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¿Tenemos una política ambiental?

Jose S. Azcona Bocock

En los últimos 15 años ha estado de moda el tema del entorno ambiental y la protección del mismo. Uso el término “de moda” porque las acciones que ha tomado el Estado y la sociedad al respecto y las actitudes de las instituciones más reflejas un interés por verse de acuerdo con las opiniones generalizadas sobre el tema y no con un interés profundo sobre el tema.

No es posible negar que si tenemos una responsabilidad de hacer uso racional de nuestros recursos naturales. Pero tampoco podemos permitir que por la burocratización (debido a los intereses creados), injerencias de grupos externos, y análisis superficiales retardemos el crecimiento del país con el consiguiente mejoramiento de la calidad de vida de todos.

La primera traba es la burocracia: Se ha creado una estructura completa de evaluación, control, y aprobación de proyectos. Esto quiere decir que casi cualquier actividad productiva, ya sea industrial, extractiva, agrícola y de construcción tiene que pasar por un filtro concurrente con los demás ya existentes en nuestro burocratizado país. La normativa ambiental no debería de verse como algo separado de las demás normas, ya sean sanitarias en lo industrial, o de permisos de construcción y urbanización en las de ese rubro. Por tanto, los permisos y licencias ambientales deberían de estar fusionadas dentro de los permisos normales sujetos a una evaluación en este aspecto, que es simplemente una parte del proceso.

Luego tenemos las enormes cantidades que se gastan de forma ineficiente en proyectos supuestamente ambientales. Existe una gran cantidad de fondos de préstamos venidos del exterior (las donaciones son mínimas) encaminadas en teoría a mejorar el ambiente, pero en realidad sujetos a una mayor malversación o mal uso ya que las mediciones de producto son tan vagas que difícilmente se puede hacer una contraloría efectiva.

Esto está ligado a la existencia de algunos sectores que tienen un interés directo sin mantener el protagonismo de temas ambientales para sus propios fines. Es decir, la burocracia nacional e internacional tiende a perpetuarse y para justificarlo necesita convencer la sociedad de los peligros del desarrollo para el ambiente.

Esto nos ha llevado a creer una ficción: Que el desarrollo de nuestro potencial natural es incompatible con nuestro bienestar futuro, y el del resto de la humanidad cuando sin ese desarrollo no tendremos los recursos económicos para mejorar nuestra calidad de vida. La realidad es que las inversiones en todas las áreas, como ser aún la petroquímica, la minería, que son muy controversiales deben de ser vistas con objetividad y no pretender coartarlas por reflejo.

La conciencia ambiental ha hecho mucho por mejorar la calidad de vida en Honduras y los demás países, pero debemos de ser nosotros quienes determinemos nuestras prioridades tomando en cuenta no solo el ambiente, sino también las enormes deficiencias que tenemos en trabajo, infraestructura, y oportunidades de brindar una vida digna para todos.

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