La marcha, que comenzó a las 10.00 hora local y GMT en la plaza de la Victoria, situada en el barrio popular de Derb Omar, se caracterizó por un alto grado de organización y un ambiente reivindicativo, además de por superar en número a la primera gran manifestación de hace un mes para pedir reformas.
Con la ausencia de agentes antidisturbios, grupos formados por centenares de personas dirigidos cada uno por un coordinador marcharon por las calles Estrasburgo y Humane El Fatwaki hasta finalizar en el bulevar de Hassan II, en el centro de la ciudad.
Miles de pancartas con eslóganes en los que se exigía un cambio urgente y radical de la Constitución fueron enarboladas por los manifestantes.
Algunos de los presentes se resguardaron del sol con paraguas, mientras que muchas mujeres optaron por cubrirse el cabello con pañuelos de la bandera marroquí.
Uno de los participantes, Said Benhamani, del partido izquierdista Vía Democrática, dijo a Efe en los anuncios de Mohamed VI en su discurso del 9 de marzo «no responden a lo que la sociedad demanda».
«Las manifestaciones continuarán hasta que el pueblo consiga lo que quiere, es decir, una monarquía parlamentaria», explico Benhamani.
El monarca se dirigió al pueblo de Marruecos para anunciar una profunda revisión de la Constitución que incluye reforzar la figura del primer ministro como «presidente de un poder ejecutivo efectivo», ampliar las atribuciones del Parlamento y reformar el sistema judicial.
Respecto al anuncio que el viernes publicó la casa real sobre la decisión de Mohamed VI de crear una nueva institución que desempeñará las funciones de Defensor del Pueblo, Benhamani aseguró que «tan sólo ha modificado el nombre de la ya existente, por lo que un cambio así no conduce a nada».
Los aplausos fueron constantes durante la marcha y la gente no se cansó de gritar frases como «el Parlamento es una responsabilidad para vosotros y para nosotros» o «escuchad la voz de los ciudadanos».
Las reivindicaciones distintas a las acordadas por el Movimiento del 20 de Febrero -que convocó en esa fecha las primeras manifestaciones en el país- se prohibieron inmediatamente, y por ello un grupo de estudiantes del islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), que se disponía a levantar pancartas con sus propias demandas, fueron expulsados de la marcha.
«La manifestación es también una respuesta a la violencia desencadenada el día 13 de marzo en Casablanca. Con cada error que cometa la policía, responderemos de esta forma», sentenció a Efe Omar Iharchane, miembro de la secretaría general del ilegalizado movimiento islamista Al Adl wal Ihsan (Justicia y Caridad).
Además, los manifestantes también pidieron que se incluya en la Constitución como lengua oficial de Marruecos el «amazigh» (bereber), y se criticó que en su discurso el monarca sólo anunciase que ésta será reconocida.
De todas las pancartas, «Dégage (lárgate, en francés)» fue la protagonista, y con ella los marroquíes exigieron la renuncia del primer ministro, Abás el Fasi, el titular de Finanzas, Salahedín Mezuar, y de Munir Majidi, encargado de dirigir la economía de Mohamed VI, entre otros.
También participaron chabolistas que reclamaban sus derechos como ciudadanos ya que, según ellos, en 1998 fueron expulsados de las barracas en las que vivían en el barrio popular de Bachku y, tras no recibir la vivienda social que les correspondía, fueron trasladados a las afueras de la ciudad, donde actualmente viven cerca de 2.000 familias.
«No pido caridad, pido libertad. Quiero dejar de ser un sujeto sin verbo», se leía entra la oleada de carteles que lideraron la manifestación.