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Tengo que preguntarlo

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Por: Otto Martín Wolf 

Creo que para la mayoría de mis lectores no es un secreto lo que pienso respecto a dioses, supersticiones y todas esas cosas.

No creo en la creación de las cosas por medio de la orden mágica “hágase”.  Se ha comprobado científicamente que todo comenzó hace 14.500 millones de años, con una enorme explosión que aún sigue expandiendo las galaxias y creando nuevos espacios y tiempos, en eso sí creo.

Pero no creo que “arriba” hay un lugar donde vamos después de la muerte si nos hemos portado bien y otro “abajo” donde nos mandan si hemos sido pésimos.

No creo en Buda, Alá, Zeus, Thor, Mahoma, Jesucristo, Quetzalcoatl y en ninguno de los dos mil y pico de dioses que son adorados en India.

Creo sí, en el bien y el mal, como parte de la forma de ser de los humanos, al igual que los animales -de las diferentes especies- tienen sus propias maneras de comportarse, todo de acuerdo a un proceso normal llamado naturaleza.

Bien, ya no puede haber duda de lo que pienso y lo que creo.

Por eso, precisamente, tengo que preguntarme cómo es posible que alguien pueda creer en dioses de amor y justicia, después de lo sucedido en Portugal, donde un terrible terremoto  mató alrededor de cien mil personas la mañana del 1 de Noviembre de 1755 y que fue seguido por un maremoto y un brutal incendio que destruyeron en su totalidad la capital, Lisboa.

La catástrofe ocurrió un día de festividad católica -precisamente el Día de Todos los Santos- y destruyó la mayor parte de las iglesias, matando casi a la totalidad de la gente que estaba en ellas.

Muy difícil de comprender que eso sucediera en un país de gran religiosidad que, entre otras cosas, se había caracterizado por su vocación evangelizadora en todos los territorios que colonizó.

Nadie, ni grandes pensadores como Kant o Pope ( mencionados aquí para tratar de lucir como intelectual) ninguno pudo encontrar una explicación razonable, excepto que: o bien dios no existía o no le importaba un comino lo que sucedía con su gente.

Bien, eso fue hace hace más de trescientos años, es en el pasado y tenemos la tendencia a verlo como que nunca ocurrió o algo sobre lo que no hay que pedir cuentas.

Pero lo sucedido  en México hace pocos días no puede, por lo menos, dejar de ser analizado por todos aquellos que creen en esas cosas mágicas.

Los más grandes creyentes deberían de usar el cerebro y tratar de encontrar una explicación razonable a la muerte de una familia mientras celebraba el bautismo católico.

Todos; padres, padrinos, familiares y el bebé, además del sacerdote y el monaguillo que oficiaban el sacramento, todos murieron aplastados cuando les cayó encima la mismísima iglesia!

No estaban en ningún rito satánico, ni en una cantina, burdel o discoteca, estaban en una iglesia!

No es aceptable aquello de “misterio de dios” cuando prácticamente todo lo concerniente a religión, ritos, prohibiciones y demás está bien claro para los creyentes.

Ellos saben de la misión de los ángeles y arcángeles, fiestas de guardar, padrenuestros y avemarías, conocen cuáles son los pecados, qué está bueno y qué está malo, saben perfectamente qué hay que hacer para “salvarse”; entre otras cosas librarse del pecado original por medio del bautismo.

Los creyentes conocen el pensamiento de dios (algunos se saben de memoria toda la Biblia), no puede entonces hablarse de misterios.

Lo único misterioso que yo encuentro en eso es por qué alguna gente está dispuesta a aceptar que dios asesine a sus creyentes mientras realizan uno de los principales sacramentos de su religión en lugar de, al menos por un momento, cuestionar la verdad del cuento de hadas que les han hecho creer casi desde que nacieron, a la par del de San Nicolás, Pinocho y la Bella Durmiente.

Según muchos creen, su dios escribió un libro donde está todo su pensamiento, instrucciones, órdenes, etc.

Nadie entonces puede alegar misterio de dios, ni tampoco el famoso libre albedrío, que sólo se puede aplicar en forma personal cuando alguien tiene la libertad de escoger entre cometer o no un pecado.

Pero los terremotos, la muerte infame de miles de personas incluyendo niños inocentes, eso no puede ser tomado como libre albedrío.

Piense.

Más de Otto Martín Wolf aquí…

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