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Un team building para el CNE

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. Ya casi se acaba octubre, estamos a apenas un mes de las elecciones generales programadas para el 30 de noviembre, y el Consejo Nacional Electoral (CNE) sigue sumido en una tensión institucional que más parece un adelanto de lo que podría ser el “día D”, que la antesala del mismo. 

La crisis, lejos de ser exclusivamente técnica o logística, tiene su origen en el relato interno de sus tres consejeros: Ana Paola Hall, Cossette López y Marlon Ochoa. 

Cuando una institución clave para la democracia no solo discute qué hacer, sino cómo se relacionan sus miembros, el riesgo no es menor.

La liberal Ana Paola Hall, actual consejera presidenta y con experiencia organizando procesos electorales, puso su cargo a disposición (aunque su renuncia no fue formalizada en el Congreso) el pasado 16 de julio, alegando presiones políticas y ataques personales. 

Por su parte, Cossette López (Partido Nacional), como presidenta del CNE en las elecciones primarias de marzo, ha dejado entrever en medios de comunicación que hay obstáculos técnicos e intereses políticos con la intención de boicotear las elecciones.

También ha hablado de boicot y conspiraciones el tercer consejero, Marlon Ochoa, solo que desde el bando partidista contrario (Libre). 

Ochoa ha elevado la narrativa mediática al plano legal, al presentar ante el Ministerio Público audios que revelan una supuesta concertación entre actores con poder para capturar etapas críticas del proceso electoral.  

Previamente, su ausencia de sesiones del pleno fue documentada en julio de 2025 por López, que invocó la legislación respectiva para convocar al suplente.  

El resultado de este trío conflictivo no es solo un choque político-partidario, sino un claro síntoma de una nula inteligencia emocional y contextual (más el dominio caciquesco de los hombres de poder detrás de cada partido) que se puede llevar de encuentro la institucionalidad y la débil confianza de la ciudadanía en los órganos electorales. 

Cuando a los miembros de un mismo ente se les hace difícil compartir visiones, acordar métodos y respetar roles, surge lo que en cultura organizacional se denomina conflicto latente, y que en una institución electoral puede devenir en una crisis visible.

La presencia pública de conflictos internos deja huella en la percepción ciudadana, aunado a la incertidumbre que puede generar el proceso electoral que se avecina, sobre todo considerando los impasses nunca antes vistos acontecidos el 9 de marzo. 

Al tener a la entidad encargada de garantizar la transparencia, logística y legalidad del proceso estancada en disputas internas, la ciudadanía, los observadores internacionales y los partidos no pueden menos que inquietarse.

La fragmentación interna se revela en la falta de consenso sobre temas críticos, agravados por denuncias cruzadas. 

El riesgo es claro, sin una base mínima de trabajo en equipo, sin un “nosotros” institucional más allá del “yo como partido”, se pueden generar vacíos de decisión, retrasos, filtraciones de información, cuestionamientos legales y, en último término, deslegitimación del proceso electoral. 

Esos pleitos y desacuerdos se reflejan también en redes sociales, con videos (reales o no) que circulan con el único fin de desencantar aún más a los electores, quienes quedan atrapados en una burbuja de desinformación.

En el terreno de las organizaciones, un team building no es poner a todos a tomar café y hacer dinámicas de confianza (aunque eso ayuda). 

Es, ante todo, reconocer los roles, las competencias y responsabilidades de cada miembro; construir canales de comunicación claros y respetuosos; generar espacios donde se aborden tensiones y prevengan rupturas; establecer una visión compartida, por ejemplo, una elección creíble, transparente y legítima, que sea mayor que cualquier agenda partidaria; diseñar y validar protocolos de trabajo, manejo de crisis y toma de decisiones.

Y, sobre todo, dedicarse meramente a lo técnico y no usar a los medios de comunicación como palco VIP de un espectáculo que más que risas provoca preocupación. 

Las elecciones no solo son un acto técnico, sino un hito político mayor, por lo que la credibilidad del ente electoral es tan importante como la emisión del voto.

Es por ello que en el CNE debe primar la unidad institucional y no el individualismo partidario, porque si esos tres no logran construir un “equipo” real, lo que está en juego es más que su funcionamiento interno, está en juego la democracia y, por ende, el país. 

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