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Whataboutismo a la hondureña: el arte de desviar

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. Imagine usted la siguiente escena: un político hondureño es sorprendido con cheques en mano destinados a financiar viajes de “capacitación” en Dubái. La prensa lo encara:

—“¿Cómo justifica esos fondos desviados del presupuesto de salud?”.

Y él responde con solemnidad:

—“¿Y acaso ya olvidaron que el gobierno anterior compró hospitales móviles que nunca funcionaron?”.

El público, confundido, ríe con ironía. El delito presente se desvanece bajo la sombra de otro escándalo pasado, y nadie responde la pregunta inicial. Ese es el corazón del whataboutismo: la habilidad de esquivar la rendición de cuentas desviando el debate hacia otro lugar, casi siempre con la promesa de que “todos hacen lo mismo”.

¿Le suenan casos similares?

Luego de su renuncia por el caso “Chequesol” y después de semanas de notable ausencia en las redes sociales, reaparece el exsecretario de Sedesol, José Carlos Cardona, preocupado por lo caro que está el tapado olanchano y anunciando que su próxima esposa deberá saber prepararlo.

Ni de broma se refirió al caso que expuso la corrupción en la actual administración y del cual la presidente Xiomara Castro exigió una investigación de la Secretaría de Transparencia y del Tribunal Superior de Cuentas (que, por cierto, tampoco se ha dado a conocer).

Sobre ese mismo caso, cuando estalló el escándalo y les salpicó en la cara a los diputados, el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, convocó a conferencia de prensa e hizo una “ensalada de arroz con mango” entre las subvenciones y los fondos sociales; mostrando la lista de diputados que habían gestionado esos dineros (confundiendo adrede a las audiencias) y diciendo que había de todos los partidos, insinuando que todas las bamncadas habían participado del mismo mecanismo. Como quién preguntara: “¿Hay o no responsabilidad de los congresistas al gestionar fondos de otro poder del Estado? Y se respondiera tipo: “Sí, ¡qué cara está la leche!”.

Ese es un ejemplo perfecto de whataboutismo: en lugar de rendir cuentas sobre la administración actual, se trasladó la atención hacia la historia compartida de la corrupción (porque antes también hacían lo mismo) y la falta de rendición de cuentas en un ente que presume el 100 % en transparencia.

… Así, la gravedad del presente se relativizó y el debate perdió fuerza… No hay pecado si todos pecamos.

El whataboutismo es casi un arte. Esa estrategia, conocida en la teoría de la comunicación como la falacia del “y tú también”, se utiliza como escudo político para evitar la confrontación directa con los problemas reales. En vez de dar respuestas, se ofrecen comparaciones, contraacusaciones y desvíos que neutralizan la crítica y diluyen la responsabilidad. El resultado es un debate público estancado, donde los temas de fondo son sustituidos por una guerra entre lo que hicieron en el pasado y lo que hacen en el presente.

Pam Bondi y el puente aéreo de la droga

Otro ejemplo reciente de cómo los actuales funcionarios recurren a una de las siete falacias lógicas (whataboutismo) ocurrió cuando la fiscal estadounidense Pam Bondi denunció la existencia de un puente aéreo de droga que pasaba por Honduras, con negociaciones ilegales de por medio.

La reacción oficialista no fue abrir investigaciones internas, sino decir cuántos decomisos de kilos de cocaína se han hecho en los últimos tres años, ¿y los que no se han decomisado? No, eso no.

Además, tanto las Fuerzas Armadas como el asesor presidencial y esposo de la mandataria recurrieron a la misma contra narrativa que usaba JOH, “más bien, el gobierno de Estados Unidos nos ha felicitado por nuestra lucha frontal contra el narcotráfico”. A JOH no le sirvió ese argumento durante su defensa…

Es así como, nuevamente, el señalamiento puntual sobre la complicidad hondureña se desvió hacia un debate global sobre geopolítica, soberanía, injerencia y consumo, invisibilizando la discusión sobre la infiltración del crimen organizado en las instituciones nacionales.

