Una investigación del Consorcio Internacional de Periodistas (ICIJ, por sus siglas en inglés), reveló en días pasados más de 120.000 documentos sobre Uber, evidenciando un nivel insospechado de corrupción, reabriendo nuevamente el debate sobre la necesidad de la regulación en las plataformas digitales.
¿Qué revelan los Uber Papers y qué consecuencias traerá?
Uber es una aplicación desarrollada en San Francisco (California, EE. UU.), cuyo modelo de negocio se centró en mejorar el servicio de taxis y el transporte urbano. En sus inicios se convirtió en un ejemplo de innovación y millones de personas alrededor del mundo comenzaron a utilizarla por “seguridad” y “confiabilidad”, convirtiéndose en un referente global de transformación digital.
Pero si bien al principio Uber gozó de una inmejorable reputación, a medida que sus conflictos con las autoridades se intensificaron, la aplicación comenzó a recurrir a métodos poco ortodoxos y polémicos, que fueron, con el paso del tiempo, descubiertos por la prensa y las autoridades, y que no solo hicieron decaer la credibilidad de la compañía, sino en general de muchos de los emprendimientos surgidos en Silicon Valley.
En el año 2014, CNN Business publicó un informe en el que se evidenció que 177 empleados de Uber habían pedido y cancelado intencionalmente más de 5.000 servicios en la plataforma competidora de Lyft, buscando reducir las utilidades y el número de servicios de sus competidores[1].
En noviembre de ese mismo año, el diario The Guardian, reveló que Uber poseía una tecnología llamada “Vista de Dios”, que les permitía rastrear la ubicación de los usuarios para propósitos distintos a los de monitoreo de viajes, vulnerando posiblemente la privacidad de sus clientes[2].
En diciembre de 2016, nuevamente The Guardian reveló que un exempleado de la compañía confesó que frecuentemente espiaban a personalidades famosas como artistas o políticos, a través de la app de Uber, incluyendo a la artista Beyoncé, cuyas actividades habrían sido monitoreadas periódicamente por funcionarios medios de Uber[3].
Para el año 2017, el diario The New York Times publicó un informe que daba cuenta de todas las irregularidades cometidas por Uber con el proyecto del auto autónomo o sin conductor, incluyendo pruebas realizadas sin permiso de las autoridades de San Francisco, las cuales pusieron en riesgo la vida de muchas personas. La tecnología presentaba fallas para reconocer semáforos en rojo, ciclistas y peatones, lo que llevó al gobierno de California a ordenar el retiro automático de los autos y aplicar sanciones contra la compañía.
El escándalo de los autos autónomos y Uber no terminó ahí, pues la marca Waymo, encargada de desarrollar los autos autónomos para Google, demandó a Uber acusándola de robar su tecnología, evidenciando que el exempleado Anthony Levandowski habría robado los secretos comerciales para Uber[4].
Para ese mismo año (2017), Uber pagó una multa de 20 millones de dólares a la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos por publicidad engañosa, basada sobre falsas ganancias para los conductores, los cuales recibían mucho menos dinero de lo anunciado en 18 ciudades principales de este país[5].
También en 2017 se conoció que Eric Alexander, un alto ejecutivo de Uber, habría accedido de manera ilegal a un expediente clínico de una pasajera en la India que había sido violada por un conductor de Uber, con el propósito de encontrar información que permitiera desacreditarla[6]. El ejecutivo fue despedido y la mujer demandó a Uber.
Como si fuera poco, durante este mismo año (2017), una investigación del diario The New York Times, reveló que durante años Uber ha utilizado una herramienta denominada Greyball, la cual le permite engañar a las autoridades en aquellos lugares donde está prohibida la aplicación. Según reveló la investigación, la aplicación tendría en su base de datos el nombre de funcionarios y personas vinculadas a los gobiernos, encargadas de perseguir a los conductores de Uber, de tal forma que cuando una de estas personas descargaba la aplicación en su móvil y pedía un servicio, el software le arrojaba falsos datos de vehículos y conductores inexistentes, que por supuesto nunca llegaban[7].
La revista especializada Retina, del diario El País, de España, definió a Greyball como un trocito de código que se adjuntaba al final de la cuenta de Uber y que se activaba cuando detecta un usuario sospechoso de pertenecer al gobierno, convirtiendo la aplicación en inútil[8].
El periodista del New York Times Mike Isaac fue quien descubrió el uso ilegal de la aplicación Greyball y, a partir de cientos de entrevistas, indagaciones e investigaciones de campo, decidió publicar el libro: La batalla por Uber, que ya se encuentra disponible en español también.
En entrevista con la revista Retina, el periodista del New York Times aseguró que:
El libro publicado por el periodista del New York Times, está cargado de detalles e historias del auge, la transformación y la decadencia de una la empresa de más rápido crecimiento de la historia, con un valor estimado de más de 60.000 millones de euros.
