Sin pretenderlo salió palíndromo: tiempos nuevos para sistemas viejos. En las sociedades actuales el ciudadano promedio ha perdido el hábito de pensar, de resolver problemas mentalmente, de esforzarse en memorizar información, ahora se limita a buscarla en Google y mirar titulares en la pantalla del celular. A Dios no lo llevaremos en el corazón, pero el celular hasta en el retrete. Cuando un musculo no se ejercita se debilita. Eso está pasando con el cerebro de la población, que se está idiotizando. Llevamos dos años sin escolarizar a nuestros estudiantes y en ciernes un tercero con malos presagios. Atisbamos una pléyade de potenciales ignorantes con dos manos para trabajar pero con el cerebro jubilado por inanición.
Cuando en política se producen cambios en las estructuras de poder, lo primero que se cambia es el lenguaje para la comunicación. Es imperativo para la nueva conformación política dominante transmitir el mensaje dejando la impronta, las señas de identidad que definen ideología y valores. Al final, en la historia, queda el mismo mensaje con otras palabras, o bien, un lenguaje pervertido para adaptarse a las necesidades del poder. Ejemplo para enmarcar: reclamar como derecho humano el derecho a elegir y ser electo, después de haber sido ya electo. La corrupción en política comienza siempre por la corrupción del lenguaje.
En estas elecciones los candidatos prometieron demasiadas utopías, y todas quedarán en el olvido menos las de la “Presidente” electa. Cien días es el tiempo de cortesía que se concede al nuevo gobierno para que empiece a cumplirlas. Esperamos del Ejecutivo que priorice las promesas correctamente. Entre derogar las ZEDEs, fuentes de empleo y riqueza, o rescatar Hondutel, gallina de los huevos de oro que exprimía el gobierno liberal de Manuel Zelaya, no debería haber dudas por dónde empezar. Se han generado esperanzas sustentadas en necesidades básicas que afectan la dignidad de las personas, las demandas no esperaran cien días. Salvo excepciones, como es el caso de Angela Merkel, el poder desgasta, pero no tenerlo y pretenderlo también. Ocho años arrojando sin misericordia basura a los actores encima del escenario y, cosas de la vida, ahora toca estar arriba para recibirla. La incapacidad se justificará responsabilizando a las autoridades salientes, incluso a las nuevas que no se plieguen a la consigna coactiva: “quien no haga lo que digo pertenece al cartel”. Pero como decía Merkel, fueron elegidos porque se comprometieron a resolver los problemas, no para poner excusas.
Si el electorado fue valiente apostando por el cambio ideológico a nivel presidencial, también lo fue por conformar un Congreso sin mayorías, donde el partido en el poder necesitará del dialogo, acuerdos y consensos, para implementar su política sustentada en leyes. Al gobierno nacionalista se le ha tachado de dictador por la forma de manejar el Congreso, no obstante, las nuevas autoridades pretenden comenzar su andadura presionando a los futuros diputados para que acaten un acuerdo que desconocían y les coarta el voto respecto del próximo presidente del Poder Legislativo. ¿Cuáles son ahora los comportamientos totalitarios?
Memorable el consejero presidente Aguirre, en el acto de la entrega de credenciales: “¡Misión cumplida! Hemos trabajado con eficacia y transparencia”. Esperamos que más pronto que tarde el ente competente publicite el coste total de estas elecciones, primarias y generales; incluido el dinero asignado al CNE. Para finalmente dividir la mega millonada entre los 3.599.557 sufragios, y hacernos una somera idea del precio que le cuesta al Estado cada voto, sin contar con la sangría de la deuda política. Imaginemos en el futuro sumarle el balotaje. El chiringuito se viene abajo.
Esa transparencia que apunta el Consejero Aguirre es la que ha dejado al descubierto la debilidad del sistema en cuanto a la posibilidad de adulterar impunemente los resultados. A pesar de las medidas coercitivas y técnicas implementadas; de la presencia en cada mesa de un representante de las tres fuerzas mayoritarias que se disputaban el poder; la manipulación de cientos de actas no puede considerarse hechos aislados, acciones delictivas inconexas y esporádicas sino planificadas. El conteo de votos y la confección de actas no puede ser manual. Mientras no saquemos de la ecuación el factor humano, aunque todo cambiemos todo seguirá igual.
“Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa está muy cerca de entender los problemas de llevar un pais”. -Margaret Thatcher-