Tiro de gracia

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente un grupo de empresarios y diputados promovieron una reforma a la Ley General de la Industria Eléctrica, LGIE, específicamente a la obligación de licitar las nuevas centrales generadoras. 

Al parecer, hay desarrolladores que quieren firmar contratos de suministro con la ENEE, PPAs, sin licitar, para agregar entre 700 y 1,600 MWs (he escuchado mencionar ambas cifras, pero no sé cuál es la correcta).  De aprobarse esta reforma se le estaría dando el tiro de gracia a la ENEE y al sector eléctrico. Permítanme explicar por qué.

Comencemos por el principio.  Según el más reciente Boletín Estadístico de la ENEE, correspondiente a abril 2016, la demanda máxima del sistema llegó a 1,470 MW en ese mes.  La capacidad instalada fue de 2,300 MW, pero la capacidad disponible (la capacidad de la cual la ENEE puede depender para suplir la demanda máxima) sólo fue de 1,467 MW.  Visto esto así, es fácil entender por qué algunas personas piensan que los apagones que sufren son un racionamiento disfrazado.  Sea como sea, y suponiendo que las cifras de la ENEE son correctas, la pregunta obligada es ¿por qué se da una diferencia tan grande entre lo instalado y lo disponible?  La respuesta la brinda la misma ENEE en su boletín.  Resulta que la capacidad hidroeléctrica privada instalada suma 248 MW, pero lo disponible en abril fue de tan solo 78 MW.  En lo referente a biomasa, las cifras son 165 y 75 MW, en lo concerniente a energía eólica 175 y 36 MW, y en energía fotovoltaica 388 y 93 MW.  Esto se debe a que la ENEE ha sido obligada a comprar energía intermitente que por su naturaleza no es confiable (“ firme”).  Las centrales hidroeléctricas privadas son a filo de agua, y como no tienen embalses con suficiente capacidad, en los meses de estiaje producen muy poco.  Las centrales de biomasa producen a plenitud en los meses de zafra, y poco en otros tiempos.  Las eólicas dependen del viento, de naturaleza impredecible, y puede muy bien suceder que la demanda máxima ocurra precisamente cuando el viento amaine.  Las fotovoltaicas también dependen del tiempo y en particular no producen en la noche y por tanto no contribuyen a satisfacer la demanda nocturna.  La primera, y obvia, conclusión que resulta de esto es que la ENEE debe contratar potencia firme que permita asegurar que podrá satisfacer la demanda en época de estiaje, en ausencia de la zafra y cuando el sol y el viento brillen por su ausencia. Sin embargo, la ENEE no puede hacer esto porque ha perdido el control de su destino y el del sector eléctrico.  Veamos por qué.

En este momento se dice que hay PPAs firmados, pendientes de financiamiento y construcción, por unos 1,600 MWs, la gran mayoría de los cuales proveerían energía intermitente, justo lo que la ENEE no necesita en este momento. Es razonable suponer que los dueños de estos contratos pegarán el grito al cielo si la ENEE convoca a una licitación, alegando que se les debe comprar a ellos.  Ahora bien, la ENEE no decide que proyecto amparado en un PPA se construye o cuando.  Los desarrolladores y los bancos deciden qué tipo de proyecto construirán y la ENEE debe comprarles lo que ellos decidan venderle, en el momento en el cual ellos decidan hacerlo.  ¿Se puede imaginar el desorden que ha resultado de esto?  Supóngase que usted es dueño de un negocio que vende harina y contrata el suministro con sus proveedores, pero son ellos quienes deciden el tipo de harina, así como cuándo se la entregarán y cuánta le proporcionarán, y que usted no tiene más alternativa que pagarles cada entrega. ¿Le parece que este es un modelo de negocio viable? ¿Cuánto tiempo duraría su negocio?  Pues esa es la situación de la pobre ENEE. Le han arrebatado el control de su futuro y el del sector eléctrico. El control está ahora en manos de los desarrolladores y sus financistas y todos sabemos que su prioridad es la rentabilidad de su negocio y no la salud del sector eléctrico.

El camino de la recuperación de la ENEE es harto complicado.  A mi juicio es el reto más importante para nuestro país.  A mi entender, el camino comienza con restaurar el control que la ENEE una vez tuvo del sector, para lo cual hay que eliminar buena parte de los 1,600 MWs de PPAs firmados que, cual espada de Damocles o rayo fulminante, penden sobre la cabeza de la ENEE.  Para lograr esto, sin violentar el estado de derecho, propongo que el Congreso apruebe una ley que estipule que los dueños de los PPAs tendrán dos años, improrrogables, para demostrar fehacientemente, a criterio de la ENEE, que cuentan, de forma vinculante e irrevocable, con el financiamiento para construir sus proyectos.  En el caso de PPAs que no cumplan con este requisito, serán declarados nulos e inexistentes.  Acepto que esta es una propuesta radical, pero a grandes males, grandes remedios, y créame que la ENEE padece un gran mal.

Paralelo a lo anterior, la ENEE debe lanzar una licitación para comprar unos trescientos o cuatrocientos megavatios de potencia firme, y yo sugeriría que se deje a juicio de la ENEE si define una tecnología o no.  También de forma coincidente, o subsecuentemente, la ENEE debería promover licitaciones para la compra de energía intermitente de tal forma que resulte un sistema balanceado que logre la seguridad en el suministro a precios competitivos y bajos.

Como he dicho en otras ocasiones, lo ocurrido en el sector eléctrico de nuestro país es un caso clásico de cómo NO desarrollar un sistema eléctrico. Einstein decía que una señal de demencia era hacer las cosas de la misma manera y esperar resultados diferentes.  Ya hemos visto adonde hemos llegado al evitar las licitaciones (que, dicho sea de paso, es el mecanismo comúnmente usado por el resto del mundo) y recurrir a “incentivos” y a negociaciones oscuras entre algunos empresarios y algunos diputados.  Reformar la LGIE para volver al pasado es, en efecto,  darle el tiro de gracia a la ENEE y al sector.

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