
Tegucigalpa. – Marvin tiene 27 años, vive en Santa Rita, Yoro, y trabaja como jornalero desde que tenía 15. Hace unos meses escuchó en la radio que Estados Unidos abrirá 20,000 visas temporales de trabajo para países como Honduras. Su esperanza renació. “Tal vez con esta oferta sí podré viajar legal, trabajar, ahorrar, regresar”, me dijo. Pero lo que no sabía Marvin —y muchos como él— es que ac2ceder a esa visa es más difícil que cruzar el río Grande sin mojarse.
La noticia circuló como pólvora: el gobierno de EE.UU. incrementará el cupo de visas H‑2B en 64,716 para el año fiscal 2025, de las cuales 20,000 estarán reservadas para América Latina y el Caribe. Un gesto diplomático. Un respiro laboral. ¿Pero es realmente una solución o sólo una ilusión cuidadosamente empaquetada?
Un parche que no cose la herida
Las visas H‑2B permiten trabajar temporalmente en sectores como jardinería, hotelería, turismo, construcción o procesamiento de alimentos. Son útiles, sí. Pero son estacionales, no conducen a residencia, y están sujetas a condiciones que excluyen a la mayoría.
Solo en 2023, más de 200,000 hondureños fueron detenidos en la frontera sur de EE.UU. ¿Qué representan entonces 20,000 visas repartidas entre más de 10 países? Una gota en el desierto.
Mientras los titulares celebran la apertura, la estructura del sistema aquí sigue igual: no hay reforma migratoria, ni mecanismos regionales sólidos para gestionar la movilidad laboral, ni acompañamiento técnico que garantice que quienes lo necesitan puedan realmente acceder.
¿Quién realmente se beneficia?
Los sectores económicos estadounidenses con escasez de mano de obra. Los políticos que se suman puntos, pero con gestos simbólicos. Y sí, un puñado de trabajadores centroamericanos que lograrán finalmente un contrato temporal.
Pero la gran mayoría, como Marvin, ni siquiera sabe cómo postularse. La falta de información, corrupción en los intermediarios y la exigencia de cumplir con requisitos complejos hacen que este tipo de ofertas beneficien más a los ya conectados, que a los necesitados.
Más que visas: necesitamos visión
Aplaudir una visa es fácil. Diseñar un modelo de movilidad regional justo, sostenible y digno, no lo es. Si EE.UU. quiere frenar la migración irregular de raíz, debe ir más allá que del mero gesto político:
- Firmar acuerdos de formación técnica y profesional con los países de origen.
- Crear plataformas de reclutamiento públicas y transparentes.
- Incentivar la migración circular legal, como herramienta de un desarrollo mutuo.
Y del lado de Centroamérica, urge preparar a su gente, protegerla del fraude y exigir que la cooperación internacional no sólo sea de emergencia, sino también de transformación.
Conclusión: una rendija no es una puerta
Las visas H‑2B no son malas. Pero tampoco son suficientes. Son una rendija en un muro que sigue firme, mientras miles como Marvin siguen esperando una puerta abierta que aún no llega.
¿Vamos a seguir celebrando migajas, o vamos a exigir políticas migratorias que realmente respondan a la dignidad humana y al derecho al trabajo?
Hasta que no lo hagamos, cada visa prometida seguirá siendo más espejismo que esperanza.