguró que podrían tener menos temor si se les proporcionara un mejor equipo de bioseguridad “pero nos dijeron que como no estamos en contacto con los pacientes, por eso no nos daban, apenas nos dan guantes y mascarillas de esas que son desechables”, externó.

“Mire saliendo del hospital el ambiente tampoco es tan fácil, la gente no sabe todo lo que estamos pasando en nuestros trabajos, no es sencillo tener que ir al trabajo sabiendo que podríamos no regresar a la casa con nuestras familias”, concluyó.

Como Berta, Marcela y Carmen, cientos de mujeres están cada día, desde el inicio del confinamiento, hace unos 150 días, limpiando pisos, sanitarios, habitaciones, salas quirúrgicas, salones COVID, pasillos… hacen relucir los instrumentos médicos, ponen en su lugar objetos desechables contaminados. Se juegan sus vidas, llevan el pan a sus casas y apuestan cada día como un invisible ejército de guerreras que han pasado desaparecidas durante la pandemia.

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