El problema de fondo (la posible infiltración del narcotráfico en las estructuras del Estado) quedó sepultado bajo un mar de comparaciones regionales y acusaciones externas. El whataboutismo convirtió una denuncia concreta en un discurso nacionalista de victimización, donde lo urgente dejó de ser enfrentar las redes internas para pasar a una guerra retórica contra el denunciante.

Tasa de Seguridad Poblacional

Cuando recientemente el CNA dio a conocer los hallazgos de una investigación sobre los fondos percibidos por la administración actual, en concepto de Tasa de Seguridad Poblacional, asegurando que sigue siendo “la tasa negra del poder”, el presidente del Congreso, Luis Redondo, salió al paso diciendo que:

“La hora de la verdad inicia el martes 2 de septiembre de 2025, cuando en la Corte del Distrito Sur de la Florida comenzará el juicio sobre la Tasa de Seguridad y sus co-conspiradores. Y el jueves 4 de septiembre se dictará sentencia en la Corte del Distrito Sur de Nueva York contra el narcotraficante Midence Oquelí. Estos casos pondrán en evidencia las redes criminales públicas y privadas involucradas en corrupción, narcotráfico, lavado de activos, maras (MS-13) para sicariato y poder. Quedarán en evidencia los vínculos con el líder del Cártel de Sinaloa, “El Mayo” Zambada”.

Ese preámbulo para terminar dienciendo que “todo lo demás que se dice no tiene sustento, conforme a los casos con sentencia firme en el Departamento de Justicia de Estados Unidos; son puras palabras geopolíticas de extremistas radicales que fueron buscados por la oposición (incluso hasta pagados) porque saben que en Honduras volverá a gobernar una mujer: Rixi Moncada. Y por eso nos atacan, porque les desmontamos el narcoestado en el que convirtieron al país. Quieren regresar a su narcoestado, pero este 30 de noviembre los venceremos en las urnas: el pueblo es sabio y no votará por ‘payasos’, corruptos y títeres de estas estructuras criminales”.

(Aquí dejo espacio para las valoraciones de los lectores).

Las primarias de 2025 y el caos logístico

Tras las primarias del 9 de marzo de 2025, los retrasos, maletas electorales perdidas y centros cerrados por horas debieron provocar un debate sobre la capacidad del Consejo Nacional Electoral. En cambio, las acusaciones se transformaron en un fuego cruzado entre la oposición y el oficialismo, hablando ambos de “boicot”. De nuevo, la falla técnica se sustituyó por una batalla retórica.

El narcovideo y la extradición

Aprovechando que se acaba de cumplir un año del escándalo del narcovideo (septiembre de 2024) que mostraba a Carlos Zelaya, cuñado de la presidente Xiomara Castro, negociando con narcotraficantes, recordemos cuál fue la reacción del gobierno.

En lugar de responder al escándalo con transparencia, la reacción fue denunciar un “complot” y culpar a fuerzas externas. Además, la cancelación del tratado de extradición con Estados Unidos se enmarcó en un discurso de soberanía, pero el efecto fue claro: el debate dejó de girar en torno a la corrupción y se trasladó hacia la confrontación con actores externos.

El costo democrático

El whataboutismo funciona como un mecanismo de escape. En el corto plazo, ofrece a los actores políticos una coartada para evitar asumir responsabilidades. En el mediano plazo, normaliza la evasión, convierte la corrupción en un fenómeno “de todos” y siembra la percepción de que ningún cambio es posible.

El whataboutismo es rentable para los políticos, pero devastador para la democracia. El ciudadano queda atrapado en un bucle de acusaciones mutuas donde lo esencial nunca se responde.

Vemos, pues, cómo en Honduras el debate público en raras ocasiones avanza en línea recta. Cada vez que un político responde con un “¿y ustedes qué hicieron?” o “¿y ustedes también?”, lo que en realidad está diciendo es: “no pienso rendir cuentas”.

En un año electoral decisivo, el whataboutismo no solo es un recurso discursivo: es una amenaza directa a la democracia.

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