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Sistema meritocrático para acceder a la docencia

José S. Azcona

Una de las ideas que aplican los países con los mejores resultados en educación pública es la de hacer verdaderamente meritocrática y exclusiva la carrera magisterial. Esto aplica tanto al escalafón, aplicación de procesos de educación continua, y evaluaciones. Adicionalmente, hay un elemento que lograría una transformación radical en la carrera, y este es el ligar el trabajo de los centros de preparación docente con las posiciones a abrirse.

Al ser el sistema demasiado extenso, tener requisitos bajos de ingreso y no estar vinculado al futuro servicio, resulta en que se preparen más maestros de los requeridos, que la carrera no sea tan competitiva, que muchos de estos maestros no se dediquen al magisterio, y que su desempeño académico tenga poco efecto en su carrera futura. Esto se puede resolver cambiando el sistema, sin representar una erogación mayor de recursos, pero afectando patrones o formas de actuar acostumbradas.

Usaré la analogía del sistema de entrada de oficiales al ejército de los Estados Unidos, que es un sistema que conozco bien. La Academia Militar acepta una cantidad de alumnos basándose en las plazas que necesita llenar (esto tiende a ser estable a lo largo del tiempo), y los acepta con la idea de que van a tener una posición garantizada y obligada al salir. Con este sistema se hace la selección solamente de entre el 5 y el 10% de los aplicantes, ya que el hecho de haberlo hecho competitivo va generando un prestigio que hace que más personas quieran aplicar.  Como decía Groucho Marx: “Yo no quiero estar en ningún club que me tomaría de miembro”, describiendo una realidad aspiracional en el ser humano de participar en algo difícil y rigoroso.

Entonces, en vez de preparar 100 estudiantes para ver cuáles 10 son los mejores, se evitan tener que hacer este raleo caro e ineficiente solo encontrando a estos 10 desde un inicio. El efecto benéfico para el estado se incrementa de dos formas más: se les garantiza una plaza a los graduados, y se les obliga a servir por un periodo de tiempo. Al hacer estas dos cosas, se asegura que la inversión que se va a hacer resulte en un beneficio tangible y real para todos.

Garantizar la plaza es simplemente un problema estructural. Las posiciones que se van abriendo se llenan con los graduados del sistema, eliminando otras formas de acceder a ellas. Al igual que se eliminó décadas atrás el acuerdo a los maestros no titulados, en este caso se haría la transición a un sistema de asignación cerrado eventualmente. Las asignaciones de plaza se hacen por escogencia según el orden de mérito dentro del área de captación de cada centro de formación superior, dando un incentivo al desempeño académico en la formación.

Al entrar al centro de formación, se estructura el pago del estudio por medio de una beca condicional que se va cancelando con el servicio (equivalente en tiempo). Si el servicio no se cumple en su totalidad, se obliga a restituir la porción no devengada por el estado. Esto se logra generando una obligación monetaria exigible (y registrable) tal como se haría en el sector privado. Adicionalmente, se restringiría la contratación en el sector privado hasta su terminación. Los efectos de la implementación de este sistema serían muchos y variados. Garantizaríamos que se pudieran escoger excelentes prospectos para maestros y que estos sean empleados provechosamente. Se podrían dedicar más recursos a formar la menor cantidad de maestros que se formaren, resultando en una erogación de recursos mucho más eficiente. Se estaría además dando un enorme prestigio a la carrera, del cual se beneficiarían los maestros que ya laboran y, más importante, nuestros niños. Una variación de este sistema se puede aplicar en otras carreras de alto interés social, como pueden ser la medicina y la enfermería, para garantizar una cobertura de calidad al sector público.

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