Pero si bien Uber ha sido uno de los ejemplos más citados de innovación en Silicon Valley, su credibilidad se encuentra profundamente golpeada y las suspicacias que genera se han hecho extensivas a muchas otras compañías de la región.
Los Uber Papers
Una investigación periodística conjunta, realizada por el Consorcio Internacional de Periodistas (ICIJ), y que fue publicada en los últimos días por muchos medios alrededor del mundo, especialmente el diario The Guardian[9], recopiló archivos confidenciales de la aplicación de transporte Uber, que evidencia tácticas éticamente cuestionables y potencialmente ilegales que la compañía usó para catapultar su frenética expansión global.
Bautizada como “Los archivos de Uber” o los “Uber Papers”, en inglés, la investigación realizada por periodistas de docenas de medios revela que representantes de la compañía sacaron provecho de la reacción a veces violenta del gremio de los taxis contra sus conductores para obtener respaldo y evadir a las autoridades regulatorias, conforme buscaba conquistar nuevos mercados.
En total, se trata de 124.000 documentos de entre 2013 y 2017, inicialmente obtenidos por el diario británico The Guardian y que luego compartió con el ICIJ.
Los documentos incluyen intercambios de mensajes de texto y correos electrónico entre ejecutivos. Uno de ellos corresponde a su cofundador y antiguo presidente Travis Kalanick, quien tuvo que renunciar en 2017 por acusaciones de prácticas brutales de gerencia y múltiples episodios de acoso sexual y psicológico dentro de la compañía.
La veloz expansión de Uber se soportó en los subsidios a conductores y en descuentos en tarifas que hicieron mella en el gremio de los taxis, y “a menudo sin procurar licencias para operar como un taxi o servicio de limusina”, informó The Washington Post, uno de los medios que participó en la investigación[11].
Conductores de Uber de toda Europa enfrentaron violentas represalias de los taxistas que los veían como una amenaza a su medio de vida. La investigación halló que:
Según The Guardian, Uber ha adoptado tácticas similares en países europeos como Bélgica, Países Bajos, España e Italia, movilizando a conductores y alentándolos a denunciar ante la policía cuando fueran víctimas de violencia, con el objetivo de usar el cubrimiento mediático para obtener prerrogativas de las autoridades[13].
Los mensajes filtrados sugieren que los ejecutivos de Uber, al mismo tiempo, no se hacían ilusiones sobre la violación de la ley por parte de la compañía e, incluso, se publicaron audios en los que un importante ejecutivo de la compañía bromeaba diciendo “somos piratas” y otro admitiendo “somos jodidamente ilegales”.
Mark MacGann, exjefe de cabildeo de Uber para Europa, Medio Oriente y África, quien voluntariamente se identificó como la fuente de los datos filtrados, afirmó que: “Es mi deber hablar y ayudar a los gobiernos y parlamentarios a corregir algunos errores fundamentales”, dijo. “Moralmente, no tuve elección en el asunto”.
El acervo de archivos incluye correos electrónicos, iMessages y mensajes de WhatsApp, incluidas comunicaciones a menudo “francas y sin adornos” entre Kalanick y su equipo de ejecutivos principales, de acuerdo con los informes publicados por The Guardian[14].
En un intercambio, Kalanick descartó las preocupaciones de otros ejecutivos de que enviar a los conductores de Uber a una protesta en Francia los pusiera en riesgo por parte de los taxistas, afirmando que: “Creo que vale la pena”, replicó. “La violencia garantiza el éxito”.
La filtración también contiene textos entre Kalanick y Emmanuel Macron, quien ayudó en secreto a la empresa en Francia cuando era ministro de Economía, permitiendo que Uber tuviera acceso frecuente y directo a él y su personal[15].
En un comunicado en respuesta a la filtración, Uber admitió “errores y pasos en falso”, pero dijo que se había transformado desde 2017 bajo el liderazgo de su actual director ejecutivo, Dara Khosrowshahi.
En Conclusión, Las revelaciones promovidas por el diario británico The Guardian y respaldadas por el consorcio internacional de periodistas, demuestran una vez más que el dogma de la “no regulación digital”, disfrazada de “neutralidad de red”, promueve la distorsión de los mercados, afecta la libre competencia, genera posiciones monopólicas y, lo que es aún más grave, propiciando acciones deliberadamente ilegales, como las desarrolladas por Uber entre 2013 y 2017.
Tal y como lo he referenciado en múltiples ocasiones en este espacio, las plataformas digitales requieren de una regulación urgente, inteligente, moderna y justa, garantizando la nivelación del terreno de juego de todos los agentes de la cadena de valor que hacen parte del ecosistema digital, lo que en últimas se traducirá en garantías para la democracia y el libre mercado global.