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Víctor Meza

Thelma Mejía

Tegucigalpa.- En la clase de Periodismo Informativo, el maestro Juan Ramón Durán, nos pidió realizar tres entrevistas de personalidad para poner en desarrollo la técnica de La Entrevista, como parte de los géneros periodísticos. Eran los años ochenta, y mi primer entrevistado para esa clase fue el licenciado Víctor Meza, director del Centro de Documentación de Honduras (Cedoh). Fue mi estreno en las aulas periodísticas con un personaje con el cual cultivé con el tiempo una respetuosa relación profesional y de amistad.

En esos años, de la guerra fría y la desaparición forzada de personas como política de Estado, Víctor Meza era una fuente obligada de periodistas, corresponsales de prensa internacional, diplomáticos, intelectuales y otros actores de prestigio y credibilidad. Era un conocedor de la realidad nacional y su entorno internacional. Con esa carta de presentación, hizo tiempo para atender a una estudiante de periodismo que escrudiñaba sobre su vida, su carrera y su pensamiento, en ese afán por captar un buen relato que se acoplara a la técnica que rige a las entrevistas de personalidad.

Cuando le comenté que la entrevista que le realicé había sido comentada y elogiada en clase, y que era famosa entre mis compañeros de aula, Meza se sonrió y me dijo: veo que va descubriendo y despertando esa vena periodística, siga cultivándola. Siempre me regalaba los boletines del Cedoh de coyuntura de la realidad nacional y algún libro que estimaba ayudaría en mi formación periodística. Fue el otro maestro que uno encuentra fuera de las aulas universitarias preocupado por nuestra mejora continua, alentando en los buenos y no tan buenos momentos.

En los eventos del Cedoh, que cubría con enorme entusiasmo aprendiendo de los trabajos realizados por sus investigadores, conocí a Leticia Salomón, su esposa, Julieta Castellanos, Mirna Flores, Efraín Díaz Arrivillaga, Ramón Romero, Eugenio Sosa, Edmundo Orellana, Lucila Funes, Manuel Torres, entre otros. Todos ellos referentes obligados de la prensa y de la sociedad en los temas que manejan. Y un día, el Cedoh, me invitó a sumarme a ese equipo de investigadores como entrevistadora, recolectora de información y datos, hasta ser autora de capítulos de sus libros. Leticia Salomón, la otra gran maestra, me enseñó a trabajar en la investigación con fines académicos, siguiendo todas y cada una de las etapas, y Víctor Meza siempre estaba ahí, alentándome, sugiriendo y compartiendo información.

Meza fue una fuente de consulta y también de intercambio y cruce de información, y siempre, respetó mis posiciones como periodista. Cuando fue funcionario, le apliqué la máxima del periodismo: con el poder, relaciones cordiales, pero distantes. Y se reía cuando se lo recordaba. Así de respetuosa nuestra relación. Fue como un segundo padre.

Siempre estaba pendiente, preocupado por el país. Con frecuencia hablábamos del rumbo de Honduras, compartiendo miradas e inquietudes. Con Meza hacia catarsis y me reía del mundo y sus alrededores, pues tenía la palabra exacta, el sarcasmo y la ironía oportuna para calificar las cosas.

La última vez que hablé con él, antes de ser internado en el hospital, lo sentí melancólico, su voz ya no era tan potente, y me dio los dos últimos consejos de vida, que atesoro con enorme agradecimiento, pues con mucha frecuencia me alertaba sobre determinadas situaciones, sentía que me protegía. Su partida, tan inesperada, me agarró justo cuando estaba por enviarle un mensaje para decirle que tenía asuntos de interés por compartir. Pero Meza estaba librando su gran batalla, ante la impotencia de quienes le conocimos y aprendimos a querer, de no poderle ayudar.

Se fue una persona extraordinaria, de un talento inigualable, trato amable, excelente conversador y con un acervo cultural, como pocos. Nos dejó Víctor Meza, un irreverente frente al poder, un hombre que supo—como Ventura Ramos—que, en la vida, lo único que se puede envidiar es la inteligencia para hacer el bien. Y Meza fue eso, un ser extraordinariamente inteligente que desde el Cedoh generó conocimiento y aportes a la cultura política y democrática del país. Su vacío ya se siente, yo lo siento. Yendo a mi trabajo, pasé por las últimas oficinas del Cedoh, estaban limpiando y lavando la casa, y solo sentí, que se me achicó el alma. Que sus cenizas esparcidas camino a Valle de Ángeles sean semilla para nuevos frutos y aires de esperanza que tanto necesita este país. Que descanse, Víctor Meza, el amigo, el maestro. Mi abrazo solidario e infinito para Leticia, su esposa, y sus hijos Omar y Miroslawa.

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