
Tegucigalpa. – Vivir mentalmente en el pasado afecta la salud emocional de las personas, deteriora la capacidad de relacionarse con otros y anula el sentido de propósito en los seres humanos. Los efectos negativos de esta conducta incluyen ansiedad persistente, incapacidad de disfrutar del presente, y una mirada pesimista sobre las personas y el mundo.
De acuerdo con el psicólogo español Luis Miguel Real: »Vivir en el pasado, aunque sea solo mentalmente, es una forma de huir del ahora. Y el presente, por imperfecto que sea, es lo único que tenemos para construir algo distinto», señala en un reciente artículo publicado el medio español La Vanguardia.
Para el licenciado en periodismo y derecho José Luis Martín Rojas: “En los últimos años, numerosos expertos han señalado que vivir en el pasado puede resultar reconfortante. No obstante, también han advertido que puede ser limitante y hacer que la persona se pierda muchas cosas debido a su desconexión del presente” (Ídem).
En una de sus últimas publicaciones en X, antes conocida como Twitter, “el psicólogo Luis Miguel Real habló sobre la rumiación, un término que, en psicología se refiere a cuando una persona no puede parar de pensar repetidamente en un mismo tema, hasta llegar a obsesionarse” (ídem).
“»Rumiar no es solo cosa de vacas. También lo hacemos nosotros, aunque, en vez de pasto, masticamos pensamientos. Una y otra vez, los mismos, sin sacarles ningún jugo nuevo. Y claro, acabamos empachados… pero de culpa, tristeza o rabia. Porque eso es la rumiación: darle vueltas sin parar a lo que pasó, a lo que dijimos, a lo que no hicimos y a todo lo que nos habría gustado cambiar», empezó diciendo el experto, aclarando que, a veces, lo hacemos porque algo nos dolió mucho (y estamos intentando entenderlo) y otras porque sentimos culpa” (Ídem).
Todo lo anterior afecta y se mueve alrededor de la persona como individuo pensante, por lo que cabe preguntarse, ¿En una sociedad sus dirigentes políticos caen en la trampa de rumiar y recordar hechos desagradables del pasado?
En las sociedades latinoamericanas, muchos dirigentes políticos recurren a la idealización y recuerdo abusivo de períodos y hechos pasados, como mecanismo retórico y cognitivo para evadir la complejidad del presente, lo cual confirma que “vivir en el pasado” —tal como lo describe Luis Miguel Real— es, en su caso, una estrategia para eludir la responsabilidad de abordar los desafíos actuales y frenar la construcción de soluciones innovadoras.
Según Real, evadir el ahora implica refugiarse en narrativas históricas ideales a veces exageradas y falsas. En política, esta práctica coincide con la movilización de mitos fundacionales (por ejemplo, la “época del milagro agrario” o el “gran auge industrial”) para legitimar proyectos sin confrontar la realidad social presente.
Desde la perspectiva Cognitiva, dicho proceder al centrarse en recuerdos positivos, negativos o parciales, evita que el dirigente tenga que lidiar con la complejidad de problemas como la desigualdad, la corrupción o la precariedad institucional. Por ello recurre a la Retórica, ya que la apelación al pasado crea una expectativa de retorno a un “tiempo mejor”, o a la “corrección de una injusticia”, consolidando el apoyo electoral sin ofrecer planes concretos para el ahora.
En Latinoamérica ese fenómeno se manifiesta con bastante frecuencia como Populismo nostálgico: En varios países, los discursos populistas recurren a la “época dorada” nacional para ocultar fallas de gestión actuales; en forma alterna, se culpa a los gobiernos pasados de ser los causantes de los problemas presentes que ellos no pueden resolver.
En algunos momentos del acontecer social, el populismo termina ocasionando Retrocesos institucionales, ya que gobiernos que han debilitado los contrapesos democráticos y la separación de poderes —alegando restaurar un orden “tradicional” o “corregir las injusticias del sistema”— son una buena ilustración de cómo la mirada al pasado se traduce con facilidad en intolerancia y menos espacio para la participación ciudadana.
Cuando los gobernantes insisten demasiado en el pasado, generalmente se produce un Estancamiento de las políticas públicas que pueden favorecer a los ciudadanos, debido a que la falta de un diagnóstico realista del panorama sociopolítico del país impide diseñar iniciativas adaptadas a nuevas realidades (tecnológicas, demográficas, ecológicas). Esta realidad ocasiona Desconfianza entre los votantes, porque las promesas de retorno al pasado o la corrección de una injusticia no se cumplen, con lo cual se profundiza el desencanto y la polarización de los integrantes de la sociedad.
Todo lo anterior conlleva la Necesidad de un “ahora” activo y de una mayor participación ciudadana, ya que, en consonancia con Real, solo enfrentando el presente —con sus imperfecciones— se pueden sentar las bases de transformaciones sostenibles. Los dirigentes políticos que abandonan la nostalgia y la denuncia política reiterativa son capaces de asumir el desafío del ahora favoreciendo la innovación y la confianza a largo plazo.
En conclusión: La apelación al pasado por parte de muchos líderes políticos latinoamericanos no es un simple ejercicio de memoria histórica, sino una forma de huida cognitiva que obstaculiza la acción política eficaz en favor del bienestar común. Por ello, aplicar la reflexión de Luis Miguel Real a este ámbito revela la urgencia de exigir a nuestros gobernantes una mirada valiente al presente como única vía para construir un futuro diferente, inclusivo, sostenible y resiliente.