Los suizos llegaron flameando su bandera roja con la cruz blanca en el centro y los hondureños la suya, de dos franjas horizontales azules y una blanca con cinco estrellas azules también en el centro.
No faltaron los numerosos aficionados que lucieron su bandera como capa, como si quisieran ser superhéroes para derrotar al rival.
Unos y otros vestidos asimismo con prendas de los colores de su selección, algunos con la sencillez de un abrigo, un gorro o una camiseta -a pesar del frío-, y otros de manera estrafalaria, con pelucas ensortijadas, enormes anteojos, sombreros con cuernos…
Y, como no podía ser menos, algunos suizos y hondureños haciendo sonar la vuvuzela, dueña y señora del espectáculo en los graderíos en este Mundial, para desgracia de miles de oídos.
La rivalidad futbolística no impidió que aficionados hondureños y suizos dieran también muestras de cordialidad al aprovechar varios de ellos para tomarse fotografías juntos mientras lanzaban gritos de victoria para sus países, que por primera vez se enfrentan en una Copa del Mundo.
Y todos ellos confiados en el triunfo, pero ante la incertidumbre de si sus selecciones seguirán en Sudáfrica o tendrán que hacer la maleta de regreso a casa. No importa, sin embargo: hay que disfrutar la fiesta mientras dure.