Víctor Manuel Donaire, el primer psicólogo de Honduras

Por: Ernesto Gálvez

Tegucigalpa.– Es muy difícil encontrar, en un solo libro, tanto material: vida personal, vida familiar, sociedad rural-urbana, sistema educativo básico, medio y universitario, retos personales, excelencia académica, arte y música, historia

y tantos otros elementos socioculturales como en la obra “VÍCTOR MANUEL DONAIRE, MEMORIAS DEL PRIMER PSICÓLOGO DE HONDURAS”, mi Profesor, graduado en uno de los países de mayor desarrollo en América Latina, como es Chile, quien escribió una de las obras autobiográficas más importantes, publicadas en Honduras (Litog. López, 2013).

Tuve el privilegio de ser su discípulo en la cátedra de Psicología General en mi primer año de estudios de Ciencias Sociales en la Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán, que se localizaba en lo que hoy es la alcaldía Municipal, frente al Hospital Viera, institución a la que le prestó enormes servicios, semilla de la actual Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán.

Difícil resumir en dos páginas el contenido de un libro con tan profuso contenido, escrito por un profesional de las humanidades que no tenía la pretensión de pasar a la historia como historiador pero, estoy seguro, escribía con el corazón, teniendo su mente en la familia; de allí su reiteradísima referencia a todos y cada una de las personas que pasaron por su increíble memoria que, con todo detalle, recuerda el color de los tenis, el nombre de sus maestras de cada grado de la primaria, pasando por la letra de una canción a dúo con su hermano, a edad mediana, hasta el contenido de los planes estratégicos de los programas de sicología de Venezuela, República Dominicana, Costa Rica y Honduras, por ejemplo.

La obra que nuestro autor autodenomina “autobiografía” no es sólo eso; es un compendio de antropología, historia, sociología urbana y rural, ciencia política, texto de arte y música, relaciones diplomáticas, ciencias de la educación y por supuesto, PSICOLOGÍA en vivo, aplicada a su entorno familiar y laboral e, inclusive, nacional pues nuestro escritor, se hizo sentir en todas esas esferas con la suficiente influencia e incidencia que, de verdad, necesita ser valorado en su justa dimensión, no sé por quién, que no sea su familia, porque ésta, verdaderamente es toda una institución, completa en todos los sentidos.

Primero, los Donaire (de la matrona “Mama Chela”)son súper unidos; segundo, son expresivos; tercero, son alegres, fiesteros (no podría ser de otra forma, en medio de tantos músicos, poetas y cantores). Increíble esta obra, una cátedra por donde lo vea, es decir, por donde la lea sus más de 500 páginas.

Es una ventaja conocer al maestro Víctor Donaire y mejor, si conocemos al resto de la familia, porque las imágenes de los actores y actrices alimentan los cuadros mentales que relata el libro. Yo, Ernesto Gálvez, conocí al “viejo” (así como me dice mi hijo Tito Gálvez) y a Víctor Edgardo hijo, el músico que grabó aquella melodía que dice “En esta noche de la navidad, hay una madre que en silencio está; una ancianita llora sin cesar…”, que es, para mí, la canción que me hace remojar mis ojos, pero que en tiempos inmediatos a la guerra honduro-salvadoreña, me hacía llorar a torrentes, ya que me hacía volver a mis recuerdos a mi pueblo y mi familia de Caridad, Valle, cuyos habitantes salieron cual diáspora judía, huyendo de la muerte, aunque algunos vecinos, no lo lograron; otros como mi papá Constantino Gálvez, logró escapar, en medio de las balas de soldados, envenenados y enloquecidos por los “Sánchez-Hernández” y los “Medranos” que dirigían aquel que, a pesar de todo, sigue siendo nuestro país hermano.

Hace varios años, en una de las calles de Tegucigalpa (a esas que también Víctor hijo les ha cantado; “caminando por Tegucigalpa, en las noches de la navidad….”), nos encontramos después de que, allá por los años setentas, nos veíamos con cierta frecuencia, en los alrededores de “La Superior”, sobre todo, asistiendo a aquellas ”kermesses”. Allí hablamos de lo mucho que había pasado en un montón de años que nos perdimos de vista pues yo no había vivido mucho tiempo en Tegus, pues mis estudios primarios, medios y de maestría, no habían sido en la capital hondureña, sino en la campiña hondureña y en la culta Costa Rica.

En esos días, Víctor hijo estaba a punto de publicar el libro “LA MÚSICA DE MIS RECUERDOS” que es un excelente relato del tiempo de oro de los grupos musicales de Tegucigalpa: “Los Speed”,”Los Jets”, sólo por citar algunos, entre los cuales Víctor se movía como sapo en su charco, no sólo cantando, sino grabando con gran éxito, inclusive, formando su propia “Trilogía”. Así, acordamos que le escribiría el Prólogo, cosa que hice con mucho gusto. Con ese sencillo acto “graduamos” nuestra amistad y le pusimos un tremendo moño, a pesar nuestros escasos e intermitentes encuentros, mismos que siempre los disfrutamos en medio de conversas interminables, tanto sobre temas familiares como de nuestros oficios. Yo le expresé mi gran alegría cuando vi en la televisión mundial el homenaje que le hicieron a Víctor Donaire hijo en Salt Lake City, Estados Unidos, donde un gran coro le hizo un bellísimo arreglo a una creación suya. Víctor fue invitado especial en ese acto cultural, mundialmente reconocido.

Esa historia no la cuenta Don Víctor, sino yo, y esto sólo para ratificar la fibra de la exitosa raza de “los Donaire”, su descendencia después que él está retirado en su casa, disfrutando de una ancianidad que yo, como agradecido lector de su libro, me ha animado a imitar su ejemplo de inmortalizar por escrito su aporte y el de todos los que forman su familia. La que ha servido y siguen sirviendo de modelo, sobre todo ahora que, por desgracia, está ocurriendo una continuada y creciente descomposición de la célula familiar que, algunas veces aun existiendo divorcios, la cultura de amar y luchar por la familia, debe ser una tarea irrenunciable, tal como lo hizo el mentor Víctor Manuel Donaire Chang, el Primer Psicólogo de Honduras, graduado en Santiago de Chile, Profesor y creador del colegio de Psicólogos y de la Escuela de Psicología de la UNAH y líder de varias instituciones educativas de primer orden en el país. La reimpresión de esta obra debe ser apoyada por quienes compartimos los principios y valores éticos, morales y familiares; además de servirnos de pauta de lo que significa ser mentor de nuevas generaciones.

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